Amparado por Eminem, Joseph Kahn hace estallar la pantalla con una película sobre batallas de rap que es mucho más que eso: Ida y vuelta de la corrección política, avalancha visual y uno de los mejores antihéroes que nos ha dado el cine contemporáneo.
Calum Worthy interpreta a Adam, un estudiante de letras que está escribiendo una tesis sobre el uso de la palabra “Negro” en las batallas de rap. Cuando conoce a uno de sus referentes, ingresa sorpresivamente al mundo que pretendía investigar, como un nuevo talento que lentamente, se va obsesionando con el reconocimiento y una euforia destructora que va a cambiar para siempre su vida.
Joseph Kahn es un escándalo visual, volcando todo lo que aprendió como un reconocido director de videoclips en un coctel tan violento como la trama de la película. Bodied es violenta y se ve violenta, como si fuera la versión honesta, explosiva y llena de adrenalina de lo que David Ayer quiso hacer con Suicide Squad y con lo que se quedó en la línea de largada. Los raperos disparan balas imaginarias, los nombres aparecen de la nada como si fuera una pelea del Mortal Kombat, los pensamientos de estos poetas urbanos se vuelven sólidos, representaciones físicas de aquello en lo que están pensando en pleno fragor de la batalla.
Bodied es explosiva en su puesta en escena y en su concepto. Sin tomar prisioneros, la película se burla de todos los tópicos y temas sensibles modernos con una visceralidad que haría sonrojar a South Park. Pero no se queda solo en eso, no se mofa de la sensibilidad actual, sino que usa esta filosofía de “Decir lo que pienso” u “Honestidad brutal” para mostrar realmente lo que puede lograr la falta completa de consciencia en la palabra, a donde podemos herir con nuestros prejuicios, por más que estén disfrazados de poesía o ficción. Pero tampoco adoctrina, es decir, uno puede tomar lo que quiera de la película, ya sea esta ida y vuelta en su visión sobre la corrección política o la brutalidad con la que ametralla a la audiencia sin importar a quien le moleste lo que diga.
La palabra, pelada, desnuda, de los raperos, enfrentados sin ningún tipo de base de fondo, solo con el poder y el filo de su lírica es el núcleo ardiente de la película. Vivir y morir por la batalla, por el honor en medio de la multitud, por la fuerza de la prosa, la matemática de los versos y los juegos de palabras, el conocimiento de las debilidades del enemigo y las propias, para contraatacar, en lo que pareciera más una tesis del “Arte de la Guerra” que lo que uno cree que es una batalla de rap, pero desarrollado con un gran respeto por una de las formas más efectivas y feroces de la poesía moderna.
La interpretación de Calum Worthy, que va de un tímido estudiante interesado en un mundo que ve desde afuera a convertirse en su mismísimo epicentro, mientras todas sus relaciones se ven afectadas por un ascenso que aunque ponga todo en riesgo parece ser un destino manifiesto para el personaje de Adam, su propia revancha contra un mundo hipócrita y cobarde. Acompañado por una troupe de personajes fuertes pero que bajo la capa de dureza esconden una humanidad frágil, forjada en este mundo de insultos, hacen que la película no sea solo un festín visual y para los oídos, sino una historia bien conducida, con una historia a prueba de balas.
Producida por Youtube Originals junto a los productores de 8 Mile y el mismísimo Eminem (que es víctima de varias de las rimas de la película), Joseph Kahn reinventa la historia de Slim Shady con una película que tiene nitroglicerina inyectada en las venas y que no toma prisioneros. El ascenso de un protagonista que se convierte en antihéroe tan rápido, que parece una montaña rusa plagada de insultos y un director que desde Detention (2011) que no deja de revolucionar cada género que toca.