Si querés experimentar la verdadera tensión, Speak No Evil es la solución. Desde Cinéfilos te recomendamos este electrizante thriller danés.
Como un pincelazo de la sabiduría japonesa Speak No Evil (2022) se desprende de un antiguo dicho que despierta en la brisa del pasado. Evoca la imagen de “Los tres monos sabios”: Uno cubre sus ojos para no ver el mal, otro sus oídos para no escuchar susurros sombríos, y el último cierra su boca para no dar voz a las tinieblas. En la película danesa dirigida por Christian Tafdrup ese eco ancestral cobra vida y adquiere una dimensión asfixiante del ser complaciente. Un thriller que revela cómo los espacios vacíos entre las palabras pueden persuadir con los sentimientos más nobles y las intenciones más retorcidas.
Speak No Evil despliega su encanto en el escenario pintoresco de una campiña italiana, donde los destinos de una pareja danesa, Bjorn y Louise (interpretados por Morten Burian y Sidsel Siem Koch), se entrelazan con los del matrimonio holandés, compuesto por Patrick y Karin (Fedja van Huet y Karina Smulders). Ambos tienen niños y eso no es cosa menor. Entre copas de vino tinto, risas compartidas, florece una relación que tendrá una segunda oportunidad para forjar una verdadera amistad en un encuentro más íntimo. O eso creímos.
Detalles que hablan por su cuenta. En los lienzos luminosos de la naturaleza, se despliegan paisajes llenos de vida, pero su brillo se ve eclipsado por la irritación musical que nos grita una dualidad de realidades: donde todo parece en orden, también yace el desequilibrio. Aquello que no se expresa en palabras halla su voz en los sonidos, una sinfonía de contradicciones. Los planos cinematográficos, impregnados de tensión, parecen envolvernos como una niebla asfixiante, mientras la maestría en el uso de la profundidad de campo nos invita a percibir el peligro inminente que se oculta en la penumbra.
“Porque me dejaste”, esa es la cuestión. La película ahonda en la manipulación extrema, mientras observamos cómo la relación que une a los personajes comienza a fragmentarse. Los instantes de profunda incomodidad experimentados por la pareja danesa son gotas de desasosiego en un mar turbulento, donde la verdad se oculta pero se adivina, manteniéndonos en vilo, mordiéndonos los dientes al tic tac del detonador infernal. El nerviosismo se dilata, generando una fisura en nuestra percepción. A medida que los antagonistas despliegan sus artimañas, una duda se insinúa en nuestras mentes: ¿Puede ser que ellos tengan razón?
Acá radica la genialidad del guion, en su habilidad para sembrar la duda y forjar una extraña empatía. Nos encontramos cuestionando todo lo que sabemos, enredados en la telaraña de este matrimonio que, a pesar de su lado oscuro, parecen tener una bondad genuina. Es un juego magistral de paradojas, donde los malos pueden parecer tan buenos y la realidad se torna esquiva, como un espejismo en el horizonte.
Speak No Evil no busca el terror en los sobresaltos instantáneos, sino que trata de pulir el miedo. Es en esta sutil artesanía donde encuentra su auténtico poder. La película se adentra en un terreno donde el horror se perfila con elegancia, evitando los sustos fáciles para sumergirse en una atmósfera de inquietud constante. En lugar de gritos repentinos, la tensión florece marchita en cada rincón, y es esta destreza en la creación del temor lo que la convierte en un escalofrío que persiste mucho después de que la pantalla se apaga.