Con The Killer, Fincher sigue desafiando las convenciones del thriller, en un mundo oscuro donde las reglas de su propio juego cambiaron.
David Fincher sigue en el juego. Ahora, con otras reglas observa por la mira para encontrar el movimiento perfecto. Es muy significativo que el cineasta norteamericano quiera seguir experimentando después de haber encontrado la fórmula perfecta. Lo que ayer le quitó el sueño, hoy también. Son obsesiones impregnadas en fotogramas que le dieron forma a una de las trayectorias más indispensables del thriller moderno.
The Killer arranca con una ingeniosa narración en off a cargo de Michael Fassbender, quien da vida al asesino sin nombre. Sus pensamientos metódicos y su filosofía nihilista establecen el tono, creando un personaje frío y sin escrúpulos que no sirve a ningún dios ni país, solo a sus propias reglas y contratos. Este enfoque poco convencional en su obra nos permite experimentar la narrativa desde una perspectiva entrañable, donde la empatía se convierte en un lujo que el protagonista no puede permitirse.
¿De qué va?
Dividida en seis capítulos, la película se desarrolla en París, donde el asesino se prepara para su próximo objetivo. La identidad de la víctima es desconocida para nosotros, al igual que el motivo detrás del asesinato, lo que crea una inquietante sensación de querer saber algo más. Sin embargo, cuando el asesinato sale mal en una secuencia magistralmente ejecutada, la película toma un giro inesperado. El asesino se ve obligado a huir y regresa a su refugio en la República Dominicana, solo para encontrarse con un horroroso escenario en su casa, lo que pone en marcha una serie de eventos que cambiarán su vida para siempre.
¿Qué tan pronto es ahora?
La elección musical del protagonista, que prefiere las canciones de The Smiths mientras planea sus homicidios, agrega un intrigante contraste a su fría personalidad. Mientras Morrissey canta sobre melancolía y desolación, el asesino se embarca en su misión sin piedad ni remordimientos. Obsesionado con el grupo de Manchester, Fincher parece subrayar la desconexión emocional del personaje y su desapego de la humanidad al ritmo de clásicos de erizan el corazón.
En The Killer, David Fincher nos adentra en un territorio opuesto de su repertorio neonoir. A diferencia de películas anteriores como Seven y Zodiac, donde pasábamos toda la trama tratando de identificar al asesino, acá conocemos desde el principio al protagonista anónimo y todas sus obsesiones. Su siniestro credo: ¿Qué haría John Wilkes Booth? (en relación al asesino de Abraham Lincoln) enciende la chispa de este ultra meticuloso y extremadamente paranoico guía espiritual. Esta decisión audaz nos mete de lleno en la mente del asesino y le otorga un protagonismo inusual. Fincher nos obliga a explorar el oscuro arte de la venganza y la supervivencia en un submundo donde las líneas entre bien y mal se desdibujan, mientras el instinto de caza se entrelaza con la naturaleza humana.