Honestidad y fantasía en una biopic con mucho de musical. Taron Egerton es una de las grandes revelaciones del año en el papel de un Elton John maravilloso y humano.
La premisa ya de por sí es bastante rara. Una biopic de Elton John hecha por la misma productora que hizo “Kingsman” (y si, señalar que hace un cameo en la segunda entrega de la saga satírica del género de espionaje no es suficiente) y que encima es Taron Egerton, protagonista de la misma, el responsable de encarnar al bueno de Reginald Kenneth Dwight, ya es de por sí una locura. Y sin embargo, he aquí todo lo que debe tener una biopic para triunfar.
Con una actuación descomunal de Egerton, que hace un Elton John creíble, vulnerable, por momentos desfasado en un ego trip monstruoso y por momentos completamente roto por la fama y los excesos, que interpreta cada una de las canciones de la película, que lejos de ser música de fondo, usa el repertorio entero del artista para contar los momentos más humanos de la trama, en una performance reveladora, “Rocketman” es todo lo que “Bohemian Rhapsody” no se atrevió. Si, las comparaciones son odiosas, pero es palpable la sensación de que este film no se acobarda en mostrar todas las miserias de un artista, venido de un hogar difícil, pero impulsado por su propio talento y por una alineación de planetas que hacen pensar que tal vez la suerte tenga algo que ver en todo esto del triunfo. Y lo curioso es que es Dexter Fletcher, el mismo al que encargaron “salvar” la biopic de Freddie Mercury después de la partida de Bryan Singer, el que entrega una visión mucho más jugada de la vida de una estrella del pop.
Rocketman no es solo una exploración de los lados más vulnerables del autor de “Goodbye, Yellow Brick Road” sino que además, es una apuesta imaginativa que introduce elementos fantásticos, sello de musical, en situaciones que traducen mejor el camino de redención que el protagonista emprende desde el principio, en medio de un grupo de alcohólicos anónimos, donde comienza a desentrañar su propia historia. Cuando las tensiones de la familia afloran en su infancia, todos los integrantes cantan la devastadora “I Want Love”; en medio de su idílico romance con el representante John Reid (Interpretado por el “King In The North” Richard Madden) ambos cantan “Honky Cat” mientras viven una vida de lujos saliendo de un muy literal closet; Durante la primera presentación de Elton en Estados Unidos, en medio del “Crocodile Rock”, comienza a elevarse mágicamente del piano, mientras todos los espectadores levitan, atrapados en el hechizo de su música. Y en ningún momento, estos elementos fantásticos y estrambóticos, rompen la humanidad de la película, que sin timidez alguna, muestra el laberinto de drogas, sexo casual y búsqueda permanente de atención que casi destruye al astro y su lento pero seguro ascenso a la estabilidad emocional y al revival como artista.
El trabajo de Egerton es increíble y su voz es maravillosa, con una interpretación que a pesar de la histriónica personalidad de Elton, siempre tiene los pies en la tierra, nunca cayendo en la parodia. Junto a Egerton y Madden cabe resaltar la participación de Bryce Dallas Howard como su madre, Sheila Eileen, Jamie Bell como Bernie Taupin, el compositor de los éxitos de Elton desde hace más de 50 años, cuya amistad traspasa la pantalla y marca uno de los puntos más tiernos de la película o Stephen Graham, que ya brilló en The Irishman y acá interpreta a Dick James, el primer manager del artista.
Dexter Fletcher da una visión comprometida, llena de momentos memorables, y que no se siente en ningún momento como una biopic dedicada a vender discos. Esta es la historia del ascenso, la caída y la redención de uno de los artistas más grandes de la historia del pop, la historia de una amistad inquebrantable y del poder del arte colaborativo. Un gran momento para celebrar la vida de uno de los mayores exponentes de la música.