Ocho mujeres, el ático de un granero, abusos que marcaron sus historias de vida y un sueño de libertad colectiva.
Durante años las mujeres de una comunidad religiosa extrema menonita de Bolivia despertaron confundidas, ensangrentadas y con sus cuerpos brutalmente marcados con la creencia que habían sido castigadas por Dios o incluso siendo juzgadas por los hombres de la comunidad diciendo que era producto de su imaginación. Pero la realidad distaba mucho de eso, los hombres las drogaban para que no tuvieran memoria de lo ocurrido y entre los años 2005 y 2009, las mujeres de esa comunidad fueron abusadas constantemente e indistintamente de su edad.

“Women Talking” es la nueva película de Sarah Polley, nominada al Oscar en la categoría “Mejor Adaptación de Guion” y “Mejor Película”.
La sensibilidad de la realizadora se extiende, no solo al tema seleccionado que es parte de la historia real de esta comunidad, sino también, a cómo aborda la narración de estos sórdidos abusos sexuales, tomando la decisión de no mostrar en pantalla ninguno de ellos para preservar la memoria emotiva de las víctimas.
¿De qué va?
El sonido de una campana es lo primero que escuchamos en la película y esta será la primera inmersión en un film que hace catarsis mediante un ejercicio imaginativo.
Miriam Toews, la autora del libro en que se basa la película, toma parte de su propia experiencia, ya que fue criada en esta comunidad. Mediante esta nueva historia propone una alternativa a su pasado mediante la práctica de crear un nuevo mundo enmarcado en la más profunda resiliencia femenina.
Ocho mujeres son las encargadas de decidir qué hacer luego de ser descubiertos los abusos. La decisión final transita ante las opciones de Perdonar, Quedarse y Luchar, o Irse de la colonia. Esta realidad alternativa forjada en la imaginación de Toews, y brillantemente adaptada por Polley, comienza a tocar temáticas tan profundas como el sueño de un mundo donde todas las mujeres sean consideradas al tomar las decisiones, de que su voz pueda ser escuchada, de la solución a inequidades estructurales en la cultura que las lleva a segundo plano, de la naturalización de la invisibilidad de la mujer en comunidades contemporáneas y de sueños individuales y colectivos que van creando aires a democracia y a sanación conjunta.
La sutileza con que se retratan los diálogos es absorbente, un espacio que parte desde la rabia comienza a migrar hacia un lugar seguro, donde palabras comienzan a crearse desde cero para anticipar la construcción de un mundo desconocido, que más allá del miedo, promete, como un sueño surreal, alcanzar la justicia y co-crear desde las bases una nueva sociedad, donde sus hijos estén protegidos, donde la religión se acerque más al amor y no al castigo y donde puedan ejercer su pensamiento y acción libre en toma de decisiones participativas y conjuntas.




El elenco es brutal y se eligió a pulso, Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Kate Hallett, Liv McNeil, August Winter, Ben Wishaw y Frances McDormand. Sus caras conocidas se funden en personajes que han cargado una historia en silencio, que solo se revive y se hace presente entre una conversación de mujeres, y donde ese ejercicio imaginativo y catártico comienza a crear un tejido social que va danzando entre emociones tan profundas como el odio, el miedo, el amor y el anhelo de un futuro mejor.
No solo las lágrimas brotan de estas tres generaciones que se acompañan en ese ático, abuelas, madres e hijas se unen al son de un canto, que a ratos se convierte en una risa conjunta porque “a veces la gente ríe para evitar llorar” y así, en un homenaje al poder de la contención y de la búsqueda de una mejor sociedad, el soñar se vuelve una esperanza ante el dolor y el relato de estas mujeres (y de la autora y la directora) se convierte en un estandarte de generosidad.
No dejes de ver esta película que hace transitar al espectador en lo más oscuro de las comunidades religiosas extremas y en la imaginación de un profundo, potente y contemporáneo relato de mujeres que envuelve a la audiencia en su adictivo sueño de libertad.