El legendario músico, compositor y director de orquesta Ennio Morricone falleció esta mañana a los 91 años y su partida causó conmoción en todo el mundo.
Su obra vinculada al mundo cinematográfico es una fuente inagotable de emociones y memorias desordenadas, pero que tienen sentido. De fondo por supuesto se escucha la banda de sonido de Cinema Paradiso, creación inigualable del artista. Suena la música y uno se traslada a lugares de la infancia, reales o inventados, a quién le importa, momentos donde fuimos felices y soñamos con volver a transitar. Así funciona la nostalgia, motor que viene de las profundidades y da vida a esta historia maravillosa dirigida por Giuseppe Tornatore (1988) que fue musicalizada con tanta calidad como ternura. Tal como en la escena inolvidable de los besos, el sonido de este día revive sensaciones tan íntimas que suelen olvidarse en la vorágine de la adultez, pero que cuando aparecen no hay manera de esconder.
Su legado incluye más de 500 melodías para películas y series de televisión. Su padre era trompetista y por ello se vinculó casi naturalmente desde muy pequeño con la música. Compuso su primera canción a los 6 años. Estudió en la Academia de Santa Cecilia y se graduó en trompeta, composición, instrumentación, dirección de banda y música coral. Su carrera escaló durante su juventud y el talento le brotaba por los poros. A los 33 años, en 1961, tuvo si primer acercamiento al séptimo arte con una columna sonora para la película de Luciano Salce, “IlFederale”.
A pesar de pertenecer al mundo de la música clásica, su estampa popular lo hizo incursionar sin prejuicios en el “spaghetti western” Hollywoodense, pero bajo el seudónimo de Dan Savio para evitar ataques innecesarios. El primer gran éxito llegó junto a su amigo de la infancia Sergio Leone y la trilogía del dólar: “Por un puñado de dólares” (1964), “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966).
Otras de sus grandes composiciones para cine fueron “Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha” (1970), de Elio Petri; “Sacco y Vanzetti” (1971), de Giuliano Montaldo; “La cosa” (1982), de John Carpenter; “Los intocables” (1987), de Brian De Palma; “Bugsy” (1991), de Barry Levinson; “Lobo” (1994), de Mike Nichols; “U Turn” (1997), de Oliver Stone.
Entre ellas se destaca su colaboración para una obra monumental como “La misión” (1986), de Roland Joffé. Él mismo relató en varias oportunidades que tuvo que hacerla contra su propia voluntad. “Un día el productor Fernando Ghia me arrastró hasta Londres para ver la exhibición de una película sin música junto a su director Roland Joffé – relataba Morricone – Al llegar a la última escena estaba llorando como un niño. Déjenlo así, les dije, la música es superflua“. Afortunadamente no fue escuchado y se hizo cargo del proyecto.
No se si habrá mejor maridaje que la música de Morricone y las películas de Quentin Tarantino. Los trabajos en ‘Kill Bill Vol. 1′ y ‘Kill Bill Vol. 2′ (2003 y 2004) , “Bastardos sin gloria” (2009) y “Los Ocho más odiados” (2015), le permitieron ganar un Oscar tras cinco nominaciones fallidas y ser el ganador más viejo de la historia. Ninguna otra melodía genera en la atmósfera mayor tensión y sensación de peligro que “Death Rides a Horse”.
La muerte de Ennio obliga al mundo a parar la marcha por un rato y , en medio de la locura del Covid, volver a las raíces, a lo simple. Resulta casi imposible escuchar a Morricone y no trasladarse inmediatamente a ese primer encuentro con Cinema Paradiso. Una oportunidad única, que apela a la sensibilidad y no volvería a repetirse jamás. La música que acompaña la obra de Tornatore tocó la fibra más intima de millones de personas en todo el mundo, con emociones tan particulares como compartidas, y por eso no estaría tan errado decir que es la gran banda de sonido de toda nuestra vida.