Scream 2022 dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett no se trata de un remake, sino de una recuela. Le rinde un homenaje estrecho a la película de 1996 y desdobla el calvario sin resetear el relato.
Pueblo chico, infierno grande. En tiempos de antaño los niños eran aterrorizados por sus padres con todo tipo de historias que circulaban de boca en boca. Una de estas era La Llorona: un espectro del folclore hispanoamericano que, según la tradición oral, es el alma en pena de una mujer que ahogó a sus hijos. Ella, busca por las noches redimir su condolencia abismal, asustando con su llanto sepulcral. “Si no terminás la comida te va a llevar el viejo de la bolsa” es una frase que durante décadas se le ha dicho a los más pequeños para se porten bien. Se trataba de un hombre esquelético que fue ejecutado tras confesar el asesinato de cientos de niños, a los que seducía, al estilo del Flautista de Hamelin, con las golosinas que llevaba en su bolsa.
Antes se hablaba de espíritus, después de humanos demasiado humanos. Es la resignificación de las leyendas: antes era un rumor, ahora es pura realidad, lo que antes era un espectro, ahora es pura carne. Lo que antes eran mitos que todo el mundo hablaba, pero nadie veía, ahora son locos que corren por las calles asustando por mera diversión. Hijos de la urbanidad.
La saga dirigida por Wes Craven
Si bien ninguna de las adaptaciones cinematográficas acerca de las mencionadas es relevante para la historia del género, la saga de Scream reconquista esta fascinación que persiste en el imaginario colectivo de las pequeñas comunidades de generación en generación. No se trata de recuperar las creencias paganas, sino de encarnar al demonio que infunde el pánico aludiendo a la premisa de que el terror habita en la memoria social de forma unilateral y, más que por fuerza sobrenatural, revive escalonadamente por culpa del cine, la televisión y la tenacidad desmedida de la violencia cristalizada que percibimos a diario.
De modo que, la nigromancia es mera pantomima cuando la fachada es lo único que tiene de fantasma el antagonista. Y precisamente, esta dialéctica es el eje central que generó un punto de quiebre con los slayers precedentes que influenciaron a Wes Craven y Kevin Williamson. En la franquicia la apariencia es la misma a expensas de su portador, pero la hostilidad es tan camaleónica como la motivación. Los villanos mueren definitivamente, son de carne y hueso al igual que sus víctimas; Ghostface vuelve porque va más allá del cuerpo: es un concepto, un embrión, un germen eternamente joven.
Ghostface interpeló al espectador
No hay dos Michael Myers, ni dos Jason Voorhees. Perdería sentido su regreso zombie si alguien se pusiera la famosa máscara blanca, o la de hockey, y saldría con un machete en búsqueda de saciar su venganza. En cambio, Ghostface va por otro lado, lo dúctil fue lo más revolucionario que interpeló al espectador. Nada mas terrorífico que reconocer que el diablo puede ser uno de tus pares, porque significa que luego puede multiplicarse. La creencia en misterios de ultratumba está supeditada al libre albedrío, por el contrario, los femicidios son la moneda corriente en nuestros días.
Por ende, hay dos tipos de formas de pararse frente a Scream: está quien se burla de sus debilidades; y quien se aterra con su humanidad. Antes que Scary Movie (2000), la parodia del film, la pudimos apreciar en Pesadilla en Elm Street (1994), incluso el doble desenredo criminal, en La última casa a la izquierda (1972), la ópera prima de Wes Craven.
En su momento, la entrega original derivó un montón de slayers a finales de los 90’: Sé lo que hicieron el verano pasado (1997) o Leyenda Urbana (1998), por ejemplo, los cuales ayudaron a seguir expandiendo la dinastía mortal hacia principios del nuevo milenio. Posteriormente, como todo imperio cayó. Pocos fueron los títulos que asombraron, salvo por Ghostland del canadiense Pascal Laugier, se podría afirmar que los slayers se extinguieron. Sin embargo, Scream entraña una vez más, la oportunidad de reposicionar lo caducado en términos cinematográficos en plena sequedad creativa del Siglo XXI.
25 años de películas
Pasaron 25 años de aquella oleada de crímenes que aterrorizó a Woodsboro, una ciudad ficticia situada en California, inventada específicamente para la saga. En el aniversario de plata, el teléfono suena otra vez. Es otro timbre, sin embargo, el escalofrío que propaga la reverberancia tecnológica es similar en cuanto al grado de intensidad que devana el suspense. El miedo empieza a florecer desde la escena inicial al igual que en las demás; a pesar de ello, existe un temor externo al film que ronda en el corazón del fanatismo radical de Scream.
