La película de Sebastián del Amo llega este jueves a las salas mexicanas, donde comenzará su recorrida de estrenos con la que tendrá llegada a algunos países de latinoamérica y de Europa, y como vod en los Estados Unidos. El director se refirió a sus ganas de renovar la corriente de films del país en donde “abundan las comedias románticas”
Después de un largo recorrido que comenzó como una lectura en la adolescencia y luego se transformó en guión de película allá por el 2012, Sebastián del Amo finalmente pudo transformar en realidad la adaptación de El complot mongol. Basada en una de las novelas que disparó el género del policial negro en México, la trama se centra en Filiberto García, un detective solitario interpretado por Damián Alcázar (Narcos), quien queda envuelto en una investigación con la KGB y el FBI, luego de que una pista vinculara a los chinos radicados en el país latino con un potencial atentado en contra de John F. Kennedy.
Sí, así de movida, resulta una historia que al menos promete entretenimiento, que en casi dos horas van llevando al espectador por un camino de paranoias y espionaje, en una Ciudad de México ambientada en la década del 60. Con una cuota de humor negro y varios momentos en los que se rompe la cuarta pared, es imposible no pensar en influencias como las de Alex de la Iglesia -a la que el mismo del Amo suma a Quentin Tarantino o Boogie, el aceitoso, de Roberto Fontanarrosa– junto con algún dejo del Torrente de Santiago Segura, que bien podría verse reflejado en el protagonista de esta historia.
“Uno de los objetivos de la película, si le va bien, ojala así sea, es detonar un género como el policíaco, abrir el abanico temático del cine mexicano que ahora esta demasiado decantado en la comedia romántica”, aseguró el realizador de esta cinta que llegará a las salas mexicanas este jueves.
—¿Cuál es el origen de este proyecto?
—El complot mongol está basada en una novela de Rafel Bernal, que es uno de los libros clásicos de la literatura contemporánea mexicana. Es justo uno de mis libros preferidos de toda la vida, lo leí cuando tenía 13 años, me lo dio mi madre. Sin exagerarte, me cambió la vida porque me inculcó el placer de la lectura. Con los años lo iba releyendo y cuando presenté mi primer película en el festival de Guadalajara en el año 2012, El fantástico mundo de Juan Orol, ya llevaba el libro bajo el brazo, buscando un financiero. Hace cuatro años retomé el proyecto como director y guionista, y por primera vez como productor.
—La película es casi una sátira del género. ¿Qué es lo que caracteriza al policial negro mexicano?
—Efectivamente es una de las características de El complot mongol, es la razón por la que la novela se volvió tan importante para este género en México. Existían algunos ejemplos, pero eran más del formato como de Sherlock Holmes o Agatha Christie. Es un género que goza de una gran salud dentro de la literatura en este momento. Hay muchos escritores produciendo muchas y muy buenas novelas policíacas o neo-noir.
—El protagonista refleja cierta viveza mexicana, siendo más inteligente que el detective del FBI y el de la KGB…
—Cada vez que presentaba el proyecto, no podía dejar de remitir a eso porque es un poco como un chiste: “Un detective mexicano, un agente del FBI y uno de la KGB por el barrio chino de Dolores cuando…” Y el mexicano es el más chingón. Eso sin duda viene dado desde la novela. Yo lo acentué reuniendo este enorme talento delante y detrás de cámara; el trabajo fotográfico, de vestuario, de diseño de producción, música, todo es notable y le da valor a la película.
—¿Qué tan complicado fue financiar el proyecto?
—Las complicaciones fueron varias. Evidentemente, uno fue el de adaptar un guión a la altura de la novela, que es fantástica y yo soy fanático. También a la hora de convencer a la gente que apostara por la película, que va a contracorriente de la oferta de cine no solo mexicana sino también internacional, que va entre la comedia romántica y los superhéroes. Intenté hacer un balance entre lo autoral y mi idea, mi estilo, con una película que fuera accesible y de fácil consumo para el gran público. Por eso, invité a estos actores que todos son muy populares, para llevar a gente que normalmente no iría a las salas a ver una película así. Eso no quita que, humildemente, se hizo un trabajo bien llevado. Las actuaciones son superlativas.
—Una de las curiosidades del proyecto es que tuviste que esperar a Eugenio Derbez (El cascanueces y los cuatro reinos) para el rodaje, porque tenía la agenda muy cargada. ¿Cómo le acercaste el proyecto?
—Me encontraba promocionando Cantinflas (2014), nos estaban entregando un premio en los Premios Platino en Marbella. Justo coincidió que el maestro de ceremonias era Eugenio. Un día, tomando sol en el hotel, en el camastro de al lado estaba él y lo abordé. Nos quedamos hablando un rato largo de la vida, de cine, le conté del proyecto y le hice el ofrecimiento. Me respondió que le encantaba la idea pero estaba muy ocupado porque se iba a Australia, tenía una película con Disney, y me dijo: “Te puedo dar 3 días dentro de 8 meses”. Tuvimos que construir un poco la película en torno a esos 3 días. Así fue un poco con todos, con Bárbara Mori también. Me puse a investigar qué actriz de origen oriental que viviera en México podía actuar y entre las japonesas para mi sorpresa uno de los nombres más conocidos era el de ella. No sabía que era de origen japonés. Su abuelo era un japonés que se fue a vivir a Uruguay. Fui la invité y le encantó la idea, el reto, y se volcó en cuerpo y alma a la película, trabajando con muchos meses de antelación.