El director y guionista presentó Pienso en el final, en Netflix, una reflexión sobre las los vínculos insulsos a través del paso del tiempo
Netflix estrenó Pienso en el final (I’m thinking of ending things), la nueva cinta de Charlie Kaufman. El guionista de Eterno resplandor de una muerte sin recuerdos vuelve a traer una película de esas que te dejan el cerebro picando y pensando en qué viste.
Antes de hablar del film en sí, es importante destacar que Kaufman dialogó con IndieWire respecto a esta adaptación de la novela homónima de Iain Reid. Allí, prácticamente no dejó recoveco del film sin explicar. Quizás, para muchos esto sea un ejercicio innecesario y redundante, y le quite peso a la obra, pero es importante señalar la existencia de este artículo que permite ver la historia protagonizada por Jessie Buclkey y Jesse Plemons de otra manera.
La historia nos muestra a Lucy, una chica que aburrida de su noviazgo con Jake, planea dejarlo. La película nos muestra a los dos en lo que parece que será un último encuentro: un viaje a la granja de los padres de él, que por primera vez la conocerán. De inmediato, la primera escena nos muestra que hay cierto aire extraño en el ambiente cuando vemos que Jake casi que puede leer los pensamientos de su pareja.
De allí en adelante, el film mostrará ese viaje en un día nevado y frío, donde los dos comparten charlas cortas sobre temáticas que bordean la filosofía, pasan por la poesía y se detienen en alguna película que vieron. El diálogo entre ellos existe, pero casi que no conecta y son simples disertaciones de uno u otro. Hasta acá, parece una historia tradicional.
Todo cambia cuando llegan al campo, donde la cinta pega un volantazo hacia la oscuridad y empiezan a pasar cosas extrañas. Son giros a los que Kaufman nos tiene acostumbrados, donde se estira al límite ese “contrato de credulidad” entre el espectador y los personajes/la historia. Cosas que se ven cuando John Cusack entra en la cabeza de John Malkovich (Quieres ser John Malkovich) o su incursión en la animación con Anomalisa, en la que una especie de coach motivacional no puede dejar de ver la misma cara en todas las personas.
Intentar que la lógica nos explique lo que se está viendo no es más que un obstáculo que sólo puede sortearse (tal vez) una vez concluida la historia.
Más allá de las explicaciones que el director dio en la nota mencionada (repleta de spoilers, por cierto), hay algo que Kaufman logra una vez más. Hay una habilidad envidiable en la pluma de este realizador, que cada vez que tiene que hablar sobre cosas tan abstractas y complejas como el amor o la ansiedad, logra trasladarlo en escenas que de una forma u otra llegan al espectador. Porque más allá de entender o no qué fue lo que se vio en Pienso en el final, quedan ciertos fragmentos, ciertas “revelaciones” que se plantean en torno a cómo nos relacionamos o qué nos pasa en la cabeza cuando compartimos con alguien.
Y de eso se trata esta nueva historia de Kaufman, de que reflexionemos sobre la vida en pareja, sobre la rutina y cómo nos afecta todo esto. No importa cuánto es real, o a partir de qué momento deja de serlo.