¿Estrellita estrellada?
Con tan solo 19 años el joven Xavier Dolan arribaba al Festival de Cannes con su ópera prima I killed my mother (2009), la cual cosechó un amplio éxito de la crítica. Esto fue el puntapié inicial para considerarlo como un enfant terrible dentro la industria cinematográfica y asimismo el comienzo de un amplio recorrido como artista, con temáticas controvertidas mayoritariamente referidas a conflictos intrafamiliares, la exploración de la sexualidad, la búsqueda de la identidad y ambigüedad sexual, etc.
Tuvo también la osadía de filmar una película repleta de figuras hollywoodenses, tal como fue el caso de The Death and Life of John F. Donovan (2018), pero aquella fracasó estrepitosamente. No es Más que el Fin del Mundo (2016) también dividió ampliamente la crítica, algunos sostenían que pecaba de ruidosa y convencional, otros sostuvieron que se trataba de un profundo drama familiar que revelaba parte de las obsesiones que estaban detrás de la figura de Dolan.
Matthias et Maxime arribó en este último Festival de Cannes y nuevamente la crítica se encuentra polarizada. Los aspectos positivos que destacan del metraje refieren a decisiones estructurales y estéticas (fue filmada en formato de 35 mm), las escenas en cámara lenta o ralentí típicas de su filmografía, los colores, la musicalización, la obsesión por los detalles y la creación de climas contextuales pertinentes a cada temática abordada (patrones por los cuales se lo compara ineludiblemente con Pedro Almodóvar).
Pero al parecer todos estos detalles resultaron insuficientes para que la producción del joven canadiense fuera aprobada. La sinopsis de la película versa en lo siguiente: Matthias et Maxime son dos amigos desde la infancia cuya vida pareciera transcurrir de manera rutinaria y poco tendenciosa. Pero al realizar un corto para la universidad, ambos deben besarse por exigencias del guion y allí todo da vuelco. Los amigos empiezan a indagar el origen de esa incipiente atracción y replantearse su verdadera condición sexual.
La falta de química entre los protagonistas y el supuesto hastío que genera una temática recurrente o ya explorada en su filmografía pero mal construida, fueron algunos de los aspectos que calibraron negativamente el recibimiento de Matthias et Maxime. Será cuestión de esperar hasta que arribe a la pantalla grande, para poder estipular con criterio propio las virtudes y desaciertos de la misma. Algunos críticos más osados sostienen que el enfant terrible canadiense contaba con todas la ventajas para transformarse en un cineasta de culto y vanguardista, pero que últimamente la irregularidad de sus producciones, dan signo de un agotamiento.
Siendo objetivos, Dolan tiene 30 años, está en los albores de su carrera e independiente de si algunas de sus películas destacan más que otras, ha demostrado con creces su enorme capacidad para convertirse en un cineasta de renombre. Tengamos un poco más de paciencia, estamos seguros que en cualquier momento Dolan volverá a hacer de las suyas y será ponderado como lo que es: un eximio artista.