En una visión pesimista y brutal del futuro, un grupo de reclusos viaja a los confines del universo en un viaje sin regreso a través de la vida, la muerte y una paternidad con sabor a desesperación.
En una nave espacial perdida en algún rincón del espacio, Monte (Robert Pattinson) y una bebé llamada Willow sobreviven a un viaje con destino incierto, enviando mensajes a una central que los recibirá años después, para que autoricen día tras día, los sistemas vitales que les permiten subsistir en este viaje infinito. A través de una serie de flashbacks se nos revela el propósito del viaje y la identidad de Monte: el último hombre con vida en una nave penal llena de reclusos con pena de muerte.
El pasado y el presente se van entremezclando, mostrando las rutinas con las que Monte y Willow pasan el día a día, llevándonos a los eventos que llevaron a la misión espacial y a la vida del grupo dentro de la nave. Acá, el presente parece estar desprovisto de acción y en el pasado encontramos el verdadero núcleo de la historia, mostrándonos cómo la vida de los dos sobrevivientes no es más que un envase vacío y triste de lo que fue una realidad brutal pero provista de vida y variedad. De personas, buenas o malas, que son mucho mejor que el silencio del espacio, solo cortado por los llantos histéricos de bebé que enloquecen al único adulto de la nave.
Robert Pattinson, mal que le pese a sus detractores, demuestra (cómo ya ha hecho muchas veces) que es completamente capaz de empujar una trama por sí solo, en las secciones de la historia donde su única compañía es la bebé Willow. Pero en el pasado, Juliette Binoche y su personaje, la doctora que actúa como la única figura de autoridad en la nave, emana una sensualidad y una perversidad que se expande en toda la tripulación: forzada a una clase de sexualidad artificial, ansiando el calor humano en el encierro.
High Life es una película que mezcla por momentos la ternura más cálida de la paternidad complicada entre Monte y la bebé, atosigado por cuidar de la criatura mientras se encarga de la nave y las tareas que los mantienen con vida, con este pasado oscuro, teñido de una carga sexual casi diabólica, en una atmósfera asfixiante que incrementa cada vez más las tensiones entre la tripulación, mientras viajan sin saber si alguna vez volverán a ver su planeta, en busca de una de las fuerzas más destructivas de la naturaleza.
Con un estilo visual abrumador, una trama que avanza lentamente pero que llega a lugares muy altos en el imaginario de la ciencia ficción contemporánea, mezclando la frialdad del género con el infierno de unos cuerpos aislados e imposibilitados de la descarga del contacto, la directora Claire Denis entrega una visión casi anti-humana, desoladora, pero por momentos levemente tierna y profundamente erótica de la ciencia ficción, una visión sólo posible para una directora que debuta en el género e inyecta una voz muy personal sobre aquellos horrores que nos esperan en lo infinito.