Con su narrativa no convencional, ‘Skinamarink’ puede resultar desconcertante para aquellos que buscan una experiencia más tradicional en el terror. Disponible en Mubi.
En el oscuro panorama del terror de 2023, emergió una obra minimalista que dividió las aguas de manera rotunda. Bajo el título ‘Skinamarink’, esta joya oculta del género, destaca no solo por su impacto visceral sino por la osadía y vanguardia que la posicionaron como un faro en medio de las grandes producciones. Tanto Variety como Rolling Stone, dos referentes indiscutibles en la crítica, otorgaron a esta ópera prima la gloria de la mejor película de terror del año, catapultando a su director, Kyle Edward Ball, al centro de atención de la cinefilia.
¿De qué va?
La trama se centra en Kevin, un niño de cuatro años, y su hermana mayor, Kylee, quienes experimentan una situación inexplicable en su casa. Las ventanas y puertas comienzan a desaparecer, dejándolos a merced de un entorno cada vez más amenazante. A medida que la normalidad se desvanece, una entidad malévola se manifiesta, transformando el espacio familiar en un laberinto de horror. La narrativa, impulsada por la confusión y el misterio, desafía al público a enfrentarse a sus propios temores al abandono y la oscuridad mientras los protagonistas luchan por comprender y sobrevivir a esta aterradora realidad distorsionada.
“El film de pesadilla lógica de Kyle Edward Ball es un testimonio de las posibilidades experimentales del terror de micropresupuesto. Aprovechando las limitaciones tecnológicas en su encuadre liminal del espacio, este cuento de fantasmas se nutre perversamente de los miedos primarios a la oscuridad”, sostiene la sinopsis oficial.
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Terror experimental
La película utiliza encuadres vanguardistas y radicales para intensificar la atmósfera inquietante del relato. La dirección de Kyle Edward Ball se aleja de los convencionalismos, optando por ángulos inusuales y planos que exploran los rincones oscuros de la casa, creando una sensación de claustrofobia y desorientación. La cámara, ubicada cerca del suelo o en lo alto de las esquinas de la habitación, proporciona una perspectiva asfixiante que añade una capa adicional de tensión a la experiencia visual. Esta elección estilística, combinada con la iluminación tenue y las texturas granuladas, succiona al espectador en la perspectiva de los protagonistas infantiles, subrayando la vulnerabilidad y desconcierto.
Esta extraña pieza audiovisual se inspira en la tradición de las creepypastas, historias de terror difundidas en internet. Además, se gestó a partir del cortometraje previo de Kyle Edward Ball, titulado “Heck”. Este antecedente, parte de su serie de cortos de terror llamada “Bitesized Nightmares” en YouTube, donde exploraba la recreación de escenarios ligados a pesadillas infantiles compartidas por los suscriptores.
El contexto digital de las creepypastas
En palabras del mismo Kyle Edward Ball: “De verdad me involucré con esa idea cuando estaba haciendo mi serie en YouTube y la gente comentaba exactamente la misma pesadilla que tuvieron en la infancia que es: estoy en la casa, mis padres están muertos o desaparecidos, hay un monstruo y tengo que lidiar con él. Así que me di cuenta que no fue sólo algo por lo que yo haya pasado. Esto es algo por lo que todos pasamos, y tal vez pueda construir una película alrededor de ello. Eso fue lo hice.”
Con un presupuesto modesto de 15,000 dólares, “Skinamarink” emerge como un fenómeno cinematográfico al recaudar más de 2 millones de dólares, multiplicando exponencialmente su inversión inicial. Este éxito financiero, aunque modesto en comparación con grandes producciones, posiciona a la película como una de las más rentables del año. La hazaña de el director de 31 años, no solo radica en convertir una producción de baja fidelidad en una sensación taquillera, sino también en demostrar que el cine de terror experimental tiene una audiencia ávida de experiencias innovadoras.