Un año antes del “MeToo”, cuando este tipo de reclamos no contaban con el apoyo social y mediático actual, un grupo de mujeres encabezadas por la periodista Gretchen Carlson, decidió ir contra el hombre más poderoso del mundo de las noticias, Roger Ailes, fundador y CEO de Fox News, denunciándolo por acoso sexual. El caso marcó un punto de inflexión sin precedentes, que terminó replicándose a nivel mundial. Con esa premisa y toda la responsabilidad que conlleva contar una historia así, se estrenó Bombshell, la última película de Jay Roach, protagonizada por Nicole Kidman, Charlize Theron y Margot Robbie.
El Escándalo (por su nombre en castellano), se centra en las semanas que rodearon la denuncia de Carlson (Nicole Kidman), y su lucha por alentar a que otras víctimas de Ailes (John Lithgow), se sumaran a ella. En medio de la guerra mediática originada por las acusaciones, Megyn Kelly (Charlize Theron), presentadora estrella de la cadena y víctima del magnate en sus comienzos, se debate entre alzar la voz y apoyar a Carlson, o priorizar su carrera, que puede quedar destruida si la defensa del CEO consigue desacreditar las acusaciones. Mientras tanto, Kayla Pospisil, una ambiciosa productora republicana y evangélica que busca abrirse paso hacia la cima de la cadena televisiva, comienza a sufrir en carne propia el acoso de Ailes.
Con una narrativa acelerada y las protagonistas dirigiéndose directamente al espectador, al mejor estilo Jordan Belfort en “El Lobo de Wall Street”, la trama te introduce en el submundo de los medios de comunicación y el funcionamiento interno de Fox News, explicando el engranaje construido para cosificar a las mujeres y facilitar la dinámica machista predominante. Esto lo hace a un ritmo frenético, que encuentra estabilidad pocos minutos después y se mantiene durante las casi dos horas que dura la cinta. En ese sentido la película es impecable.
No es extraño que hayan decidido utilizar el recurso de la ruptura de la cuarta pared para explicar cuestiones complejas sin caer en la aburrida jerga burocrática y técnica de las empresas de noticias, ya que su escritor Charles Randolph, viene de guionar La Gran Apuesta de Adam McKay, otro drama basado en hechos reales, que se sirve de un Ryan Gosling haciendo exactamente lo mismo en más de una ocasión, para dar detalles complicados de forma ágil.
Las actuaciones son sin duda el punto fuerte del film. Megyn Kelly sirve como eje de la trama y está interpretada por una Charlize Theron (nominada por la Academia por esta performance), completamente transformada por el equipo de maquillaje (que se llevó un Oscar por su trabajo), en una copia casi idéntica de la periodista estadounidense. Lo mismo sucede con Gretchen Carlson y Roger Ailes, interpretados por Nicole Kidman y John Lithgow, también convertidos en fantásticos dobles de los personajes reales.
La interpretación más importante se la lleva Margot Robbie, con su personaje de Kayla Pospisil. Cabe destacar, que su historia es la más gráfica y sensible de llevar a cabo, porque su personaje, el único ficticio de los protagonistas, representa a las experiencias sufridas por el colectivo de mujeres víctimas de Ailes a lo largo de los años. La actriz, como lo viene demostrando en todos sus trabajos, logra estar a la altura de la historia y transmitir con crudeza la impotencia vivida por las cientos de trabajadoras expuesta a ese tipo de situaciones, lo que le valió un premio AACTA (Academia Australiana de Cine y Televisión) y varias nominaciones como Mejor Actriz de Reparto, entre ellas a los premios Oscars, que finalmente se llevó Laura Dern por su papel en Marriage Story.
El problema de la trama recae cuando empezamos a ahondar en los detalles de la historia real que inspiró a Charles Randolph y las (cuestionables) decisiones que se tomaron a la hora de elegir qué mostrar y que no. La cinta se esfuerza más en hacer un recorte subjetivo de los hechos, visto desde los ojos del personaje de Theron, que en ahondar en los sucesos que llevaron a Carlson a realizar la denuncia o en la investigación consecuente.
De esta manera, el grueso de los datos relevantes, se nos es presentado en forma de conversaciones laterales con otros personajes, o las noticias mismas, sin hacernos partícipes de los descubrimientos. El único acceso directo que tenemos a los hechos, es mediante el personaje de Robbie, que vive una serie de momentos dramáticos muy fuertes y del que Roach elige mostrarnos sólo uno.
Por otro lado, nos presentan al multimillonario Rupert Murdoch, interpretado por Malcolm Mcdowell, dueño de la cadena y del grupo FOX, y a sus dos hijos (interpretados por Ben y Josh Lawson), como desconocedores del infierno que estaban viviendo las trabajadoras del canal y en el papel de “buenos jefes” en busca de la verdad.
La familia Murdoch, dueños de uno de los conglomerados de medios más importantes y poderosos del mundo (en el que está basada la serie “Succession” de HBO), fueron encubridores conscientes de todo lo que sucedía en sus compañías desde hacía años y de esa manera lo expresó Megyn Kelly en su libro “Settle for More”, así como también la gran mayoría de mujeres que recibieron un acuerdo extrajudicial por las denuncias contra Ailes y varios conductores y productores del canal, en los años anteriores.
Según los números reportados por la New York Magazine, que investigó el escándalo más de cerca, la cadena había pagado varios millones de dólares en este tipo de acuerdos, imponiendo una cláusula que les impedía a la víctimas volver a mencionar el tema y que Carlson se encargó, tiempo después, en denunciar y obligar a las empresas a no volver a implementar, ya que su único fin era el de proteger depredadores sexuales y abusivos como Ailes. Todas las negociaciones estuvieron a cargo de la junta directiva del grupo de medios con los Murdoch a la cabeza. Este contexto, parece haber sido olvidado tanto por Roach como por Randolph.
A pesar de esto, la película funciona, mantiene la tensión y el drama a un nivel de constancia destacable. Tiene un elenco impresionante, con interpretaciones fantásticas y mucho archivo periodístico real, que le da, por momentos, ese toque de “falso documental”, que tan bien complementa este tipo de producciones. En conclusión, es una gran opción para ver. Pero cuanto más nos adentramos en los hechos reales, más entendemos que este tipo de historias, tan sensibles e importantes de contar y con la responsabilidad que conlleva inmortalizar un momento histórico tan relevante en la lucha por los derechos de las mujeres, tiene que ser contado por ellas.