Se estrenó en la plataforma de Disney Plus, una de las películas más esperadas del año. Protagonizada por Emma Stone y ambientada en una Londres en pleno auge de los 70’s, narra los orígenes de una de las villanas más odiadas del universo animado. En cinéfilos ya la vimos y te contamos qué nos pareció.
En 1994 puede situarse la génesis de los famosos live action de Disney, con la llegada de una nueva versión de “El libro de la selva” que pasó sin demasiada pena ni gloria, sobre todo comparada con su fresca versión animada de 1967. Fue en 1996 el momento del estreno de “101 Dálmatas”, reversionando el clásico infantil de 1961, con la fabulosa Glenn Close a la cabeza del proyecto dándole vida a una de las villanas más populares de la historia del cine: Cruella De Vil. La película funcionó gracias al carisma inigualable de Close, fórmula que intentaron replicar en “102 Dálmatas” (2000) y que resultó ser un fracaso comercial.
Corría el año 2010 y arribaba a los cines una de las películas más esperadas de la franquicia de Disney: la adaptación del clásico literario “Alicia en el país de las maravillas” (2010) dentro de un nuevo formato live action. El encargado de tamaña labor, fue nada más y nada menos que el reconocido y talentoso cineasta Tim Burton. Las expectativas fueron altas, pero el producto final resultó decepcionante. Todos los recursos estilísticos- producto de una avanzada manufactura digital- daban cuenta de la grandilocuencia de una superproducción que anhelaba aterrizar con fuerza y arrebatar una vez más los corazones del público más fiel a una de las obras infantiles más queridas de la historia literaria y cinematográfica.
Tales largometrajes resultaron ser la raíz de una decisión artística bastante irregular, donde los refritos de los grandes clásicos animados de Disney en su versión de acción real, suponían cierto “revival” nostálgico para una audiencia que no se cansaba de rememorar aquellas producciones tradicionales dotadas de cierto aura mítico y popular.
Pero no necesariamente el objetivo consistía en poner el ojo en la historia ya conocida, sino también marcar un punto de inflexión en la adaptación edulcorada detrás de todo clásico. Se comienza a indagar entonces en los inicios de los villanos más odiados, en las némesis de los héroes y heroínas que gozaban de bondad y ternura infinita, dotándolos en esta oportunidad de cierta cualidad “humanitaria y virtuosa”, pero que, siendo presionados por una situación extrema e injusta, caen del ansiado paraíso y devienen en tiranos cargados de odio.
“Maléfica” (2014) fue uno de estos ejemplos. Encarnada por Angelina Jolie, nos muestra la vida apacible de un hada que confía en el ser amado para que éste sin piedad le arrebate (desde lo simbólico y literal) sus alas y su capacidad de volar y de volver a creer en el amor. Tal película resulta forzada y sosa desde lo argumental, el personaje de Maléfica no cumple con un arco narrativo coherente y para empeorar aún más las cosas, deciden invocar una secuela que por afán comercial y marketinero resulta una prolongación innecesaria y costosa.
Craig Gillespie (Lars y la chica real; Yo, Tonya) es quien se halla detrás de la realización de esta nueva adaptación que busca escarbar en los orígenes de la inescrupulosa Cruella De Vil. Y no resultaba ser tarea fácil, porque empatizar con una asesina de perros que no muestra un sólo atisbo de amor por su entorno y mucho menos por la vida animal dentro de los eslabones más débiles (como las crías de los dálmatas) era algo muy complejo de lograr.
Pero Gillespie no cae en los recursos burdos o en el abuso de tecnologías artificiales y pomposas. El baluarte de esta película reside en un guion puntilloso y osado (sobre todo teniendo en cuenta la productora que lo auspicia), la fórmula mágica resultante del duelo actoral de dos Emmas (Stone y Thompson) espejadas y enemistadas a muerte, como asimismo la ambientación maravillosa de una Londres en la década del ‘70 en pleno auge del punk rock y acreedora de una moda disruptiva, oscura y violenta, que encarnaba la idiosincrasia de una juventud embebida en un clima anárquico y sediento de quebrantar toda norma tradicional y conservadora.
El personaje de Cruella intenta (desde ciertos arquetipos no tan extremos) sintetizar parte de esta ebullición social producto de un determinado contexto. La elección atinada del vestuario compuesto por distintos híbridos textiles y eclécticos, donde conviven corsés, tules, cuero, retazos, maquillajes y peinados caricaturescos, dan la noción de legitimar cierto espíritu de época. La mejor parte es que logra asimismo justificar algunos fragmentos de la cultura popular inglesa, no sólo desde lo musical, la moda o sus distintos escenarios, sino también a través de lo literario.
Al comienzo de la película, una joven Cruella recientemente huérfana conoce a dos menores que al igual que ella, se ven solos en el mundo con una imperiosa necesidad de subsistencia colectiva; aguantando en conjunto los golpes que les toca recibir y conformando una tierna noción de familia electiva; cometiendo asimismo distintos robos y estafas que les permiten dar su pequeño aporte “rebelde” a la causa. Es inevitable que tales referencias no sean vinculadas a la obra de Charles Dickens, uno de los escritores británicos más notables y comprometidos en narrar la vida de los menores de edad en una Inglaterra en pleno auge de la segunda revolución industrial, tomando al personaje de Oliver Twist como uno de sus mejores exponentes.
