Después de ver una película de terror en un convento abandonado, nada debería volver a espantarnos en nuestras vidas. Claro que ese no fue el límite para Warner, que dobló la apuesta y nos llevó a recorrer las catacumbas del lugar decorado especialmente para la ocasión.
Es que desde el momento en el que iniciamos la experiencia de La Monja, nos sumergimos en el universo pensado por James Wan y la sensación de ansiedad volvió a recorrernos el estómago. Dos monjas fueron las que oficiaron de guías a lo largo del recorrido en el que, por supuesto, no faltaron cadáveres envueltos en mantas, novicias con la cara cubierta y personas moviéndose entre las sombras.
Fue una gran idea para introducirnos en las catacumbas de un convento a las que si algo les faltaba, el clima se encargó de aportarlo. La lluvia fue y vino a lo largo de la tarde noche, y se sumó al agua acumulada en la semana de México, generando una gran cantidad de charcos que le aportaron ese costado telúrico a la vivencia.
En poco mas de quince minutos pasamos por cementerios, capillas con hermanas orando de manera espeluznante y las ya mencionadas catacumbas. La experiencia terminó con el rescate de uno de los miembros del grupo con el que estuvimos en la recorrida, que en algún momento quedó relegado, fue capturado y encerrado en un ataúd que tuvimos que abrir.
Aparentemente, fue ahí cuando tuvo una especie de epifanía con la que pudo revelar el secreto detrás de la maldición y brindar la receta para desterrar al demonio personificado como monja.
Ahora nos queda entrevistar a los protagonistas de esta historia para saber cómo lograron horrorizarnos.
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