Spoiler: Three Billboards outside Ebbing, Missouri es una de las películas que, sin ser una obra maestra o un film redondo, más aire fresco han aportado a un año cinematográfico verdaderamente lamentable en cuanto a calidad artística. Banales films de superhéroes, vacíos de contenido y en los que la pirotecnia más ruidosa y aparatosa toman el control de la producción, se han hecho con el control del mercado como simples pasatiempos opiáceos para las plateas.
McDonagh nos sumerge en una historia de violencia encuadrada en una pequeña población de la América profunda a través de unos personajes ásperos y duros. Frances McDormand merece todos los premios que se vaya a llevar en su interpretación de una para nada ejemplar especie de madre-coraje, que se enfrasca en una guerra sucia contra el Departamento de Policía de Ebbing, tras el asesinato y violación de su hija. Han transcurrido siete meses desde el brutal suceso y aún no hay detenidos ni pistas.
El realizador es capaz de lograr un ejemplar equilibrio a la hora de retratar a todos sus personajes con cariño y respeto y a su vez mostrarlos como sujetos llenos de ira y violencia. En Three Billboards no hay héroes, más bien personajes con los que uno empatiza más o menos pero que seguramente no querríamos conocer en nuestras vidas reales. Personajes más bien tristes, fracasados todos ellos. Quizá el único que mantiene cierta dignidad sea el idealista sheriff interpretado por Woody Harrelson.
El resto son alcohólicos que viven con su madre y que aprovechan su posición de poder dentro del sistema de legalidad para apalizar a quien consideren merecedores de ello; enanos que buscan cariño y consuelo; adolescentes avergonzados de su madre; dueños de empresas de publicidad que buscan el dinero; violadores; maltratadores que mantienen relaciones con mujeres mucho más jóvenes que ellos; viejas que siguen soñando con los valores del viejo Dixieland… Todos ellos muestran su turbiedad a través de unos diálogos tremendamente punzantes en su contenido, llenos de energía y creatividad, en momentos en los que el humor negro hace acto de presencia por la absurdidad del contexto: Mildred (McDormand) agarrada del cuello por su ex-marido (John Hawkes), mientras el hijo de ambos amenaza a su padre con un cuchillo en la garganta indican a la joven novia del segundo dónde está el baño, ya que ésta ha entrado en la casa porque no aguanta más las ganas de orinar.
La ambigüedad de los personajes es la nota predominante. Mildred busca desesperadamente paliar el sentimiento de culpa por la pérdida de su hija a quien deseó que la violasen la última vez que se vieron antes de que ésta fuese asesinada; Willoughby (Harrelson), enfermo de cáncer, no duda en pegarse un tiro en la cabeza y dejar cartas a sus más allegados que cambiarán la vida de todos ellos (una de las grandes escenas cinematográficas de esta temporada); Dixon (Rockwell) un en el fondo buen hombre, que bajo la influencia de su madre da rienda suelta a sus instintos más violentos; el enano James (Peter Dinklage), alcohólico que no duda en mentir a la policía por Mildred a cambio de una cita con ella…
Toda esa ambigüedad que McDonagh lleva hasta las últimas consecuencias en la maravillosa escena final, cuando Mildred y Dixon se dirigen en coche hacia la casa de un presunto violador, con la intención de matarlo, convertidos en una suerte de justicieros que no están muy seguros de llevar a cabo su plan: “Lo decidimos por el camino…” dice Mildred.