Hablamos con Rodrigo Moreno acerca de la libertad, el cine de género y la experimentación en el proceso creativo de “Los Delincuentes”.
Nada es lo que parece en Los delincuentes. La última obra de Rodrigo Moreno se convirtió en una joya del cine argentino que combina elementos de diversos géneros con una exploración profunda de la existencia y la libertad. Gracias a la colaboración entre MUBI y Maco Cine, esta película llegó a las salas de cine, después de su destacado paso por el Festival de Cannes y su preselección para representar a nuestro país en los premios Oscars.
¿De qué va?
La trama de Los delincuentes sigue la vida de dos protagonistas, ambos empleados bancarios, Morán y Román, atrapados en la monotonía de sus rutinas diarias en la ciudad. Morán decide romper con este ciclo agobiante robando una considerable suma de dinero de su lugar de trabajo. Propone a Román ser su cómplice, con la condición de que Román guarde el botín durante el tiempo que Morán cumple una breve condena en prisión. Sin embargo, esta no es otra película de atracos.
Con su enfoque poco convencional y su espíritu independiente, Los delincuentes invita a los espectadores a cuestionar el concepto de libertad en una sociedad donde la rutina y las presiones económicas a menudo oscurecen el verdadero significado de ser libre. De esta manera, Rodrigo Moreno crea una película conmovedora y personal que trasciende las expectativas y ofrece una experiencia cinematográfica única.
En Los delincuentes, la libertad es un elemento central, y un dilema fundamental subyace en toda la narrativa: ‘¿Qué hacemos con nuestro tiempo?’. ¿Cuál fue el punto de partida de esta historia?
A mí me habían ofrecido hacer una remake de Apenas un delincuente (1949) hace muchos años. Y en particular, esa película tiene un protagonista bastante desagradable, que es el personaje que hace Jorge Salcedo, se llama José Morán, y es una especie de Isidoro Cañones. Un tipo antipático, trata mal a la novia, trata mal a su hermano, su madre está enferma. Tiene mucha ambición de guita, te diría que podría ser un personaje de los noventas, un personaje menemista. Y a mí no me interesaba eso, obviamente, donde el motor del robo era tener una vida lujuriosa. No estaba muy atado a esa idea, y dejé el proyecto de lado. Pero siempre la idea de tener un diálogo con cierto cine argentino, me llamaba de alguna forma. Sentía que me había quedado el desafío. Y a mí se me había ocurrido que, en vez de que sea una oficina como en la película de Hugo Fragonese, que fuera un banco. Eso me convencía más, porque el mundo del banco me gusta, gente que se dedica a contar dinero todo el día. Me gustaba esa idea. Ahí, rápidamente tuve la idea base de la historia: una película de robo a un banco, y una película que se pierde totalmente. No se trata tanto de robar un banco para ser millonario, sino todo lo contrario, para tener una vida modesta y poder no trabajar más. Poner en cuestión el tema del trabajo y del uso del tiempo, en relación a la productividad y a la improductividad. Ahí es donde la película se me fue armando, y obviamente, una vez que tenía eso ya fui trabajando más en ese sentido.
El cine de robos es una temática explorada desde múltiples perspectivas a lo largo de la historia del cine, ¿cuál fue el trasfondo conceptual en la vuelta de tuerca que ofrece Los delincuentes?
Lo que pasa es que ahí aparece otra cuestión, que es mi relación con el género, o mi relación con cierta forma de la narración que se vuelve estrictamente funcional. Yo tengo siempre muchos reparos con ese tipo de cuento. Todo el tiempo que veo una película de género, estoy pensando en la existencia de esos personajes, ¿Cómo es la casa que no me están mostrando? ¿Cómo es el tipo? ¿En qué momento decide la ropa que tiene puesta en la escena del crimen? Todo el tiempo estoy pensando el lado B, es medio inevitable. Hay una película que a mí me gusta que se llama Mistaken for Strangers (2013). El hermano del cantante decide filmar una película cuando The National empieza a ser una banda ya medio importante. Tocan el Madison Square Garden para 10.000 personas que se saben todos los temas. Y en un momento este loco encara al bajista con la cámara y le pregunta “¿Cómo es ser una estrella de rock?”. Y el bajista medio que no le da bola, no le responde. Pero por ejemplo, ¿vos tenés plata? ¿tenés la llave de tu casa? El chabón estaba en el escenario probando el aire. Es decir, trata de humanizar algo que el show business, o el espectáculo nos aleja. Y el género se inscribe un poco en la idea del entretenimiento. Entonces, tratar de humanizar. Siempre la idea del desvío, la idea de ir buscando todo lo que una película de robo no te va a contar. Eso en relación a tu pregunta. Después hay otra cosa que tiene que ver más con el discurso de Morán, todo lo que él de alguna manera enarbola en términos existenciales o filosóficos por lo cual él hace lo que hace. Esa necesidad de tener una vida modesta sin trabajar. De alguna manera tenía que tener un correlato en las formas cinematográficas. La película también como película de género, en algún momento tenía que empezar a perderse, a dejarse llevar y a entrar en una zona más libre. Me parece que si no hubiese sido muy contradictorio como película, decía una cosa y hacía otra. Si no, ¿qué? iba a ser una película con un montaje recontra marcial y todo lo demás. No correspondía para una película como Los delincuentes. Así fue como fui más o menos armando y creando también un territorio donde puedan convivir distintas cosas.
