El actor Arnold Schwarzenegger fue, sin saberlo, gran inspirador de una de las mejores películas del SXII, Little Miss Sunshine.
Aunque Little Miss Sunshine (2006) parece una película indie alejada del mundo de los músculos, el éxito y los discursos motivacionales, su trasfondo tiene más que ver con Arnold Schwarzenegger de lo que parece. Richard, el padre de familia, vive obsesionado con fórmulas para alcanzar el éxito. Eso es todo un reflejo de la cultura del “self-made winner” tan popularizada por figuras como Arnold. De hecho, la película satiriza esa idea: los personajes fracasan uno a uno, y recién cuando aceptan que no son “ganadores” encuentran cierta paz.
Antes de escribir el guion, Michael Arndt leyó en un periódico sobre el actor hablando con un grupo de estudiantes de secundaria y diciendo “Si hay algo en este mundo que odio, son los perdedores. Los desprecio“. Como resultado, Arndt desarrolló su trama satirizando el proceso de pensamiento: “Y pensé que hay algo tan malo con esa actitud… Quería… atacar esa idea de que en la vida estás subiendo o estás bajando… Así que hasta cierto punto, un concurso de belleza infantil es el epítome de la máxima competencia estúpida y sin sentido a la que se somete la gente”.
El codirector Jonathan Dayton también comentó sobre la importancia del concurso para la película: “En cuanto al concurso, para nosotros era muy importante que la película no tratara sobre concursos. Se trata de estar fuera de lugar, se trata de no saber dónde vas a terminar…”.

El éxito de la cinta
Una road movie suele implicar un viaje por las rutas de algún lugar del mundo. Pero para ser una buena película, también necesita proponer un trayecto interno, más personal. Little Miss Sunshine (Dayton y Valerie Faris) logra ambas cosas: narra el viaje geográfico de los Hoover, pero también uno emocional, hacia el interior de cada personaje y sus vínculos familiares.
Como decía Tolstoi, todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Y los Hoover encajan perfecto en esa segunda categoría. Olive es una nena de seis años que sueña con ganar un concurso de belleza; su hermano Dwayne, fanático de Nietzsche, hizo voto de silencio hasta poder ser piloto; Sheryl, la madre, intenta que todo funcione como puede; Richard, el padre, vive obsesionado con fórmulas para el éxito; Edwin, el abuelo, es un veterano expulsado de un geriátrico por consumo de drogas; y Frank, el tío (un gran Steve Carell), es un académico deprimido que cita a Proust.




La película pone en cuestión la idea del éxito: cada personaje atraviesa un pequeño gran fracaso que los transforma. Al saberse perdedores, logran ser ellos mismos.
No hay un protagonista excluyente, todos tienen sus momentos y la narración logra fluidez y equilibrio. La música acompaña con precisión cada escena y la estética indie refuerza el tono íntimo y auténtico del relato. Puede que algunas referencias culturales suenen un poco forzadas, pero no restan fuerza a esta historia mínima, sensible y honesta. Una película que, desde la marginalidad emocional de sus personajes, encuentra una forma sutil de resistencia.
Es protagonizada por Greg Kinnear, Steve Carell, Toni Collette, Paul Dano, Abigail Breslin y Alan Arkin. Bajo la producción de Big Beach Films con un presupuesto de ocho millones de dólares, logró recaudar un poco más de 100 millones alrededor del mundo. Puede verse en Disney+ y de manera gratuita en Mercado Play.