A más de dos décadas, el actor recordó cómo fue el rodaje de la película cuando tan solo tenía 5 años y habló de los trabajos que se vienen en su carrera
A los 5 años, cuando Giorgio Cantarini vivía en un pueblo de apenas 13 mil habitantes en Italia, no pensaba en su carrera actoral ni mucho menos. Pero sus tíos compraron una edición del diario en la que les llamó la atención un pequeño aviso: buscaban a un niño actor para la próxima gran película de Roberto Benigni, y la descripción coincidía casi a la perfección con su sobrino.
Así, hablaron con los padre de Giorgio, que creyeron que era una buena idea y lo llevaron al casting. Sin embargo, al ver la gran cantidad de chicos que había, no creyeron tener la menor chance. “Mi mamá pensó: ‘¿Qué estamos haciendo acá? Hay muchos chicos, somos de un pueblito, no somos nadie’. Pero terminó saliendo bien”, contó Cantarini, que se terminó quedando con el papel del pequeño Giosue en La vida es bella.
Tres años más tarde, le llegó una segunda oportunidad, de la mano de Ridley Scott, cuando trabajó en Gladiador. Todo parecía indicar que la carrera de Giorgio iba en ascenso, pero tanto sus padres como él tenían otros planes. Mientras Cantarini no pensaba tanto en ser actor sino en ser un chico normal y jugar al fútbol, en su familia querían conservar el contacto con la industria pero sin ceder ante las presiones y la locura de la industria cinematográfica.
De esta forma, transcurrieron 22 años en la vida de Cantarini, que con el aliciente de que las dos películas en las que trabajó como niño le valieron un Óscar a su protagonista, mantuvo un perfil más bajo y alejado de Hollywood. Ahora, con 27, tiene un objetivo muy claro: triunfar como actor en el plano internacional y volver al ruedo con producciones de mayor escala. Por eso, a los 20 se propuso aprender inglés, tiene un agente en Francia y dos proyectos con potencial en Berlín.
—Si bien tuviste algunos trabajos como actor, después de Gladiador no tuviste mayores papeles. ¿Cómo fue esa decisión?
—Después de eso hice comerciales para los Estados Unidos y alguna película para televisión. En ese momento, eran mis padres los que tomaban las decisiones por mí y no querían que fuera actor, pero tampoco querían que pierda el contacto con ese mundo. A veces, si había un proyecto interesante me preguntaban si quería probar, y les decía que sí. Pero en ese momento no soñaba con ser un actor. Mis padres preferían una vida normal, ir a la escuela, jugar al fútbol. Quería ser un chico normal.
—¿Qué recordás de ese primer gran trabajo en La vida es bella? ¿Te explicaron algo de la trama?
—No trataron de explicarme los datos históricos, pero Benigni me la contó como cuando le contás un cuento a un niño. “Es una historia con buenos y malos, nosotros somos los judíos, somos los buenos, con la ropa a rayas. Los otros son los alemanes, con uniformes, son los malos. Tenemos que intentar escondernos de ellos, no hacerlos enojar…”. Algo así. Tenía 5, no podía entender.
—Fue la misma explicación para vos que para Giosue…
—Sí, exacto, quizás por eso funcionó también.
—¿Cuándo la viste a conciencia por primera vez?
—No fue una revelación de un momento. Fue un proceso. Vi la película muchas veces y cada vez que lo hacía entendía algo nuevo. Como la escena en Italia donde hablan de qué piensa de la política, y el hombre le grita a sus hijos que se llama Benito y Adolfo, eso lo entendí de grande.
—¿Tu familia te contuvo de alguna forma en especial?
—Honestamente no me acuerdo. Una vez tuve la percepción de que estaba viviendo algo que de verdad le había pasado a alguien. Le pregunté a mi mamá, si pensaba que había un chico como yo, rubio, flaco, que se llamaba Giosue como yo en la película, y me dijo que seguro que sí. Empece a entender que lo que estaba haciendo había pasado antes. Fue la primera vez que tuve un pensamiento así.
