Analizamos Santa Evita, la serie que relata la majestuosidad y el misticismo detrás de una mujer que despertó pasiones incluso después de muerta.
Una historia en donde la admiración, el miedo y el respeto que generaba Eva, es tensionado con el poder de diferentes figuras masculinas representado en las atrocidades que padeció su cadaver.
¿Qué pasó con el cadaver embalsamado de Eva Perón?
A 70 años de la muerte de Evita, quizás la mujer más icónica de la historia argentina, la plataforma de streaming Star+ nos trae una nueva producción sobre su figura.
Se trata de una miniserie de 7 capítulos que aborda la desaparición del cuerpo embalsamado de la ex primera dama. Un thriller de misterio con la atmósfera porteña de mediados de Siglo XX, pensado para un público internacional, que mezcla drama, historia y destellos de realismo mágico.
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En Santa Evita vemos a Eva, protagonizada por la actriz uruguaya Natalia Oreiro, atravesar el proceso de “canonización popular” hasta transformarse en “la Santa de los descamisados”. Santa para su gente, “la momia” para sus detractores. Muchos de los cuales debieron enfrentar la maldición por interrumpir macabramente su descanso eterno.
Se evidencia un minuscioso trabajo de calidad en todas las áreas. Elenco, ambientación, dirección, vestuario, música, guion, todo estuvo a la altura en esta producción basada en la novela best seller homónima de Tomas Eloy Martínez, publicada en 1995, con más de 10 millones de ejemplares vendidos.
Natalia Oreiro, quien anteriormente había descartado personificar a la histórica líder argentina por no sentirse preparada, encabeza un elenco que aporta muchísimo desde lo actoral. El performance de la uruguaya va de menos a más, con algunos altibajos marcados por escenas de exagerada gesticulación y entonación “de época”, que no llegan a opacar el magnetismo que genera su figura.
Darío Grandinetti es el encargado de encarnar a Juan Domingo Perón, en un papel que frivoliza su figura dejando el espacio de empatía y protagonismo necesario a su compañera.
Pero si hablamos de excelencia y calidad, la distinción actoral se la lleva Ernesto Alterío con su complejo papel, dando vida al Coronel Moori Koening, tan importante como Eva en la trama.
Argentinidad for export
Tomando en cuenta que la figura de Eva tiene tanta fuerza como la del Che Guevara, Santa Evita, como las series Maradona: sueño bendito, Monzón, Sandro de América y las películas El Potro y Yo soy Gilda, se suma al boom de producciones que mitifican difuntas figuras argentinas.
La mexicana Salma Hayek, junto a su productora Ventanarrosa, y Disney, toman el grado de adoración post mortem que despiertan este tipo de personajes en Argentina, y lo adaptaron a un formato exportable, incluso capaz de funcionar mejor fuera de fronteras.
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Es por esto que, bajo la dirección de Alejandro Maci y el colombiano Rodrigo García, vemos a una Eva que no profundiza en el entramado ideológico peronista. Lejana al ideario que tiene el pueblo argentino, esta versión encarna a la Eva figura pop de musical de Broadway.
También vemos una protagonista adaptada a los cánones morales contemporáneos. Partiendo de su lucha por la aprobación del voto femenino, se genera una caracterización feminista. Una impronta Siglo XXI que busca representar en su figura a la mujer empoderada. Por supuesto quienes conocen al personaje histórico podrán discernir en mayor o menor medida con este aggiornamiento, pero la serie simplemente busca crear un personaje funcional a sus intereses.
La trama se construye con una mezcla de ficción y hechos históricos reales que fluyen en un entretenido formato con tres líneas narrativas.
El desarrollo lo conduce el periodista Mariano Vázquez (Diego Velázquez), álter ego del autor de la novela, situado cronológicamente en 1971, quien tras recibir el rumor de la posible devolución del extraviado cuerpo al General Perón, emprende una investigación que nos remite a 1952 en la búsqueda por reconstruir los sucesos posteriores a la muerte de la primera dama.
Una mujer violentada por el poder masculino
A diferencia de la novela escrita, la serie presenta flashbacks recurrentes. Esta tercera línea narrativa parte en 1926 con Eva de niña enfrentando la muerte de su padre.
Aquí, ademas de conocer como se construye la figura histórica, se descubre también un pilar temático de la serie: la vida de una mujer manipulada y controlada por el poder masculino. El abandono y no reconocimiento de su padre. Una distante relación con un popular cantante de quien depende para llegar a Buenos Aires. El propio Perón atravesando su vida, encomendando al Coronel Moori Koenig la tarea de espiarla. El rechazo de la cúpula militar a su figura. Episodios que Eva fue enfrentando durante su vida, y de cierta forma, incluso después de su muerte.
La historia se adentra en el mito. Pero no se pierde el eje temático. Vemos a Perón imponerse a la madre de Eva y su deseo de sepultarla. El trabajo del doctor español Pedro Ara (Francesc Orella) encargado de embalsamarla. El Coronel Moori Koenig poseyendo el cuerpo como un trofeo. El cadaver ultrajado por la custodia militar, atravesada por el odio a una figura que desde las antípodas ideológicas nunca temió enfrentarlos, y que por tal razón también les genera un morboso sentimiento de apego.
Los episodios necrofílicos son el corolario a una serie de profanaciones impunemente perpretadas a una figura popularmente santificada.
En síntesis, esta serie nos habla del poder de los hombres relacionado al sometimiento de la mujer, y en este caso, hasta de su cadáver.
En contrapartida, y parafraseando a Galeano, “Santa Evita” también expone el miedo de los hombres, a una mujer sin miedo.