La desconfianza precoz e inevitable que se manifiesta con el mayor escrúpulo ante la ausencia sin precedente del maestro del terror, Wes Craven. La reticencia se encarga de conjeturar por algunas señales, indicios o modelos una supuesta desilusión que ha de suceder al plantearse con antelación y prejuicios, si esta entrega centennial de la franquicia podrá estar a la altura de la cinta original.
La historia habla por si sola. Con total franqueza, vale la pena recalcar que ningún aficionado a la saga puso las manos en el fuego por este retorno cinematográfico. Si los intentos por recuperar a Jason, Freddy Kruegger y Chucky fueron en vano con remakes deplorables, ¿por qué confiar que Ghostface rompería la norma luego de una serie televisiva que quedará en el olvido de sus seguidores? La respuesta es simple y directa: a diferencia de los ejemplos mencionados, no se trata de un remake, sino de una recuela.
Le rinde un homenaje estrecho a la película de 1996 y desdobla el calvario sin resetear el relato. Por más que la decisión de suprimir la nomenclatura titular generó todo tipo de cuestionamientos, la entrega 2.0 dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett encuentra el balance ideal entre clásico y moderno con una impronta autorreferencial que enmudeció a la gran mayoría y dejó la vara en alto para esperanzarnos con una nueva trilogía conformada por una sexta y séptima carnicería.
¿Qué es una recuela?
Según explica Mindy, la sobrina de Randy Meeks, protagonizada por Jasmin Savoy Brown, aún existen controversias geeks acerca de cómo debe llamarse, si recuela o legadocuela, no importa. A lo que se apunta es a volver a contar la misma historia, tal como si fuera un remake, pero en continuación de la original. Lo crucial es que siempre el presente está vinculado con el pasado. Así como sucedió con Halloween (2018) y Candyman (2021), la dupla de realizadores estadounidenses reconocidos por V.H.S (2012) y Noche de bodas (2019) optaron por reivindicar los hechos acontecidos lo largo de dos décadas y media con efecto retroactivo y vueltas de tuerca incipientes que engañan y sorprenden equitativamente.
La dupla es consciente de su legado, por eso agasaja el visionado con alusiones constantes. Al mismo tiempo, toma ciertas licencias para romper con las expectativas. Un film con tanta reminiscencia como reconstrucción que busca desarticular todo tipo de anticipos, sin menguar el meollo de la cuestión que involucra al tridente protagonista conformado por Sidney Prescott (Neve Campbell), Gale Weathers (Courteney Cox) y Dwight “Dewey” Riley (David Arquette), junto a varios rostros de la Generación Z dispuestos a entender la máxima primordial que singulariza a la saga: el asesino puede ser cualquiera que te rodea.
El presente de la saga
Quizás uno de los puntos más atractivos de la saga sea el uso del metalenguaje. Con un guion aggiornado al presente de la industria del terror, en la quinta desventura se repite el modus operandi del siniestro enmascarado, pero veinticinco años después, la devoción por el género y las reglas de supervivencia han cambiado.
La nueva película refleja un choque generacional frente al panorama del horror audiovisual. Ratifica la parodia a todos los slayers antecesores con una álgida dosis de humor, violencia desenfrenada y citas a referentes actuales de la talla de Jordan Peele y Robert Eggers. También a películas contemporáneas que pertenecen a la nueva corriente de terror intelectual como The Babadook (2014) o It Follows (2014). Ya sea ayer, hoy o mañana, Scream está hecha para el deleite de la cinefilia, y más específicamente, para aquellos amantes y conocedores de la cultura del terror.
A lo largo de los años, Wes Craven se sirvió de la franquicia para abrir un debate acerca de la continuidad cinematográfica. Mientras que en la segunda entrega se enfatiza en las secuelas, la tercera expone un razonamiento sobre las trilogías y la cuarta ahonda en los reboots. En esta ocasión, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett reviven a la primera como ninguna de las otras. Una recuela que transigió en acudir a cumplimentar los escenarios de la original. Un desarrollo orgánico, autónomo y nostálgico que unifica toda la sangre derramada en una misma masacre interminable en clave de genealogía para estremecernos nuevamente con la perversa, malintencionada y atemporal pregunta: ¿Cuál es tu película de terror favorita?