Para muchos el mejor documental de la historia del cine, “Shoah” revela testimonios intensos, filmados durante 11 años en 14 países, sin usar imágenes de archivo.
“Shoah”, dirigido con maestría por Claude Lanzmann, se erige como un monumento en celuloide que atraviesa el corazón de la tragedia del Holocausto. Este documental, que supera las nueve horas de duración, se despliega sin recurrir a imágenes de archivo, optando en su lugar por testimonios que resuenan con la verdad cruda de aquellos días desgarradores. Lanzmann, con una sensibilidad imperiosa, logra dar voz a los sobrevivientes, testigos y hasta perpetradores, desentrañando las capas del horror.
Cada entrevista es una ventana a la historia, un relato que se entreteje con los recuerdos aún frescos de los eventos que marcaron a la humanidad. Las palabras de quienes vivieron la Shoah trascienden el tiempo y llegan directamente al espectador, susurrando la importancia de la memoria y la responsabilidad colectiva. Los paisajes presentados son los campos de concentración y exterminio, pero también los vestigios de quienes, a pesar de todo, encontraron fuerza para enfrentarse al infierno y sobrevivir. El director nos sumerge en un viaje a través del tiempo y el espacio, llevándonos a los lugares físicos que albergaron el sufrimiento humano más atroz.
La duración aparentemente abrumadora de “Shoah” se convierte en su fortaleza, permitiendo una inmersión profunda en las historias individuales y colectivas. Es un acto de resistencia contra el olvido, una obra que desafía a las generaciones futuras a confrontar la oscuridad. Al final, “Shoah” no solo documenta hechos históricos, sino que también se convierte en un llamado a la empatía, la comprensión y la construcción de un mundo que aprenda de las lecciones del pasado. Una experiencia visceral entre la fuerza de lo dicho y del silencio más desgarrador.
El debate sobre la representación del horror
Lanzmann niega la posibilidad de mostrar imágenes del horror y opta por un enfoque testimonial, excluyendo escenas gráficas de cadáveres y presos esqueléticos. Tras el estreno de “La lista de Schindler“, el cineasta francés fallecido en 2018 declaró que si él hubiese encontrado filmaciones adentro de las cámaras de gas, “las habría destruido”. Mientras algunos elogian esta decisión, otros cuestionan si la ausencia de imágenes de archivo realmente evita la representación. La polémica se intensifica con el uso de una cámara oculta para entrevistar a un exguardia SS, Franz Suchomel, planteando dilemas éticos sobre el engaño y la necesidad de obtener información crucial. Aunque se discute la integridad de las tácticas de Lanzmann, muchos reconocen el valor de los testimonios recopilados en “Shoah” y la complejidad que rodea la representación cinematográfica del Holocausto.
Jean-Luc Godard y Claude Lanzmann mantienen opiniones divergentes sobre la representación del Holocausto en el cine. Mientras Lanzmann adopta una postura más restrictiva, argumentando que ciertos horrores no pueden ser representados visualmente, Godard se inclina hacia la idea de que todas las imágenes desde entonces nos hablan de eso, aunque no lo “digan” directamente. La controversia entre ellos se centra en la pregunta de si es necesario o ético mostrar imágenes gráficas de los campos de concentración. Godard defiende la posición de que mostrar estas imágenes podría ser necesario para comprender plenamente la magnitud del Holocausto, mientras que Lanzmann aboga por preservar la ausencia como una forma de respetar la gravedad del tema y evitar la espectacularización del horror.
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