LUna comedia atípica de AMC con mucha personalidad propia, sobre una logia secreta, mucha cerveza, filosofía, productos de plomería, alquimismo, focas y las réplicas cósmicas en las acciones de un surfista californiano que no se hace mucho problema por nada.
Hay una máxima que se atribuye a la geometría sagrada, al alquimismo y al tarot que dice “Como es arriba, es abajo” (As above, so below) y que está relacionada con la teoría metafísica de que el cuerpo es un espejo del universo. Los cambios a nivel microscópico tienen una influencia macroscópica. Si una enfermedad afecta al cuerpo, es el universo el que se termina enfermando. Y aunque todo esto parezca la premisa de una docuserie sobre medicina holística y filosofía new age, no es más que la premisa de “Lodge 49”, una comedia tan tranquila como su protagonista, Dud, un surfista retirado por una herida de serpiente que además, está afrontando la desaparición de su padre (también surfista) con una explosión de positividad y la idea de que el universo le mostrará el camino y le dará un rumbo a su vida.
Dud vive del aire: perdiendo el tiempo en la tienda de rosquillas de su amiga, ocupando su ex departamento cuando está vacío, sacando créditos con el prestamista local sabiendo que nunca va a poder devolvérselos y haciendo oídos sordos a la idea de conseguir un trabajo porque “Los nativos de la zona vivieron 3000 años de la pesca y la siesta antes de que los colonicen entonces por qué yo no” Y aunque todas estas presiones nos terminarían escupiendo a un personaje como el protagonista de “Uncut Gems”, en “Lodge 49” todo se toma con mucha paz, aunque sea la muerte, la locura y la depresión. Y aun cuando los personajes pierden el control y revelan lo peor de ellos mismos no dejan de ser… ¿Tiernos? Es una serie que reboza de ternura y cotidianeidad, cosa que se mezcla con mucha personalidad propia con el elemento que da título a la serie.
La Logia es la sucursal nº 49 de la Orden del Lince, una sociedad secreta, no tan secreta, con sede en Londres, creada por un excéntrico, tal vez un genio, llamado Merrill, que buscaba a través de la alquimia la pureza del alma. Esto es en los papeles, porque en la práctica, la sucursal de Long Beach es más bien un club de gente que se junta a tomar cerveza. Si, tienen una escala jerárquica (Escuderos, caballeros y un líder supremo) y un muy leve hermetismo al mundo exterior, pero la logia parece una excusa para beber y hacer amigos. Pero la aparición de la logia en la vida de Dud es meramente accidental… o tal vez no, tal vez forma parte de un complejo plan del universo para cambiar su vida y la de cada una de las personas que lo rodean.
Lodge 49 es una de esas series que están concentradas en los cambios mínimos de sus personajes. La historia, a simple vista, es común, cotidiana, el cast parece estar sumergido en alguna suerte de bruma que los ha detenido en el tiempo e impedido que logren alcanzar su potencial. Todos parecen dignos de un destino superior pero están anclados en vidas insípidas, que parecen no advertir o de las que hacen la vista gorda para no aceptar este letargo. Ernie, el vendedor mayorista de artículos de plomería, que en la logia es “caballero” y aspirante a “líder supremo”, no logra sentar cabeza a pesar de tener más de 50 años, existe en un estado de fastidio constante y vive corriendo atrás de un amor de la adolescencia que ya tiene la vida hecha, pero que no logra ser apreciada por su talento como periodista. Liz, la hermana de Dud, se refugia en su mediocre trabajo como camarera en un bar de pechugonas a los “Hooters” rehuyendo a constantes ofertas para crecer profesionalmente, con cada escapada evidenciando más su depresión y miedo a progresar. Así, todos los personajes parecen gravitar alrededor de esta modorra al éxito y es en el caso de la logia, que sirve como refugio y lugar de significancia para gente que en la sociedad no corta ni pincha. Pero siempre está la idea del potencial, cómo en el caso de Blaise St John que a simple vista es el dueño alucinado de un casa de marihuana medicinal pero detrás de su personalidad excéntrica se encuentra tal vez uno de los últimos filósofos y alquimistas y alguien que muy probablemente tenga más respuestas de las que parece.
El tema principal de la serie, cómo nuestros problemas afectan al universo, se hacen visibles en cada vuelta de trama que tiene la historia. Extraños eventos suceden casi por arte de magia, pero en realidad no son otra cosa que ecos de las acciones de los personajes que se replican hacia esferas de existencia más elevadas, cuyas ondas vuelven en forma de autos que se detienen en el lugar correcto, anillos que aparecen en medio de la playa, bandadas de cuervos que acosan a los personajes o prestamistas a los que de repente les crece una conciencia. Y todo esto nos convence de que la actitud extremadamente positiva de Dud va en sintonía con los designios del universo, pero claro, las cosas nunca son tan fáciles.
Lodge 49 es una bestia única. Es una comedia, pero no es una comedia. Tiene tintes surreales, pero no predominan sobre la trama. Hay momentos sumamente humanos pero no bordean lo dramático. Es una serie humana con una dedicación muy clara en hacer que sus personajes sean entrañables, particulares, cuyas vicisitudes sobresalen en un entorno donde parece que no pasa nada. El enfoque que hace el creador Jim Gavin es difícil de encontrar y además suma algunas participaciones como la de Bruce Campbell, Chech Marin o Paul Giamatti (que a su vez es productor) que suman a una serie que ya tiene de por sí un cast sólido y tan atípico como el de su premisa. Lodge 49 es tan particular que no sobrevivió a su personalidad. Solo dos temporadas de diez capítulos cada uno en un mercado que no respeta el sello único hasta que el tiempo da la razón a la obra convirtiéndola en algo de culto. Tal vez, los ecos de esta serie sin mucha gloria, repiquen en el universo y le devuelvan el reconocimiento que merece.