La presión y la sensibilidad del ballet se ven reflejadas en “Las Niñas de Cristal”, la nueva película española de Netflix
Para una primera bailarina el mundo del ballet tiene dos caras; Por un lado la suavidad, los cisnes y la expresividad; Por el otro el tener que lidiar con la envidia, la presión y la soledad. Eso es lo que se muestra en “Las Niñas de Cristal”, una película española de Netflix dirigida por Jota Linares. En la misma, Irene (María Pedraza) es elegida para reemplazar a su compañera María en el papel principal de la obra “Giselle” luego de que la misma se suicidara. A su vez, el film se enfoca en la amistad entre la protagonista y Aurora (Paula Losada), otra bailarina a la que le cuesta relacionarse con otras personas.
En esa línea es importante remarcar como el ballet se va introduciendo de a poco en la vida de la protagonista porque “Una primera bailarina no tiene amigas en el escenario”. Es interesante observar cómo el director muestra ese conservadurismo que hay dentro de aquel mundillo, donde para las clases más antiguas el arte debe ser una “obsesión” porque de lo contrario no sería arte, sino entretenimiento. Esto se ve principalmente representado por Norma (Mona Martínez), la directora de la compañía de danzas, que en su extremo sesgo por la disciplina lleva a Irene al punto de la locura y el aislamiento social de la misma manera que lo hizo con María. No es de menor importancia que gracias a ella Irene termina incurriendo en la bulimia. Las sutiles miradas de posesión y el cuidado en el habla le dan a la perfección un toque de antagonIsta.
El de Irene es un personaje que lleva la pasión como arma para defenderse en la vida de manera tal que, cómo dice en el párrafo anterior, llega a hacerse daño a sí misma. En primer lugar, a pesar del descontento de su padre dadas las pocas posibilidades laborales de la carrera, confía ciegamente de su trabajo como bailarina, es decir, cree en su talento. No es un personaje egocéntrico, sin embargo esa significación que tiene el papel principal de la obra le llevan a desconfiar de todos a su alrededor por miedo a que le hagan daño y le quiten su lugar. La actriz sabe cómo ponerle la piel de gallina al espectador pasando por momentos de tristeza, felicidad y enojo con la dosis justa de tensión que un personaje como el suyo debe tener.
Por otra parte, el personaje de Aurora lucha con su soledad e intenta ponerse en una relación amorosa que termina rompiendo su corazón. Mediante el uso de determinados gestos, movimientos y tonos de voz la actriz sabe cómo llevar la desesperación por no poder socializar produciendo incluso angustia en el espectador. Teniendo en cuenta que Irene es su única amiga, en cada una de las escenas que las involucran a ambas la co-protagonista parece demostrar un real interés en la otra persona. Además, su papel está marcado por tener una madre ex bailarina demasiado posesiva y obsesiva con el talento de su hija, así como también un padre abandónico, obstáculos que Losada logra pasar en su interpretación.
En cuanto al film en sí, se puede decir que quién lo vea se va a encontrar con una película de ballet que es un ballet. Es decir, si bien se deja espacio a la actuación en su sentido más clásico, hay muchas escenas de baile en los ensayos y por fuera de estos que dejan en claro algo; Irene no es la misma sin Aurora, ella le transmite tranquilidad. Hay que destacar la elección de escenarios que dotan a la obra de cierta estética serena. A su vez el film logra generar de una forma fiel esa oscuridad necesaria para el argumento. Por último, en cuanto a la selección musical, al principio hay algunos rastros de punk con la canción “Get good” de jake Shillingford y Nick Evans, pero esto luego se pierde entre la música clásica.
“El arte debe ser una obsesión, sino no es arte, es entretenimiento, y aquí no estamos para entretener a nadie. Para eso están el zoo y los monos”