El creador de sexto sentido se pone al frente de una serie de misterio y terror sobrenatural donde nada es lo que parece, con un formato ágil y una premisa que recuerda las mejores versiones del director.
Cuando es malo, lo que toca M Night Shyamalan es una especie de producto saturado por un amor demasiado grande por sí mismo, por su idea de visionario y de gamechanger del cine, que se hunde por su propio peso con un montón de incongruencias de guion y que a pesar de tener un estilo muy marcado e interesante a la hora de filmar, termina haciendo agua por todos lados. Pero cuando es bueno, M. Night Shyamalan es realmente bueno, como una torta con un corazón delicioso que requiere de varias capas de misterio superpuestas para disfrutarse en su totalidad. Es una experiencia completa, que es cierto, requiere un poco de amabilidad con la forma en la que construye sus historias, pero que cuando cumple, cumple con creces.
Servant es un gran ejemplo de que sucede cuando M. Night Shyamalan explota su genio sin dejarse cegar por él. La historia de Leanne, una joven niñera que llega a la casa de los Turner, un matrimonio formado por una presentadora de televisión y un chef prestigioso que esconden un particular secreto: No hay niño que cuidar. Los Turner perdieron a Jericho, su hijo recién nacido en circunstancias que desconocemos y ahora, como parte de una terapia experimental, tienen un muñeco casi real, que la esposa está usando hasta el momento en que tengan que decirle la verdad. Pero cuando el elemento Shyamalan entra en juego, lo que parece al principio un thriller psicológico, comienza a tomar rumbos inesperados. Sean, el marido, comienza a desconfiar de la niñera y su carácter religioso y silente, colgando efigies en forma de cruz sobre la cuna del falso bebé y comportándose de manera extraña, y termina estallando cuando en lugar del muñeco, el marido encuentra… a Jericho.
El tono de la serie que se desarrolla casi siempre en la casa, es claustrofóbico y opresor, dando lugar a mil sospechas y conjeturas en las que nunca sabemos si lo que está sucediendo realmente está pasando o nos están contando distintas percepciones sobre la realidad. ¿Es un thriller psicológico? ¿Es pánico satánico? ¿Es terror religioso? Todas las opciones son posibles en Servant. El tiempo que permanecemos dentro de la casa con los personajes nos hace confiar ciegamente en ellos o dudar por completo. A veces parece (y esto es un sello del autor) que no hay mundo afuera y que todo el mundo se concentra en la enorme y majestuosa casa de los Turner, con sus tres pisos, su sobrecogedora cocina y la cava del sótano. Claro que Servant se toma ciertas libertades en esta realidad hermética en la que a veces se desarrolla y si bien no contribuye a boicotear el misterio y el ritmo de la trama, es cierto que a veces requiere de un espectador amable y no uno que esté buscándole el pelo al huevo en cada minuto que pasa. Pero cuando da respuestas, son respuestas contundentes y estos capítulos, los más shockeantes, son dirigidos por Shyamalan y cumplen todas las expectativas dando más de lo que uno esperaba, con algunas vibras de Sexto Sentido, El Protegido y The Visit (lo mejor de esta última). El resto de los capítulos son dirigidos por otros cineastas entre los que destaco los que se cargan al hombro Alexis Ostrander y Lisa Brühlmann.
Gran parte de la culpa de que Servant sea tan buena en su atmósfera y en la tensión que conduce el misterio se debe a las actuaciones de su elenco. Nell Tiger Free (si, ese maravilloso nombre es su nombre real) interpreta a Leanne y fluctúa entre la inocencia y una malicia casi infantil pero que provoca muy mala espina y esa dualidad es donde los enigmas de la serie se sostienen con más fuerza. El matrimonio de los Turner, interpretado por Lauren Ambrose y Tony Kebell tiene una química deliciosa. Por momentos parecen enemigos pero siempre parecen estar unidos por un amor invisible del que hay pocas pruebas pero siempre está ahí, presente de algún modo. Ambrose (como Charlotte) mantiene una actitud positiva y feliz que parece forzada todo el tiempo, con momentos en los que su mente parece irse a otra parte y todo se vuelve tenso y el trabajo de Kebell (como Sean) siempre desconfiado e incómodo, desagradable y cínico hace que las situaciones en las que su humanidad sale a la superficie se vuelvan muy poderosos. Rupert Grint, un actor que ha crecido muchísimo desde que egresó de Hogwarts, interpreta al tío de la criatura, un hedonista completamente perdido y frío, un papel en el que uno no parece cuadrarlo pero que no solo maneja con soltura, sino que evoluciona de forma perfecta para la trama.
A pesar de su atmosfera llena de misterios, eventos inexplicables y giros extraños, Servant es una serie ágil. 10 capítulos de media hora cada uno la vuelven una opción más que recomendable y aunque no todos los capítulos terminen con un gancho, hay momentos donde devorar capitulo tras capitulo se vuelve inevitable. Además, el suspenso que maneja Servant está casi privado de jumpscares y formas del terror más banales. Acá lo que vale es la atmósfera y los preconceptos que tengamos, lo que esperemos y lo que la trama nos termine dando, con momentos donde sin necesidad de violencia o monstruos, nuestros nervios se retuercen de forma cruel y donde la trama se va abriendo a potenciales nuevas amenazas y elementos de su propia mitología que nunca desentonan con la construcción del misterio y que abren las chances a lo que se planea, una serie de muchas temporadas y muchas emociones y horrores por descubrir.