Los fantasmas reales de la ciudad de Detroit sirven de escenario para Barbarian, una película que construye su terror en la paranoia y la más oscura e inesperada monstruosidad humana.
Desde la Detroit que retrató Paul Verhoeven en Robocop (1987) que aprendimos a temer el futuro de una ciudad que ya en aquel entonces auguraba un horizonte muy oscuro. Considerada uno de los lugares más peligrosos de los Estados Unidos junto a Baltimore (Que la pudimos ver retratada en la miniserie “We Own This City” de este mismo año), Barbarian la película de Zach Cregger la toma como ubicación para una casa que alberga todavía más horrores que la desidia y el abandono que la rodean.
Tess (Georgina Campbell) llega en medio de la noche para hospedarse en un AirBnB que descubre rápidamente, ya está ocupado por otra persona. El manejo de cámaras y el trabajo de sonido de la obra nos manifiestan la clara incomodidad que comienza a generarse entre la protagonista y Keith, el otro inquilino. No es accidental que lo interprete
Bill Skarsgard, la película juega con la memoria colectiva tan fresca de haberlo visto encarnando el monstruoso payaso que azota Derry en “It” de Andy Muschietti y hace que el público mantenga esa misma sospecha que Tess.
Alerta spoilers
Afortunadamente, el trailer de Barbarian no muestra todas las cartas de la película. Y esto también sirve de aviso al lector para contarle que estamos entrando lentamente en una de spoilers por lo que aconsejamos que con esto poco que hablamos, miren Barbarian y después regresen a esta reseña para poder discutirla en más profundidad. Y es esto, profundidad, una de las palabras que mejor definen a Barbarian, porque la casa, como su trama y estructura, están construidas en diversos niveles.
Toda esa tensión que se va construyendo con la relación de Tess y Keith tiene que ver no solo con la dirección de Cregger y sus actuaciones sino con la desconfianza con la que nosotros entramos a la obra, esperando que suceda lo peor. Y si bien el terror aguarda, poco tiene que ver con lo que nosotros nos estamos preparando.
Este es el primer nivel, donde el primer piso de la casa sirve como un drama muy actual donde se discute una cuestión de género de forma más inteligente de otras películas que bordean lo grosero (Si, estamos hablando de “Don’t Worry Darling”) y que con mucha naturalidad se van desarmando.
Esta alienación donde ponemos (de forma muchas veces necesaria) a aquel que no conocemos, va cayendo cuando encontramos intereses en común y puentes que nos lleven a alguna forma de empatía. Y una vez que casi, casi estamos seguros de que Keith no representa ningún peligro, descubrimos el horror que reside bajo la casa de Barbary Street.
La tensión a flor de piel
Después de la tensa escena donde la protagonista queda encerrada en el sótano de la casa, descubre que hay una habitación secreta con un colchón sucio, una cámara, un balde inmundo y una huella de sangre en la pared. Keith corta su huida en lo que nosotros creemos que venimos anticipando que va a ser un secuestro más que siniestro pero ahí es donde Barbarian comienza a revelar sus cartas: porque revisando el cuarto secreto, Keith desaparece.
Y cuando Tess va detrás de sus pasos, encuentra otra puerta secreta que da a una escalera de piedra que se hunde en las profundidades de la tierra. Y ahí nos damos cuenta que Keith nunca fue un peligro, sino que debajo de la casa se esconde una criatura abominable, un engendro con cuerpo de mujer y dos metros de alto que asesina a Keith sin esfuerzo y entonces… entonces Barbarian corta y nos muestra a Justin Long andando en un descapotable por una ruta bordeando el mar y cantando felizmente.
Este tire y afloje que hace Barbarian con su tensión es brillante y sirve como corte de cada uno de los segmentos, en los cuales no solo se nos va a revelar un horror mucho más terrible que el que vino previamente, sino que también va a jugar nuevamente con nuestras expectativas y prejuicios. Porque Barbarian no es una película sobre un engendro asesino, sino sobre los monstruos con forma humana que habitan entre nosotros, en nuestros mismos barrios y cuyos mundos privados están hechos de lo inenarrable. Zach Cregger usa los fantasmas en la periferia del Detroit moderno y los de la masculinidad para construir casi
enteramente un cast de monstruos varones y cuyo resultado, casi tan monstruoso como ellos, aún mantiene algún indicio de humanidad.
¿Qué simboliza la producción?
Barbarian retrata una casa que es un personaje por sí mismo y se va transformando a medida que nosotros contenemos y soltamos la respiración con un uso de la iluminación y el sonido muy envidiable. Si bien recae en algunos jumpscares y momentos de violencia muy gráficos, es la contemplación de un horror no mostrado lo que la convierte en una de
las puestas de género más interesantes del año. Si, hay un monstruo habitando en las entrañas de la casa, pero también son monstruos los que destruyeron el futuro de una de las ciudades industriales más grandes de norteamérica, los que hacen oídos sordos a lo que yace bajo sus pies y los que depredan sin riesgo alguno, como lobos disfrazados de cordero. Hay muchos niveles de horror en Barbarian, muchas escaleras que nos hacen bajar más y más a las entrañas de la tierra, pero siempre, la oscuridad más densa va a ser esa que ninguna linterna es capaz de iluminar.