Con una gran inspiración en clásicos distópicos como Cube, el debut de Galder Gaztelu-Urrutia nos trae una prisión con un hoyo en el medio y una premisa muy simple que desciende con cada banquete: ¿Sobrevivir o torcer el sistema?
La fuerza de un distopía se centra en lo sólida que es la construcción de su mundo y como era en el caso de “Cube” (1997) de Vincenzo Natali, la meticulosidad de sus reglas y la forma en la que los personajes se someten y adaptan a ellas, vuelve a El Hoyo una experiencia envidiable y sofocante.
En un futuro no muy lejano, un hombre rebautizado Goreng, despierta en una celda con un hoyo en el medio. La premisa es simple pero da lugar a un montón de factores interesantes: una plataforma llena de manjares va descendiendo por una serie de niveles hasta llegar al fondo de la prisión. Cada nivel contiene a dos prisioneros y pueden servirse la cantidad de comida que quieran. Claro que si los prisioneros de los primeros niveles devoran todos los víveres, los de los niveles inferiores no comen. Con esa simple idea, el director Galder Gaztelu-Urrutia nos presenta un mundo claustrofóbico donde la libre elección ofrece lo peor de los seres humanos y la supervivencia nos convierte en bestias.
Como una crítica salvaje al consumismo y la guerra de clases, El Hoyo (o The Platform como se presenta al habla inglesa) nos sumerge en una lucha por la supervivencia donde el individualismo condena al hombre a su propia autodestrucción y solo la lucha comunitaria puede sacarlo de la más despiadada de las cárceles, la de su propia ambición. Y es Ivan Massagué como Goreng, el protagonista, un hombre que se somete a seis meses en El Hoyo para alcanzar un título personal, que esta crítica al sistema comienza a tomar forma, con un personaje que si bien es idealista y busca luchar contra el engranaje carnívoro en el que se ha sumergido, es falible e imperfecto y aprende a luchar contra su entorno y contra sí mismo de forma brutal y sangrienta. Junto a otro de los primeros personajes que aparecen, su compañero de celda Trimagasi, interpretado por Zorion Eguileor, un antítesis de todo lo que representa Goreng o Imoguiri (Antonia San Juan) que busca revolucionar esta cárcel apelando a la buena voluntad de los reclusos, el protagonista adquiere las herramientas necesarias para iniciar una odisea donde lo que está en juego es más que la supervivencia, sino el alma misma de una sociedad encerrada en si misma.
Con un diseño minimalista pero sumamente efectivo, que recuerda a los horrores del laberinto de cubos de Natali, Gaztelu-Urrutia debuta en el cine con un primer largometraje que inspira terror y una búsqueda de respuestas sobre el potencial que tenemos cuando alguien se pone los pantalones de líder e inicia la llama de la revolución en un pueblo dormido, cuyo espíritu ha sido corrompido por el egocentrismo. Con un set de reglas que van expandiéndose, cambiando y retorciéndose a medida que avanza la trama, El Hoyo es una de las mejores apuestas que se pueden encontrar en Netflix por estas horas, una película que brilló en el Festival de Sitges de 2019 y que ahora está disponible para la mayor parte del público, como un enorme y delicioso banquete que desciende hasta las profundidades de un infierno de concreto.