Daniel Brühl, el multifacético y talentosísimo actor, con su película “Nebenan” estrena su debut como director este viernes 20 de agosto en el Santiago International Film Festival.
En Cinéfilos recordamos uno de sus papeles más característicos de su adolescencia en “Die fetten Jahre sind vorbei”, conocida en Latinoamérica, como “Los Edukadores”.
El personaje que encarna Brühl es Jan, un idealista militante que acciona frente a la burguesía en diálogo y práctica. Su amigo y compañero de revolución es Peter (Stipe Erger) quien, junto a su pareja, Jule (Julia Jentsch), forman un trío que comparte mucho más que sueños movilizadores de cambio.
La película es una cátedra de sociología en sí misma, posee diálogos profusos atestados de denuncia política y moral. Juega con la tensión dicotómica del bien y el mal embebida de pasión juvenil que, con tintes de rebeldía, exuda activismo contra la apatía de las élites.
Los mensajes que transmite
“Los educadores” como se hacen llamar, entregan mensajes directos de manera lúdica y disruptiva, como el arte lo ha hecho para promover el cambio social durante años.
Las intervenciones que se convierten en cotidianidad durante sus tiempos libres y vida paralela son interrumpidas por un hecho en particular. Las mismas provocan un vuelco de guion que une dos generaciones y visiones de mundo contrarias. Por lo tanto, el trío se ve obligado a convivir con el “enemigo”, en teoría y práctica, en el escenario más surreal que pudiese existir. Los diálogos profusos de cargados de pasión por un mundo mejor y ese vaivén majestuoso entre idealismo y realidad; enganchan a la audiencia y moviliza a la reflexión de días de entusiasmo político exacerbado de juventud.
Se agradece ese ida y vuelta dialógica que en otro contexto solo podría haber estado a merced de las estructuras opresivas del poder desigual. Eso es lo interesante de la película; toca temas que suelen estar supeditados a escenarios asimétricos donde se diluye la democracia del pensamiento bajo el manto de la jerarquía económica y social. El juego generacional también se agradece, dos rangos etarios que versan de qué es común para cierta edad y qué deja de serlo cuando la superas. Se presenta, como manifiesto, esa invisibilizada presión del sistema para cumplir con el estereotipo societal pasada cierta edad. Un regalo.
Es aguda e incisiva… pero al mismo tiempo romántica y contemporánea a pesar de ser una película que se estrenó el año 2004.
La banda sonora
La música, que la acompaña es un deleite. Poca y minimalista, pero que se escogió a pulso y se nota. Es una constante contradicción imperceptible, como son retratados sus mismos protagonistas. Por momentos es conservadora y en otros explosiva. Renace como un magnético sonido gutural cuando existe tensión en el ambiente y, por el contrario, con un plano abierto sumido en una naturaleza profusa, una irónica “Hallelujah” de Leonard Cohen revisa la única quietud que premonitoriamente exime al final de cualquier cliché.
Esta película fue disrupción de la buena y su director Hans Weingartner la supo hacer brillar.
“Si no eres liberal antes de los 30, no tienes corazón” Hardenberg.