Ya hemos visto a Spike Lee lidiar con problemáticas actuales, especialmente de la comunidad afroamericana, pero esta parece ser la película que más signos de advertencia tiene.
En Chi-Raq Lee denunciaba la brutalidad que se vive en Chicago, en He got game el negociado de las ligas deportivas “amateurs” y, claro, en Malcom X la historia del trato hacia la comunidad afro. En Blackkklansman, una historia basada en hechos reales, el director parece querer llamar la atención, no solo de Estados Unidos pero de todo el mundo, sobre el racismo y las dificultades a las que se enfrentan las minorías.
Después de una pequeña introducción, que nos pone en guardia sobre lo que va a venir, conocemos al protagonista, caracterizado por John David Washington, el hijo del mismísimo Denzel. Al igual que su padre, John David parece llamar la atención de la cámara de Spike de una manera especial. Ron Stallworth (un nombre que bien podría haber inventado Spike Lee) es el primer policía negro en Colorado Springs, y desde que vemos su entrevista con el jefe de policía sabemos que este no va a ser un camino fácil de transitar.
Stallworth quiere trabajar como detective infiltrado, y lo logra cuando le asignan presenciar un discurso de ex Panteras Negras para estudiantes universitarios. En una escena perfectamente ejecutada por Corey Hawkins (Straight outta Compton) vemos como el héroe lucha con la dicotomía que se plantea a través de la película, ser parte de una minoría, de la sociedad blanca y una institución racista.
Luego de ver un anuncio en el diario, Stallworth logra contactarse con el líder del KKK de Colorado Springs, y entablece una relación. Estas escenas son mostradas con humor, con la ayuda de la gran edición del recurrente colaborador de Lee, Barry Alexander Brown. Pero el problema llega cuando el detective tiene que encontrarse en persona con la “Organización”. Aquí es donde Adam Driver, con la mejor interpretación del film, hace su aparición como Flip Zimmerman, quien deberá suplantar a Stallworth y ayudarlo a desactivar el atentado del Klan. Estas escenas, a diferencia de las charlas telefónicas, están cargadas de tensión. No solo el detective parece estar en riesgo constante de ser reconocido, sino que logramos ver la pelea interna en el personaje de Driver, entre su judaísmo y el papel que tiene jugar con los miembros del clan.
Este forcejeo no es claro desde un principio, pero con el paso del tiempo llegamos a entender más al personaje. Esta puede ser la razón por la que uno se siente un poco más atraído a Zimmerman que a Stallworth. Mientras que vemos muy claramente cuál es la motivación del personaje principal, no es del todo clara la de su compañero. Esto no menosprecia la interpretación de Washington, que aunque no logra tener la presencia de su padre en la pantalla (pero si una idéntica voz), muestra que no es solo la sombra de su fama, y que está muy a la altura de sus contrapartes.
Lee nos lleva a los 70’ de una manera magistral, lo que muchas veces se intenta hacer solo con vestuario y peinados. Vemos las pantallas dobles de las series de la época, los personajes hablan de clásicos del cine negro como Super Fly y Shaft y la banda de sonido no deja de llevarnos a las mejores épocas del funk y el soul. También ayuda que el director haya decidido no filmar este proyecto en digital.
Aunque mucha gente fuera de Estados Unidos pueda no sentirse identificada con esta historia, Spike Lee y el productor Jordan Peele (Get out) nos están advirtiendo sobre un problema global. Nos muestran que tienen esperanza, pero que no es una esperanza ciega. Apariciones de grandes figuras de la comunidad negra y el uso de imágenes reales, antiguas y contemporáneas, hacen esta película una experiencia emotiva y poderosa. Blackkklansman quiere que finalmente despertemos y empecemos una conversación.