El francés estuvo a cargo del diseño de producción en la película protagonizada por Matt Damon y Christian Bale que se candidatea como lo mejor del año y tiene todo para pelear en la temporada de premios
El 14 de noviembre pasado llegó a las salas uno de los grandes estrenos de este 2019: Contra lo imposible (Ford vs. Ferrari). La cinta que protagonizan Matt Damon y Christian Bale cuenta la historia del piloto y el diseñador de autos que se pusieron el equipo de Ford al hombro y destronar a la escudería italiana de las 24 horas de Le Mans, competencia que ganaron durante mucho tiempo.
Ambientada en la década del 60, el desafío para el director James Mangold era doble: por un lado, lograr capturar el espíritu de la época y trasladar a la audiencia hacia un autódromo que ya no existe de la forma en la que se vio en las carreras del 60, y por el otro conseguir las mejores réplicas de los modelos que aceleraron sobre la pista francesa. Para eso, se apoyó en el diseñador de producción François Audouy, con quien ya había trabajado en otras cintas como Logan, y confió ciegamente en el esfuerzo por recrear al máximo el espíritu de un film que ya habían intentado hacer otros cineastas sin éxito.
Mangold y Audouy trabajan juntos casi exclusivamente hace cerca de 5 años y según cuenta el francés, al director le encanta mantener un ambiente familiar en cada proyecto. “Le gusta sumergirse de lleno en la investigación de los temas, no es un apasionado por los autos y yo no soy un experto tampoco. Para el nivel de detalle requerido teníamos que hacer una buena investigación, encontrar lo más que podamos sobre las locaciones, la época y los personajes. Me gusta trabajar con un investigador que se llama Ozzy Inguanzo, con quien buscamos imágenes, textos, archivos fílmicos y armamos una página web interna, para que todos los que se sumaran al proyecto pudieran volverse expertos en el tema. Rápidamente nos dimos cuenta de que era una historia fascinante, es como una cebolla con muchas capas que cuanto más indagas más cosas encontrás. Es fascinante”, aseguró Audouy, quien se sumó al proyecto antes de que tuviera un productor, y fue uno de los primeros contratados.
¿Cuánto simplificó tu trabajo tener un presupuesto elevado?
Es una falacia pensar que porque se trata de una película grande no tenemos problemas de plata. Todo tiene que ver con el apetito y la visión, en comparación con los recursos. Fue una película difícil, 2 ó 3 directores quisieron hacerla y fallaron. Los autos no existen más y los que hay valen 30 millones cada uno. A eso hay que sumarle el hecho de que transcurre en todo el mundo: Estados Unidos, Inglaterra, Italia. Tenés época, locaciones internacionales, autos caros, tomas de riesgo. Aunque fue una película que tuvo un presupuesto de 100 millones de dólares, fue muy complejo llevarla a cabo.
Entonces, ¿cual fue la receta de ustedes para lograrlo?
Esta película se hizo porque Mangold no se distrajo con los autos o las cosas que pasan en segundo plano. Se preocupó por los personajes y la relación entre ellos. Siempre iba a ser una película de personajes, la relación entre Carroll Shelby y Ken Miles era el corazón de la historia. El hecho de no usar Ferraris reales o Porsches de verdad, es secundario.
¿Qué tan complejo fue construir estos autos?
Tuve un director de arte que se dedicó exclusivamente a los autos, trabajó por tres meses en ellos, Robert Johnson. Su única responsabilidad era que los autos fueran lo más auténtico posible, que parecieran reales. A medida que los autos iban llegando hechos por los manufacturadores, la mayoría estaban perfectos y otras veces estaban en un 75%, necesitaban amor extra para parecer reales. Por ejemplo, los 3 Ferraris 330 P3 vinieron sin vinilos, eran carcasas rojas. Le faltaban hasta los remaches rojos. Nos encargamos de aplicarlos manualmente uno por uno. Pero tampoco tenían los interiores; tuvimos que buscar la tapicería, las jaulas, los volantes, los cinturones. La lista es interminable, y eran un montón de autos en la carrera.
¿Y en el caso de la pista de Le Mans? Es un autódromo que ya no existe…
El Circuit de la Sarthe no existe más, no hay una parte que sea como la del 66. Tuvimos que recrear las partes famosas. El problema es que son un montón de partes famosas. Para las tribunas de 300 metros de largo y tres pisos de alto que se tiraron abajo en los 80 armamos una estructura en un aeropuerto en las afueras de Los Ángeles de 150 metros de largo. Ahí pasan casi todas las escenas dinámicas entre Shelby y Miles. Las escenas de carrera se hicieron en Georgia, porque necesitábamos paisajes verdes como en Francia. La segunda unidad hizo todas esas secuencias en Georgia; fuimos al autódromo de Atlanta donde hicimos el arco de Dunlop sobre un puente de la pista. Después fuimos a Savannah, donde para hacer la recta de Mulsanne fuimos a 45 minutos en las afueras de la ciudad y usamos una ruta rural que clausuramos por seguridad. Los dos desafíos eran los autos yendo a más de 160 kilómetros por hora, comiendo 45 metros por segundo de escenografía que tiene que aparecer en pantalla. Además, la carrera ocupa media hora de la película y transcurre en 24 horas, entonces ves las mismas chicanas famosas una y otra vez, y las tenés que reconocer. Teníamos que pensar en continuidad, el momento del día, qué pasa en cada secuencia por muchas vueltas. Fue un trabajo en equipo enorme.
¿Cómo lo resolvieron?
Planificamos muchísimo. Hicimos storyboards de toda la carrera con mucho detalle, se animó eso en 3D, revisamos con Mangold y los dobles de riesgo, para ver dónde íbamos a hacer cada una de las partes.
¿Matt Damon y Bale sugirieron algo para sus escenas?
Estaban más interesados en los diálogos y la historia más que en la carrera. Me impresionó mucho de Bale que cada vez que estaba manejando en una pantalla verde o en un auto, siempre estaba en escena, siempre haciendo que la historia avanzara. Si lo ves, no son tomas al azar, hay historia pasando. Incluso con Matt Damon. Eso habla de la experiencia que tienen, siempre buscaban la forma de meter la historia en sus escenas.
¿Cuánto sabías de autos y cuánto sabés ahora?
No sabía casi nada y ahora sé demasiado sobre autos de carreras y esa época. Es lo que amo del trabajo como diseñador de producción. Pasás de hacer un mundo de carreras en los 60, a un western, a una película de ciencia ficción. Siempre estás creciendo y aprendiendo, es emocionante.