Durante la dictadura militar que asolaba a Paraguay en 1978, dos enterradores que habitan un territorio selvático, cumplen rutinariamente con el trabajo de deshacerse de cadáveres sin plantearse el origen y naturaleza de esos cuerpos. La llegada de un hombre vivo, hace que los cimientos morales de tales personajes logren ser sacudidos, dado que nunca antes tuvieron que verse en la obligación de matar a alguien. De ahí surgió “Matar a un muerto” y sobre ella hablamos con su director Hugo Giménez.
¿De dónde surge la idea para armar esta historia?
El disparador fue el lugar. Cuando conozco el bosque donde transcurre la película, fue un lugar que me atrajo mucho el tipo de vegetación, los árboles encorvados, las enredaderas, y así se fue gestando por capas, todo se fue sumando. Al principio tenía la historia de los enterradores pero no estaba situado en esta época. Cuando la traslado a ese contexto histórico la película se convierte en otra cosa, pero no fue muy buscado, la película nos eligió.
¿Cómo sentís que se trabaja con esa representación de lo histórico?
Cómo el cine viene contando las historias de esa época y de qué manera. La forma de la película se comienza a armar en distintos proto guiones. A partir de ciertas obstrucciones cómo se puede hablar de ese momento dictatorial, yo sentía que había que explorar por otros lados la cuestión. En Paraguay la dictadura hasta el día de hoy es algo que no ha sido discutida.
Cada obra es producto de su tiempo, ya también creo que eso es Matar a un muerto, habla de ahora de lo que es Paraguay. A mi particularmente me gustan las historias periféricas y esos lugares, esos personajes te dan eso.
¿Cómo surgió la idea del perro?
Lo del perro entra a jugar un momento en que el proyecto tuvo desde mi escritura varias columnas vertebrales, la banalidad del mal, cómo aflorar el horror a través de lo cotidiano. El perro fue muy intuitivo, inundando mi escritura, también como algo inconsciente de algo que los acecha.
Cuando todo fue encastrando nos dimos cuenta que esa entidad de perro, fábula, cuento, fue una forma de configurar la narrativa de la película, como estructura también visible del conflicto. La película es un limbo, por eso puede ser real o irreal coquetear con ese elemento fantástico. El objetivo era interpelar al espectador, lo que no dicen es mucho de lo que son los personajes. No creo que la película necesite explicar quiénes son y dónde vinieron.
¿Cuál fue tu relación con la dictadura?
De cerca en realidad nos toca a todos. Todos somos productos de ese tiempo a pesar de no haberlo vivido. Cada persona es producto de su historia. Por eso pensé desde dónde me ubico o me emplazo para contar esto.
En Paraguay no se discute acerca de estas cosas, se vuelve a los regresionismos, volvemos a cosas que ya pasamos. Cómo decir que no somos de ese tiempo si resuena hoy. Matar a un muerto habla del hoy también. A mí como autor me da fuerza para también acometer otras cosas en un futuro. Y es muy loco porque a veces las conexiones que uno tiene con la dictadura son en ese horror de lo cotidiano. Está en la corrupción de cada día, del hoy, cada uno vive ese momento de distintas maneras. Reflexionar sobre eso también es interesante.