No hay mejor sanación que cuando es colectiva. Como un efecto dominó, esta historia va tocando corazones e hilvanándolos en un hermoso conjunto de redención.
Cómo no partir haciendo referencia a que ésta película nos regala un personaje que termina siendo querible, entrañable y esperanzador. Melvin Udall (un imparable Jack Nicholson) es un ermitaño escritor con Trastorno obsesivo-compulsivo que a través de la amargura y el aislamiento ha ido construyendo su vida tras los muros de la apatía y alejando a todo quien se cruce en su camino. Conocida su arisca personalidad en su edificio y en lugar donde desayuna, la evasión parece ser la mejor manera de darle tratamiento para quienes lo rodean.
Pero esto cambiara poco a poco. A partir de una cadena de eventos (des) afortunados, su tan solitario templo y vida van tomando giros inesperados que no le dejan opción alguna más que sucumbir ante las vicisitudes del destino; y del amor.
El primero en descascarar ese sobreprotegido corazón es el cautivante perro de Simon (Greg Kinnear), su vecino, que se encarga de quebrar todos sus esquemas y saca su lado más tierno e inesperado. Y después, el desafío lo tiene una camarera, Carol, una adorable Helen Hunt que termina cambiándole la vida a este desafiante protagonista.
Nicholson, desarrolla un personaje irónico, controversial, complejo pero hilarante. Sin matices y apegado a la estructura, propio de su trastorno, pero que por el solo hecho de sentir amor se reconstruye y potencia la revitalización de su espíritu para como él mismo lo afirma: Ser un mejor hombre para ella.
Es una película de trasfondos áridos y profundos, que muestra personajes que enfrentan sus peores miedos. El personaje de Hunt ha tenido que lidiar durante años con la enfermedad no diagnosticada de su hijo o el de Kinnear, un pintor con poca suerte que queda en la ruina económica y social luego de un asalto que lo deja en deplorables condiciones, o el mismo Nicholson, quien a pesar de su alienación societal y consciente del rechazo colectivo, con sus pocos recursos emocionales se inmola de igual manera ante la adversidad de su ser distinto con el objetivo de conquistar a esa camarera que le roba el corazón.
Todo esto pasa después de que los eventos confabulan en un viaje para acompañar al desamparado vecino (Kinnear) a visitar a su familia y que como segunda misión tiene el de juntar a estos personajes heridos y abatidos por la realidad, quienes agotados de sus oxidadas relaciones van moviendo esos anquilosados sentimientos y van cayendo en este flujo intermitente del ritmo del amor.
Cada uno con su gastada memoria emotiva, cada uno con sus dolores que luego de indagar un poco van brotando a la superficie, cada uno manejándolo desde su inestable inteligencia emocional, pero que dicotómicamente, se aferran a la esperanza y logran la sanación de los personajes, de manera individual y también conjunta.
El director James L. Brooks, logra hacer un cambio en 180 grados de una historia cargada de comedia y de romance pero que versa sobre personajes que fueron en algún momento desencantados por la vida misma y de manera casi paralela pudieron repararse unos a otros y con esto ilusionar a la audiencia con lo que puede pasar si se deja espacio para el amor…
“You make me want to be a better man”