Lenny Abrahamson estuvo al frente de esta cinta del 2016 que recibió cuatro nominaciones, incluidas a Mejor Película y Mejor Dirección. La historia detrás del proceso de un rodaje complicado física y emocionalmente, de una producción que hizo llorar a más de uno
Cuando en el 2016 Brie Larson se subió al escenario a recibir su Óscar por lo hecho en Room, nadie se sorprendió. Con A24 a cargo de la distribución de este drama, la historia se centra en una mujer sometida por un hombre durante cinco años en los que vivió junto a su hijo, Jack, que nació en cautiverio pero su madre hizo lo imposible para aislarlo de esa realidad.
“Había decidido hacer películas con llegada más internacional, empezamos a buscar libros para adaptar y Room aparecía en muchas listas como la mejor novela del año. Lo leí, me encantó y le mandé una carta a la autora, Emma Donoghue, para convencerla de que yo era la persona indicada para hacer el film”, aseguró Lenny Abrahamson, el realizador de la cinta. El reconocimiento para Larson no fue el único que la producción tuvo; hubo tres nominaciones más, incluidas las de Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guión Adaptado. “A veces pasa que los buenos films pasan desapercibidos. Disfruté mucho de esta experiencia y me llevó un tiempo darme cuenta los efectos positivos: es más fácil producir, reunirse con gente, los actores te conocen. Aceitó los engranajes”, aseguró Abrahamson, en relación con su carrera.
Mientras prepara su próximo trabajo, en el que mostrará la doble vida del boxeador Emile Griffith, un deportista bisexual que se debatía entre el ring y la homofobia reinante en el ambiente, el cineasta habló del proyecto que marcó un antes y un después en su vida: Room.
—¿Cómo fue que te decidiste por Brie Larson para el papel?
—Conocí bastantes personas, llegué a hacer talleres con actrices, incluída Brie. Me pareció la persona más cercana a lo que yo tenía en mente, entendía el proyecto, tenía una fuerza natural, era auténtica. No quería mostrar a una mujer excepcional sino a una joven con la fuerza para terminar haciendo lo que ella hizo. Además es muy buena actriz.
—¿Es cierto que se encerró por un mes para prepararse?
—Creo que sí. Pasó mucho tiempo en su departamento, encerrada, se tomó muy en serio el proceso, entrenó “psicológicamente” para estar lista. Fue algo como inconciente, se empezó a aislar cada vez más de las personas, para meterse en personaje.
—Es difícil que una historia así no te afecte. ¿Le diste algún tipo de apoyo después del rodaje?
—Sí, creo que ella se sintió segura conmigo. Pudimos seguir hablando y riendo como seres humanos durante el trabajo. Tiene un don: es muy buena actriz, puede meterse de lleno en el personaje, y volver a ser ella, no necesita mantenerse en pose todo el tiempo. Es muy equilibrada como persona, es muy fuerte y logró mantenerse saludable durante el proceso. Pero fue muy exigente para ella.
—¿Cuánto le dijeron a Jacob Tremblay sobre lo que realmente pasaba?
—Fuimos muy cuidadosos de no decirle nada que pudiera traumarlo o fuera inapropiado. Sabía que estaba con un hombre malo, pero no entendía la dimensión sexual de lo que pasaba a la noche. Es un actor muy natural, pero también tomó mucho trabajo durante las tomas largas y complicadas; yo le hablaba encima, tratando de no pisarlo, repitiendo algunas líneas. Fue un trabajo intersante, no podía dejar que la toma corriera sola, aunque para el final había entendido cómo hacerlo solo. Era brillante. Hicimos todo de una forma que no fuera angustiante para él, estaba feliz, se divertía, así debía ser. Creo que eso ayudó a que Brie se mantuviera saludable, tenía que interactuar con él, no podía desaparecer, tenía que ser su amiga fuera de cámara.
—¿Cómo planearon la escena del escape con la alfombra?
—Era posible explicarle eso así que entendía el peligro de eso, fue parte de la discusión para prepararla. También trabajé mucho con mi hijo, que tenía más o menos la misma edad, lo envolví en la alfombra, practiando cómo sería y después lo hacía Jacob. Pero para él fue como una gran aventura, estaba muy metido.
—¿Los padres de Jacob te pidieron algo?
—Fueron excelentes. Parte de trabajar con niños es tener suerte y encontrar a uno con buenos padres. Nos apoyaron mucho, entendieron el proceso, me ayudaron a explicarle algunas cosas, confiaron en nosotros. A veces les decía que cuando estuvieran con él a la noche, charlaran sobre determinado aspecto de la escena que íbamos a hacer, lo hacían y al otro día venía casi preparado para rodar.
—¿Qué tan complejo fue ser creativo con las tomas en una habitación tan chica?
—Fue muy difícil, a veces me metía en la bañera porque era el único lugar en el que entraba y no me veían. Pero nos acostumbramos. Al principio pensás que es imposible rodar en un lugar tan chico y después encontrás la forma. El diseñador Ethan Tobman fue muy inteligente, hizo paneles que podíamos sacar de la pared, entonces el lente siempre estaba dentro de la habitación pero el resto de la cámara quedaba por fuera. Para cuando terminamos el rodaje todos sentimos que nos habíamos vuelto prisioneros de la habitación, estabamos ansiosos por salir. Pero cuando salimos, lo extrañamos, éramos como Jake, nos habíamos sentido a gusto en ese lugar.
Ese experimento musical llamado Frank
Antes de hacer Room, Abrahamson trabajó en varias producciones irlandesas, entre las que destacó Frank, el primer film en el que no estuvo metido de lleno en la génesis de la historia. “Estaba fascinado por el personaje principal y por la idea de hacer que la gente conectara emocionalmente con una máscara”, aseguró el director.
La cinta nos muestra a una excéntrica banda que no solo es imposible de encuadrar dentro de un género sino que tampoco es simple pronunciar su nombre: Soronprfbs. Con Michael Fassbender como el cantante enmascarado, la historia es protagonizada por Jon (Domhnall Gleeson), un joven con una vida mediocre que anhela convertirse en una estrella musical, y ve en esta agrupación una posible salida.
Uno de los mayores desafíos para el director fue llevar adelante el proyecto escondiendo la cara del actor más conocido de su reparto. “Es algo perverso”, bromeó el realizado, al tiempo que destacó: “Necesitábamos un actor con mucha presencia, muy físico”.
Lo curioso era que Fassbender había dado con el guión antes de que lo buscaran y se había propuesto ser Frank. A pesar de algunas largas tomas, el rodaje no fue complicado, si bien el calor era una molestia, la mayoría de las escenas se rodaron en invierno, así que la cabeza de papel maché era un plus.
“Los amo a todos”, dice la canción del final, y es quizás las que más sentido tenga de todas las letras bizarras que entona Frank. “La mayoría estaban escritas por nuestro compositor, contribuí en algunas, pero el 90% son de él. Cuando empezamos a trabajar con los actores cambiaron algunas cosas, porque ellos aportaron lo suyo. Tocaron en vivo, eso hizo más difícil todo, pero mejoró la película. Siempre te das cuenta cuando algo es falso. Además, le dio más textura”, afirmó.