El pasado viernes se estrenó en Netflix la segunda temporada de la serie escrita, dirigida y protagonizada por Ricky Gervais. La vimos y te contamos lo que más (y lo que menos) nos gustó de su pequeña gran obra maestra.
El año pasado, cuando se dió a conocer la primera entrega de After life, descubrimos que, además de gracioso, creativo y cínico, Ricky Gervais tiene un costado sensible y lo lució creando e interpretando a Tony, un periodista viudo que no puede superar la muerte de su mujer y pasa sus días mirando los videos que ella le dejó grabados con consejos para seguir viviendo sin su compañía.
En la primera temporada, la vida de Tony no tiene sentido. Él odia a todos, menos a su perra. Vive en un pequeño pueblo inglés y trabaja en el periódico local, en el que los habitantes quieren obtener su minuto de fama y para hacerlo llevan su capacidad de hacer el ridículo al extremo. Esto lo lleva a encontrarse con historias insólitas y poco alentadoras para su estado, pero presenta personajes magnéticos que enriquecen al guion.
En la segunda temporada, Tony está más empático e intenta agradecer y retribuir a las personas que lo rodean todo lo que lo ayudaron en la parte más dolorosa de la perdida.
Si bien el personaje sigue siendo insoportablemente monotemático, deja de subestimar a sus compañeros de trabajo, a sus vecinos y a su padre, y comienza a registrarlos. Cada tanto, Tony recapacita sobre su egocentrismo y se propone ser más zen, pero no puede con su genio, ni con su depresión.
Los días de este personaje son todos iguales, él mismo los compara con la película el El día de la Marmota. En su mente no deja de plantearse el sentido de su vida y solo encuentra una pequeña respuesta en la mirada de una perra fiel pidiéndole alimento.
Tony se refugia en su humor acido, en la frialdad y cuando nadie lo ve deja fluir esa angustia tomando alcohol en su sillón.
Lo mejor de After Life
Lo más curioso y distintivo de After Life es cómo partiendo de un personaje completamente destruido por dentro y una premisa tan amarga logra llevarnos, a base de exquisitos diálogos, a picos de comedia que están al nivel de los mejores momentos de The Office, la exitosa sitcom del propio Ricky Gervais.
Si hablamos de su mensaje, After life se sumerge en la melancolía y nostalgia de un duelo y lo muestra como un proceso al que solo lo puede curar el tiempo, mientras vamos viendo leves mejoras en el personaje de Tony que de a poco, y con recaídas, va reconciliándose con la vida.
La forma en que esta serie maneja el sarcasmo, el humor negro al límite, la construcción de los agrios personajes secundarios y el formato de esta serie ágil compuesta por 2 temporadas de 6 episodios de 25 minutos cada una, hacen que sea, sin dudas, una de las mejores opciones para maratonear en un día.
Lo “peor” de After Life
Los finales de las dos temporadas de After life podrían ser los de una telenovela juvenil diaria. Todas las historias quedan correctamente resueltas en una serie en la que una de sus mejores características era ser políticamente incorrecta.
A nivel musical, el soundtrack es impecable. Suena Lou Reed, Nick Cave, Elton John y todos los artistas que se caracterizan por tener las canciones perfectas para musicalizar la depresión, pero en una serie que parte desde una premisa muy triste y logra moverse hacía la comedia con un humor negro, cínico y por demás inteligente no necesita de este nivel de sobremusicalización de sus escenas para recordarnos que su protagonista está completamente destruido por dentro.
¿Continuará?
Durante las entrevistas que brindó en la semana del estreno, Ricky Gervais mencionó que abaraja la posibilidad de una tercera temporada, pero dependerá exclusivamente del éxito de la segunda en Netflix. En cuanto a la historia, dejaron varias tramas abiertas para una eventual entrega de nuevos episodios.
¿La vieron, cinéfilos?
Acá te dejamos también nuestro análisis de la temporada 2.