En el Festival de Venecia se estrenó Bardo y estuvimos ahí para contarte de qué va y qué nos pareció.
“Bardo: falsa Crónica de unas cuantas verdades”, es ambiciosa y juega entre el mundo onírico individual y la realidad colectiva del entorno de su protagonista, adentrándose en la historia de un reconocido periodista y documentalista mexicano que es honrado en Estados Unidos y no tan querido en su propio país.
*Esta nota contiene algunos spoilers
La película tiene momentos difíciles de digerir y seguir, por eso comparte críticas polarizadas y en lo que va del festival se vieron a los primeros auditores salir de la sala antes de su termino. pero de igual manera recibió una ovación de 4 minutos, donde el director se vió visiblemente emocionado.
El film, coescrito por la dupla Iñarritu y Nicolás Giacobone quien ya había colaborado con el director en “Birdman”, narra la vida de Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho), un periodista que vive atormentado por querer ser reconocido y que duda de cada una de las decisiones que toma manipulándolas al albedrío de otros para no sentirse humillado. Deambulando constantemente entre su mundo pasado, presente y el que podría pasar.
G. Iñarritu quiso hacer una declaración con esta película, o así se siente viéndola. Muestra los problemas de inmigración mexicana, tiene diálogos sobre los orígenes latinoamericanos , muestra cómo el personaje trata de huir de ellos y cómo es juzgado por la sociedad. También toca temas como el capitalismo, lo crítica con humor y desliza otras formas de construcción societal, pero por sobre todo el autor busca conectar nuevamente con su país como lo hizo hace 22 años con “Amores Perros”, esta vez, contando parte de su historia y volviendo al idioma español.
“Bardo” ¿Qué nos pareció?
“Bardo” es un film de línea discontinua en su narración, porque es básicamente estar dentro de la cabeza y sentimientos de Iñarritu. Es personal, dispersa y aguda. A veces parece un mosaico de historias que tratan de abarcar toda una vida a través de afanosos discursos poéticos que intentan relatar toda su historia y heridas por sanar en casi tres horas de película. Lo que la vuelve dura y conmovedora a la vez.
Pero G. Iñarritu muestra nuevamente ese don que lo distingue, esa capacidad de volver cualquier historia una belleza audiovisual apabullante. Desde el comienzo la audiencia se rinde a sus pies con planos abiertos, un desierto iluminado, provocación pura de admiración, como bien lo sabe hacer.
Un ir y venir de luz y sombra adictivo, con un manejo de cámara que va saltado entre plano cenital y plano cerrado en un ritmo exquisito que invita a la audiencia a una inmersión absoluta en la mente del creador a través de su protagonista. Desafía la participación del espectador obligándolo a tratar de entender si lo que ocurre es parte de la realidad o no, o si es parte de la vida del director o no.
Pero, más allá de los recursos cinematográficos que sabemos maneja muy bien, “Bardo” es una de esas películas que divide apreciaciones, y si bien, entra con la misma fuerza que “Birdman” o “The Revenant” no cuenta con ese entusiasmo colectivo absoluto que las dos oscarizadas películas tuvieron.
Es un film de larga duración, con escenas que a ratos parecen un montaje no terminado que confunde al espectador sobre cuál es verdaderamente el hilo narrativo. Se siente la ambición del realizador por querer abarcar todo, por convertir al personaje en un héroe, y por imponer esa relación forzada en un discurso sobre la esperada vuelta hacia la revisión de temas sociales e individuales sobre su país natal y de su propia relación con él.
No obstante, “Bardo” tiene momentos de efervescencia pura y de regocijo cinematográfico absoluto. Un plano secuencia al son de “Aguanile” o “El día de mi muerte” del icónico Hector “Tito” Lavoe, absorve a quien lo está viendo y permite la conexión con este personaje que pareciera desdoblarse en una felicidad efímera antes de volver a su mente plagada de su propio recorrido por los miedos que arrastra desde su niñez. Giménez Cacho exuda energía, la contagia, realizando una escena espectacular.
Ese punto sincero y transparente del tránsito emocional fuerte y polarizado con el que trata sus propios cuestionamientos de vida, hace que esta película sea un épico drama personal disfrazado de comedia que sacude al director y lo deja desnudo ante la audiencia que presencia más una autobiografía con tintes ficcionales que una película que narra la vida de Silverio Gama.
Iñarritu, tal como la vida misma, refleja su historia en un precario equilibrio entre la tragedia y la comedia, donde el realizador es capaz, en un ejercicio de purga, de reírse de sus propios miedos, mostrarlos de una manera visualmente pulcra y entregándole a la audiencia un pedacito de su intimidad.
La película fue la segunda premiere más esperada en el certamen número 79 del Festival Internacional de Cine de Venecia y también comprada por la plataforma Netflix, convirtiéndose en la tercera película de esta edición que estará en la plataforma streaming.