Sicilia. Una isla triangular que por cuya composición geográfica pareciera estar recibiendo una patada por parte de Italia. Como si no la quisiera, como si pudiese vivir sin ella. Patria del color terroso y de la Cosa Nostra; de Giuseppe Tomassi di Lampedusa y Andrea Camilleri. Los sonidos de la Tarantella se mezclan con los títeres llamados pupetti. La pobreza en su calidad de vida actual contrasta con su rico patrimonio histórico de templos griegos y teatros romanos. Lugar donde se crearon obras maestras como El Gatopardo. E isla que posee un lugar de peregrinaje obligado para cualquier cinéfilo: Corleone. El pequeño pueblo del que escapó el niño Vito Andolini para convertirse en el temible capo de la Mafia en El Padrino.
Y la patria de Giuseppe Pippo Tornatore. El director nacido en Bagheria rodaría en su isla natal su obra más descomunal: Cinema Paradiso, ese canto de amor al cine, esa fábula sin igual sobre el paso del tiempo, esa evocación romántica de sus recuerdos de infancia. El film transcurre en la ficticia localidad de Giancaldo, y los lugares reales del film, ya míticos, están dispersos a lo largo y ancho de la geografía siciliana.
Si van algún día por la isla pasen por Palazzo Adriano. Este pequeño pueblo del interior de Sicilia, donde durante el verano las aceras se cuecen al calor de un sol que no da tregua, sirvió para ambientar gran parte de los exteriores del film. Concretamente La Piazza Umberto I en donde se encontraba el cine y en donde nuestro querido Alfredo (Phillipe Noiret) hacía magia haciendo rebotar la imagen fílmica y proyectándola en la pared de una casa contigua. El cine no se encuentra allí, pues el set no sobrevivió al rodaje, pero la citada casa sí está aún con vida casi 30 años después de la filmación, en aquella plaza que el loco del pueblo reclamaba para sí. También en la misma plaza pueden encontrar el museo dedicado a la película, reclamo turístico para que los visitantes dejen algo de dinero en una tierra maltratada por la economía.
A unos 50 km. al oeste se encuentran las Ruinas de Poggioreale por donde Totó pasea con su madre aún siendo niño, mirando y encontrando consuelo a la confirmación de la muerte de su padre en los pósters de películas como Lo que el viento se llevó, colocadas en sus derruidos muros.
Y por supuesto Cefalú, delicioso pueblo pesquero situado entre Palermo y Catania que sirvió a Tornatore para filmar una de las secuencias más románticas del film, la del reencuentro de Totó y su amada Elena bajo la lluvia, mientras se proyecta al aire libre el Ulises de Kirk Douglas. Si van por allá, pasen por Porta Marina, que es donde transcurre la citada secuencia.
Sicilia. Tierra nostálgica que añora un pasado donde era llamada La cuenca de Oro por el color de sus naranjas y de sus limones. Lugar donde la melancolía de sus paisajes esconde tanta mítica. Y una isla de fábula en donde, una vez, el corazón de Tornatore y la música de Morricone convirtieron al cine en un paraíso. Vayan y vívanla ustedes mismos. Porque no hay otra igual en el mundo.