Qué grandes obras maestras de la historia del cine que son
Érase una vez en el Oeste ; Érase una vez en América; El bueno, el feo y el malo; Los intocables; Cinema Paradiso; Por unos pocos dólares más o L´uomo delle stelle…
Y qué grandes muchos de sus directores. Pero esas películas no serían lo que son sin la música de Ennio Morricone. Estarían como los árboles en otoño, desprovistos de sus hojas; seguirían siendo films de una belleza incomparable, pero con las bandas sonoras del maestro romano se convierten en un perfecto mar azul de verano.
Y por supuesto, sin la música del maestro, a Brian De Palma le faltaría suspense; a Roland Joffé su viaje a la América colonial le resultaría menos poético; la trilogía del dólar carecería de su tono irónico; la Malena de Monica Bellucci no sería tan erótica; la melancolía provocada por el paso del tiempo en las películas de Sergio Leone no existiría y nadie lloraría en el clímax de Cinema Paradiso por un pasado que se fue para regresar a nuestras memorias en forma de recuerdos.
Pocos han sabido conseguir esa profundidad lírica con el uso magistral de instrumentos de viento como la flauta transversal que servían tanto para crear sonidos casi onomatopéyicos como música de tedencias folklóricas. Los violines rematan en su obra un crescendo nostálgico que usualmente se inicia de manera pausada con acordes de piano.
La Academia de Hollywood le ha maltratado. Tan sólo le ha premiado en una ocasión (The hateful eigth) y lo hicieron cuando ya contaba con 88 años por temor a que la vergüenza los devorase si cualquier día la naturaleza cumplía con su deber y al músico le daba por irse de este mundo. Si utilizamos a Morricone como parámetro, los Oscar nunca deberían ser considerados serios.
El maestro romano cumplirá en noviembre 91 años. Entre el 15 y el 22 de junio ofrecerá seis conciertos en su ciudad natal. Y el 29 del mismo mes dirá adiós a 70 años de vida profesional con su última actuación en la ciudad toscana de Lucca. No importa si cuelga la batuta; él podrá decir adiós a la música pero su música, que ya forma parte del Patrimonio de la Humanidad, es la que nunca dirá adiós. Como Roma, también ella es eterna.