La película posee un carácter mutante que permanece latente, y se percibe a medida de cómo se va construyendo el relato. ¿Cuánto fue evolucionando el guion una vez iniciada la filmación?
Muchísimo, muchísimo, constantemente. Yo siempre quería filmar en etapas. Primero empezamos a filmar, después nos quedamos sin guita, después salimos a filmar de nuevo, vino la pandemia, esperamos durante la pandemia. En un momento íbamos a volver a filmar, yo me agarré covid, no filmamos, así que esperamos otros meses. Cuando dijimos que estábamos para terminarla, Esteban Bigliardi se fue a filmar la película de La sociedad de la nieve (2023) de J.A. Bayona por nueve meses a España, entonces hubo que esperar otra vez. Ahí filmamos un poco con Daniel Elías, pero sin Bigliardi. Hasta que logramos terminar el rodaje en septiembre del 2022, fueron cinco años. Todo ese periodo donde yo básicamente filmé, edité y reescribí. No necesariamente en el orden que normalmente las películas se hacen. Uno escribe, filma y edita dentro del estándar que se supone que es la industria. Nosotros, o yo, porque fue un trabajo bastante en solitario, sobre todo la escritura y el montaje de ese periodo mientras filmaba, el guion iba cambiando mucho. Incluso hasta el último minuto. Nosotros lo último que filmamos fue el final, y el final de la película fue algo que decidí a último minuto.
De esta búsqueda de la libertad que aborda la película se puede trazar una analogía con una búsqueda creativa tuya. ¿Qué nos podés contar acerca de la experimentación en el proceso de ir filmando, escribiendo y montando al mismo tiempo?
Por supuesto que tiene que ver con la libertad creativa personal. Es un camino que yo vengo recorriendo hace muchos años con las películas anteriores que hice. Y yo me encuentro en un estado permanente de anomalía. Todo el tiempo estoy tratando de correrme de las cosas que me pueden limitar, o me pueden obstaculizar. Y yo creo que el sistema en el que se basa un poco la industria del cine es muy limitante. Por lo menos para mi forma de trabajo. Yo necesito no tener muchas fronteras cerca, necesito estar medio sin saber mucho. Tener un terreno. Necesito moverme así para funcionar bien como director. Esta película pasó por todos los formatos, etapas y niveles diferentes que una película puede tener. Porque hubo un momento que fuimos también un rodaje de cine argentino sin un mango, que hay que filmar con un plan de rodaje. En un momento fuimos una película totalmente independiente donde éramos 6 personas. En un momento pusimos una cámara oculta en una pizzería. En un momento nos subíamos con la Sube al colectivo para filmar dentro. Y por un momento era un mega rodaje lleno de luces. En ese sentido fue una película que a mi me fogueó mucho como director. Porque también me ubicó en un lugar más industrial, y sin embargo no perdí esa fisonomía que fui adquiriendo dirigiendo películas más independientes. Y los coproductores entendieron claramente cómo era la cosa. Creo que en ese sentido la pandemia me vino bien. Fue una suerte de tregua en la industria. Más allá de los controles higiénicos, los controles en términos burocráticos eran más laxos. Y yo creo que hay un formato de producción posible para algún tipo de película, que creo que este ejemplo de Los delincuentes puede servir.
¿Qué se siente que una película con un espíritu independiente de esta índole haya pasado por Cannes, y ahora haya sido preseleccionada para representar a Argentina en los Oscars?
Es un gran malentendido todo, me parece fantástico que sea así. Es espectacular que sea una película que represente al Oscar y no sea una película con Ricardo Darín. No porque tenga algo en contra de él, sino que todas las películas tienen que tener una arquitectura que claramente esta no tiene. Pero bueno, Los delincuentes también tiene algo, que es lo siguiente: No depende de un tópico, no tiene un tema que esté en agenda, no tiene un tema histórico que la blinde de alguna manera. Es una película que se defiende por sí sola y creo que eso es su gran mérito, su fuerza.
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