“Decision to Leave”, la extraordinaria película del director Park Chan-wook, llega a los cines latinoamericanos para deleitar a la audiencia con un thriller policial y un romance prohibido.
*Esta reseña contiene algunos spoilers
Hae- Jun (Park Hae-il) es un detective prolijo, de voz pausada y amable, pero efectivo y admirado en su trabajo. El caso de un hombre muerto en una montaña es su nueva obsesión profesional, sin mucho antecedente comienza a armar el puzzle sobre qué es lo que puede haber pasado para que el hombre cayera de la cima de la montaña siendo un escalador asiduo.
Para realizar este proceso investigativo el detective parte entrevistando a la joven viuda del escalador, Seo Rae (Tang Wei), quien cubierta de un velo de misterio captura la atención del policía desde el primer momento, haciendo que este se debata entre la determinación que lo caracteriza para buscar cada detalle que ayude a encontrar al culpable y el latido creciente de estos impulsivos sentimientos por ella, que lo descolocan y que intenta oprimir. Así la historia se va construyendo a partir de esta dualidad y de cómo estos personajes comienzan a estar conectados desde que se ven por primera vez.
En cada escena vas conociendo un poco más de esta “pareja imposible”, el director va entregando información dosificada, como si los personajes hubiesen estado siempre reticentes de un mundo en el que no confían y recién pudieran conocer un poco de lo que se estaban perdiendo a través de conocerse. Es ahí la mixtura de género de romance que rodeada de thriller que regala el director y que la convierte en una historia atrapante y en sus dos horas, veinte minutos de duración no deja al espectador salir de ese mundo que construyó, obligándolos a sucumbir ante lo que está sucediendo en el interior de los protagonistas, y en esa incipiente relación que derriba todo deber profesional de un policía disociado entre su carrera como detective y ésta magnética obsesión por quien está catalogada como una sospechosa más de un crimen.
El director logra entregar a la audiencia una historia única, que incluso a ratos es tan inmersiva como una obra de teatro. Juega con la cámara desde planos abiertos hasta primerísimos primeros planos a través de tomas sobre los hombros que provocan al espectador ser parte de la escena y que traspasan la pantalla con emociones que puedes sentir como si estuvieras ahí junto a los protagonistas.
La visualidad, por otra parte, es majestuosa, no puedes descansar de querer ver cada detalle, siguiendo esta ilusión cada secuencia se vuelve adictiva en fotografía y narración. Todo es simbólico, delicado, fielmente articulado a su esencia rítmica pausada que abre la opción a fijarse en una performance exquisita mezclada con una escenografía maravillosa que se pasea entre pequeñas salas de estar y la playa en su inmensidad declarada. El cine coreano tiene ese don de la visualidad virtuosa, pero esta película es un placer sensorial.
Por último, decir, que la música marca el paso de la personalidad de los personajes principales y potencia cada escena que se debate entre esta tensión del suspenso y un seudo-amor prohibido, que construye una atmósfera perfecta para la increíble actuación de su elenco quienes se toman la pantalla y la inundan de sus propias luces y sombras.
Definitivamente esta película, que ya pasó por el festival de Cannes y Toronto, merece ser vista al menos una vez y desde hoy la puedes disfrutar en cines.