Entrevista a Nathaniel Potvin, quien se sumó a la segunda temporada de esta producción que juega con los límites del humor al mejor estilo de La pistola desnuda o Loco por Mary
Mientras piensa en su futuro y en la posibilidad de dirigir, escribir y producir, Nathaniel Potvin disfruta del proyecto solidario que acaba de lanzar hace poco más de un mes con el que realiza donaciones de material escolar a las instituciones más complicadas económicamente en Los Ángeles. El actor acaba de ver el estreno de la segunda temporada de American Vandal en Netflix y no puede estar más contento con el resultado.
“Vi la primera temporada y me encantó, me pareció muy graciosa, los guionistas eran muy inteligentes. Quería estar sí o sí en la segunda y cuando se confirmó conseguí la audición”, explica Potvin. En este sentido, recuerda que muchas veces se sentaba a ver los episodios de la primera entrega y su familia se preguntaba qué estaba mirando; ¿un documental sobre un vándalo que dibuja genitales en los autos de la escuela? ¿En qué universo puede tomarse esto en serio?
Claramente en el de American Vandal, la serie que idearon Dan Perrault y Tony Yacenda, quienes supieron hacerse muy famosos al frente de Screen Yunkies, el canal de YouTube que se encargó de sintetizar películas en tono burlón. “Me acuerdo cuando recibí los guiones me reí mucho y pensé que iba a ser complicado concentrarse”, asegura Potvin, quien destaca que una vez que comenzaron a trabajar tuvieron libertades para improvisar y explorar sus personajes.
En la misma línea, resalta: “Me encantaba ver el proceso de los creadores. La mayoría de los mejores chistes los inventaban en el momento, no estaban en el guión. A veces nos frenaban para cambiar las líneas y cuando las probábamos todos se reían. Es increíble ver como unas palabras puestas y dichas de la forma indicada le cambian el tono a todo”, sostiene Nathaniel.
Para aquellos que no vieron la serie, American Vandal consta de dos temporadas diferentes entre sí, en las que dos estudiantes encabezan un proyecto de periodismo de investigación con casos totalmente absurdos que reciben un tratamiento al mejor estilo Making a murderer. Mientras en la primera temporada el crimen radica en unos autos grafiteados con genitales, la segunda tiene que ver con un delincuente juvenil apasionado por las bromas escatológicas: “El ladrón de heces”.
A pesar de la buena recepción que ha tenido entre quienes la consumieron, desde Netflix informaron que no habrá una tercera entrega producida bajo el ala de la N roja.