—¿Cómo fue trabajar con Roberto?
—Fue muy amable conmigo, muy profesional, siempre sonriendo. Cuando estaba cansado o algo así, siempre trataba de hacerme reír o de entender qué me molestaba. Me preguntaba qué me pasaba, si había alguien en el set que no me gustara, y si le decía que sí, lo echaba. Estaba estaba bromeando, obvio, pero para mí fue muy bueno.
—¿Tuviste la oportunidad de ir a los Óscar?
—Sí, pero no fui a la ceremonia. La razón es graciosa, estaba cansado por culpa del jetlag. De hecho estaba en Hollywood, pero no fui a la ceremonia. Mi madre no quería despertarme u obligarme a ir. Tenía 6 o 7 años en ese momento, no me importaban. Ahora, sé que si hago bien el trabajo puedo volver a ir por otras películas, ése es el sueño.
—¿Te reconocen en la calle?
—Pasaba mucho cuando era chico, después cuando crecí no tanto. Aunque al día de hoy pasa, sobre todo cuando me afeito o tengo el pelo más corto. Hasta en Nueva York. A veces me impacta, la gente me mira por 5 segundos y me dicen que me vieron en algún lado, y se dan cuenta: “¡Ah! ¡La vida es bella!”.
—Después llegó la experiencia en Gladiador. ¿Qué recordás de eso?
—Muy linda. Estuve sólo 3 días en el set porque era verano, en un lugar muy lindo en Toscana que no quedaba lejos de mi casa. La gente fue muy buena conmigo, Ridley Scott fue muy amable. Me divertí por 3 días en la naturaleza con el traje romano, jugando con un caballo. Había una granja con animales, fue divertida. Fue una producción muy grande, todo era muy grande. Pero en La vida es bella también era grande, sobre todo lo que mostramos en el campo de concentración.
—¿Qué pensás de la industria cinematográfica italiana?
—Me gusta la de antes la de postguerra, el neorrealismo, Roberto Rossellini, Federico Fellini, era muy diferente. Ahora no tenemos tanto dinero para gastar y no es como en los Estados Unidos o en Francia. Pero eso obliga a la gente a pensar más. Los directores y guionistas tendrían que hacer más esto, tomar más riesgos. Muchas películas de ahora no toman riesgos, no se rompen las reglas.
En el horizonte laboral: Una película con Antonio Banderas y Alec Baldwin
Mientras dice que uno de sus sueños es visitar Sudamérica, conocer Argentina, Chile y Colombia, porque “creo que tengo un vínculo especial, muchos de mis amigos son de allá, una de mis mejores amigas es de Buenos Aires, Josefina Barone”, Giorgio piensa en su carrera actoral. Según explicó, a los 20 empezó a mirar series y películas en inglés, con subtítulos, para mejorar su idioma. “En Italia la televisión eso solo en italiano, tenemos los mejores actores de doblaje. No tenemos esa cultura de ver las cosas en su idioma original. Estuve un mes estudiando en New York Film Academy, pero tengo mucho trabajo que hacer”, aseguró.
Sin ir más lejos, entre sus planes, está el de mudarse a Nueva York, y ya tramitó su visa para trabajar como artista.
Para su fortuna, tiene la agenda ocupada y tiene que pensar en el presente, que lo tiene trabajando en Berlín, a donde fue a rodar un piloto para una serie sobre un joven pintor y ahora volverá a filmar un corto que adaptará La divina comedia en la década del 90, y transcurrirá en un club bailable. Además, tendrá un pequeño rol en Lamborghini: The Legend, película de Bobby Moresco (Crash) que cuenta con un reparto en donde resaltan Alec Baldwin y Antonio Banderas. Allí, interpretará a uno de los hermanos de Ferruccio Lamborghini (Banderas).