¿Qué pasaría si todo un sistema judicial está en tu contra?, si así ha sido desde que tienes memoria, si los derechos civiles fueran solo para algunos y todos a quienes conoces pueden ser injustamente juzgados solo por el hecho de tener escasos recursos y por su color de piel.
Ese es el contexto donde se desarrolla Buscando Justicia (Just Mercy), un potente y reflexivo relato basado en las memorias de Bryan Stevenson, dirigido por Destin Daniel Cretton y magistralmente interpretada por Michael B. Jordan como el abogado que inspiro el filme y Jamie Foxx como el indebidamente encarcelado Walter McMillian.
Esta película presenta una de esas historias que está tan maravillosamente narrada que te desgarra, te mueve y te invita a pasar por un abanico de emociones que van desde la frustración ante el mal procedimiento judicial y la segregación, hasta el anhelo de que se haga justicia y que se termine la enemiga desesperanza.
La trama nos cuenta sobre Bryan Stevenson (Jordan), un prominente abogado recién egresado de Harvard que abre junto a Eva Ansley (Brie Larson) una organización enfocada a ayudar a quienes han sido injustamente juzgados o no cuentan con servicios legales para la representación ante la pena de muerte en Alabama y cómo comienzan una incansable lucha contra todo el aparato político y administrativo caracterizado por la discriminación social y racial encubierta. Mediante esta institución llamada Justicia Igualitaria, Stevenson conoce a Walter McMillian (Foxx), un hombre que se encuentra en el pabellón de la muerte por un crimen que no cometió, que nadie cuestionó y que no necesitó de pruebas concretas en su contra para hacerlo merecedor de la sentencia que terminaría con su vida.
Esta historia verídica es capaz de llevar al espectador a la impotencia, cuando vas descubriendo en conjunto con el personaje principal lo que se invisibilizó para demostrar la supuesta culpabilidad del acusado. A la frustración, cuando uno a uno los intentos de justicia son derrumbados por un sistema que tergiversa y naturaliza las decisiones moralmente cuestionables en materias de derechos civiles. Pero también, regala ilusión de la más pura, cuando frente a toda adversidad van apareciendo ventanas de luz que estaban cerradas para ojos ya marcados por la decepción, por la gratitud, cuando te das cuenta de que la lucha y la perseverancia de un hombre logran llevar la esperanza a una comunidad que carecía de ella porque se la habían arrebatado a golpes y prejuicios. En ese minuto, te quiebras contra la injusticia y reconoces el valor de que nunca es tarde para la redención.
Michael B. Jordan hace un trabajo cargado de pasión. Retrata a su personaje como un hombre voluntarioso, que no solo entrega recursos judiciales, sino que logra entablar desde su historia y su propia vivencia una relación cercana con quienes representa. Hace volver a creer a quienes son incrédulos respecto su verdad, hace recobrar el sentido de dignidad a quienes habían sido despojados de ella, y su perseverancia, inyecta esperanza a quienes ya cansados habían olvidado que también la merecen. El personaje de Jordan no está exento de emocionalidad desbordante que lo carga de humanidad. La contiene, como a sus lágrimas. La maneja, como a su ira. Pero siempre con el objetivo fijo del bien mayor, seguir adelante por las vidas que dependen de su trabajo. La audiencia termina rindiéndose ante su desempeño, más aún, cuando se es testigo de lo que ve y vive en carne propia. La discriminación, la cosificación racial, la burla, el cuestionamiento y la inferioridad con la que en ocasiones es tratado. Pero su lucha lo mantiene incólume, no transa ante las amenazas y su sólida creencia en la justicia lo hace arriesgar todo lo que tiene por la búsqueda de la redención.
La película contiene una fuerte crítica a un sistema judicial cargado de prejuicios, a la supremacía blanca como jerarquía incuestionable y perenne, a la casi inverosímil tasa de inocentes llevados al pabellón de la muerte, al racismo sistémico que prolifera en la sociedad y que hoy, 30 años después de este caso, nos hace recordar que la lucha por la equidad y los derechos civiles vuelve a estar más presente que nunca. La muerte de George Floyd que convulsionó al mundo entero hace cuestionarse cuánto se ha avanzado en la materia y cuántos casos vigentes siguen aún marcados con las mismas irregularidades y omisiones del sistema.
“We all need justice, we all need mercy” (Bryan Stevenson)