Cruella nace bajo una condición que la vuelve excepcional: tiene el cabello bicolor. Está claro que ambos extremos monocromáticos dan cuenta de la dualidad de su alma. Así como Jekyll y Mr Hyde personificaban los polos opuestos de un mismo individuo, Estella y Cruella se erigen bajo el mismo criterio. Mientras que la versión de una Estella culposa y sumisa post tragedia decide “actuar debidamente” abandonando todo hecho delictivo, tenemos a su vez la contracara tenebrosa de esta mujer pulsando con violencia, famélica por salir y comerse el mundo.
Porque Cruella además de tener un color de pelo particular también entiende que mucha grandeza se esconde detrás de ella. Se auto percibe como “distinta”, indómita, rebelde y vanguardista. En ella pueden abreviarse varias de las nociones y estereotipos en los que recae la construcción de un “artista maldito”.
Porque el revés de tanta genialidad siempre trae aparejada alguna consecuencia muy poco ortodoxa: la soberbia, el narcisismo, la falta absoluta de escrúpulos, el desamor, la locura, la violencia y la muerte. Un ejemplo magnífico de ello es el personaje de la Baronesa Von Hellman (Emma Thompson), quien es capaz de cualquier tipo de artimaña maquiavélica con tal de sostener su corona y autonomía como dueña de un imperio creado bajo su imagen y supervisión.
El choque de estas mujeres que intensifican al extremo sus pasiones, trae aparejados resultados bizarros y beligerantes. Se odian aun sabiendo que actúan como espejo de la otra. Cada una por su parte encarna dos procesos históricos distintos: Von Hellman es la viva imagen de un concepto de alta costura más tradicional y aristocrática, mientras que la joven Cruella comienza a forjar su estilo alineado a un espíritu de época tumultuoso.
Los guiños hacia el clásico de 1961 son sutiles y están bien resueltos. Un buen ejemplo de ello es la presencia de los protagonistas de la versión animada pero esta vez en calidad de personajes secundarios (Roger Radcliffe y Anita Darling), como también la escena en la que Horacio señala a la salida de una peluquería canina que algunos perros se parecen a sus dueños. Sin embargo, no abundan este tipo de referencias, dado que el objetivo de la película consiste precisamente en no vivir bajo la sombra de ninguna de sus antecesoras, donde las comparaciones resultan en cierta forma odiosas e inevitables.
Mucho se habló de que el personaje interpretado por Stone no iba a poder superar la caracterización de Glenn Close. Pero la versatilidad de esta joven actriz nos sigue demostrando que tiene la capacidad de adaptarse a cualquier desafío profesional que se le presente en el camino. A tal nivel de que inclusive en sus momentos de mayor oscuridad, logra que el público empatice con su historia. Porque Cruella no deja de ser un personaje trágico, a quien todo le fue arrebatado exceptuando su ambición, ingenio y cierto sentido retorcido de la resiliencia.
Existe cierta mixtura e influencia de dos películas puntuales como es el caso de “El diablo viste a la moda” (2006) y “Joker” (2019). Pero daría la impresión que el motivo de tales evocaciones no consiste en una copia pérfida y literal, sino más bien en una especie de tributo u homenaje a personajes polémicos y memorables. Dos mujeres enfrentadas dentro del mundo de la moda, donde la relación de poder puede mutar en una guerra de hedonismos desenfrenados y que asimismo implica una vorágine o espiral hacia la locura de una Cruella que deviene en antiheroína compleja y multifacética.
Le elección del soundtrack merece un tratamiento aparte. Canciones de eximios artistas como The Rolling Stones, Supertramp, Bee Gees, Nina Simone, The Clash, Florence and the Machine (quien compone la canción original “Call me Cruella”) musicalizan de manera extradiegética secuencias claves dentro de la película. Mucho se ha criticado esta selección dado que puede pecar de cierta literalidad; pero para ser honestos el acompañamiento de determinado giro dramático con una música que pierde fuerza poética o metafórica; no logra mermar aun así la química y adrenalina de las escenas de mayor acción, reforzando el arco narrativo del personaje y su posterior desenlace.
Cruella es uno de los exitosos intentos de no caer en un feminismo mal traducido, en una generalidad de “girl power” sin fundamentos más que los marketineros. Disney viene abusando de ciertos recursos políticamente correctos y su obra más representativa es “Mulan” (2020) en su nueva versión live action. Todo aquello de lo que carece esta última, donde se banalizan conceptos mal gestionados acerca de debates profundos, urgentes y actuales, en el caso de Cruella se evitan y son abordados con extremo respeto y sentido picaresco.
Definitivamente estamos ante la mejor adaptación de acción real de los últimos tiempos. Cruella transmite frescura y diversión genuina frente a tanto pastiche visual e ideológico. Superando las dos horas de metraje, con un guion robusto, un cuerpo actoral soberbio (lástima la poca participación del brillante Mark Strong), un vestuario impecable y banda sonora atinada, el tiempo vuela al consumir el resultado de un producto bien hecho y explotado.
Difícil poder eclipsar a una Cruella muy receptora de su talento y sincronizada con su deseo más profundo y personal. Más allá de las ambivalencias, el mensaje resulta poderoso. El universo femenino se abre paso después de siglos de opresión y la imagen que mejor puede llegar a representar lo que se define como empoderamiento, sienta sus bases en la duplicidad que encierra todo individuo. La naturaleza humana es compleja e inabordable. Celebremos la osadía de poder construir personajes que intenten dar cuenta de ello.