Se estrenó la segunda temporada de After Life-escrita, dirigida y protagonizada por Ricky Gervais- que sigue de cerca la vida de Tony luego del fallecimiento de su esposa
Si en la primera temporada de After Life lográbamos indagar acerca del duelo que atravesaba Tony luego de perder a su adorable Lisa, en esta oportunidad estamos frente a la imagen de un hombre igualmente roto, pero menos enemistado con la vida misma.
Recién fallecida su esposa, Tony vagaba por las mediaciones de Tambury con un solo objetivo: circular sin filtro alguno destilando malestar y agonía. Parecía uno de esos sujetos imposibles de penetrar, donde la pregnancia del dolor era tan fuerte, que no había manera de hacerle comprender que la vida persistía en su multiplicidad de matices y altibajos prototípicos. Fuimos asimismo testigos de esas transiciones tan tormentosas y genuinas, así como también nos adentramos en la intimidad de una serie de personajes que rozaban lo bizarro y variopinto.
Todos y cada uno de ellos, formaron parte del contexto que ayudó a nuestro protagonista a deducir que la vida tenía una continuidad perdurable en los afectos, en la constancia de aquellos que nos aman, contienen y están enquistados en forma de huellas, olores, charlas, lágrimas y recuerdos. Tony pudo seguir con su vida y abandonó el coqueteo con la muerte, porque intentó captar parte de ese mensaje que lo motivaba a concebir que el recuerdo de Lisa siempre estaría intacto, como así también el amor de quienes buscaban acompañarlo; al fin y al cabo su mujer no estaba tan errada en la noción que le destacaba apenas iniciada la serie: Tony en esencia era un hombre bueno y generoso.
Pero como bien todos sabemos, los duelos también enfrentan distintos períodos. En el caso de esta segunda temporada, tenemos la imagen de un personaje menos aguerrido y enemistado con sus pares, donde lo vemos subsumido en una melancolía crónica que no lo motiva necesariamente a expulsar frases sin sutilezas, sino que lo acerca a un registro más empático de las problemáticas ajenas.
Tony logra desarrollar actitudes propias de alguien que toma verdadera dimensión de su entorno, esta segunda parte indaga minuciosamente en aquellos personajes secundarios que acompañan el devenir de la trama, pero en cuyas miserias parecieran proyectarse la fuerza narrativa del relato. Un hombre a punto de divorciarse, un cartero enamorado de una prostituta, un acumulador despechado, un joven con sobrepeso con hambre de fama, un artista violado por un fantasma, una compañera de trabajo enamorada de alguien imposible.
Si bien la gran mayoría de ellos estaban presentes en capítulos anteriores, lo que se busca ahora es explorar parte de esos deseos, debilidades y fortalezas, de aquellos antihéroes que-al igual que nuestro protagonista- tienen sus días luminosos y fértiles como asimismo sus frustraciones y dolencias de antaño. Todas estas micro historias acompañan magistralmente el desarrollo de la trama que sigue centralizando el duelo sempiterno de Tony, pero que no lo engloba dentro de lo preponderante, sino que más bien pareciera convertirse en una historia más dentro de la particular comunidad de Tambury.
Entonces no se le resta peso narrativo al verdadero eje temático de la serie que radica en la historia de un viudo descorazonado, pero no se le pierde pisada a la importancia de su contexto. Precisamente porque Tony se transforma en una persona más paciente y receptiva, revirtiendo esa actitud egoísta que replicaba hasta el hartazgo en la temporada anterior, aquella que reposaba en la noción egoísta y prejuiciosa de considerarse como el único individuo que soportaba los reversos de la vida.
Todos tienen algo para contar y tolerar. Las frustraciones y tristezas globales pueden hasta resultar clichés pero no por ello menos efectivas a la hora de transmitir un mensaje. Las problemáticas existenciales abordadas nos acercan a los padecimientos de ciertos personajes que se conciben como lejanos dada su composición ridícula y esquemática, pero no por ello menos humana.
Porque After Life si hay algo que desborda es precisamente humanidad. Los rasgos distintivos de sus participantes, actúan como pequeñas porciones de una especie de estudio antropológico, que interpela la multiplicidad de conceptos que nos acercan a la noción hegemónica de “normalidad” o de “sociedad sana”. Nadie sale de esta vida ileso, eso queda claro al ver converger todo tipo de situaciones que exceden en más de una oportunidad el plano de lo objetivo o racional. Todos los miembros de esa pequeña comunidad viven experiencias que condicionan y determinan sus respectivos caracteres.
Tony es una versión mayor y exacerbada de los mismos, pero no por ello desfasada. Este personaje responde a la lógica de un antihéroe que busca sanar un dolor profundo a costa de lo que sea, y mientras en una primera parte de la serie se desquitaba sin piedad con sus seres queridos, en esta segunda fase busca un nuevo acercamiento, una nueva oportunidad. Porque los hombres somos seres sociales y está comprobado que necesitamos del afecto y la otredad para una posterior subsistencia. Este lobo estepario sigue aprehendiendo de los demás, continúa desarrollando una capacidad empática nunca antes vista, aquella por la que su mujer apostaba y sostenía que le salvaría la vida.
Si en el final de la primera temporada Tony fue auxiliado por sus allegados, en esta continuación pareciera mutar de víctima a salvador. Es él quien activa en búsqueda de soluciones, convirtiéndose en sostén y apoyo de aquellos que lo aman, con una ternura y robustez que reafirman la calidez actoral de Gervais.
Amigo, casamentero, buen compañero de trabajo, buen vecino, buen hijo. Todas cualidades disipadas en la tristeza y el encono. En la actualidad Tony desarrolla la capacidad de reflexionar antes de escupir veneno, como también aprende a custodiar la carga de los demás. Esto no le resta menos drama a su situación, sino que lo asume más valiente. Cuando antes se refugiaba en la desidia, ahora se ampara en la misericordia y empatía comunitaria.
Inclusive las pérdidas las atraviesa con una inusitada dignidad, ya no se encapricha con lo fatídico del destino y despotrica contra ello, sino que deduce que toda vida-incluyendo la propia- forma parte de un ciclo. Retener a sus seres queridos a través de imágenes en movimiento, es uno de los gestos atinados que prevalece durante esta temporada. Antes miraba los videos cargado de cierto odio o resentimiento, no hacia su querida Lisa, sino al infortunio de perderla. Ahora se acerca a los mismos en calidad de recuerdo, reafirmando en su memoria la efigie del amor de su vida, aquella que lo eligió y aceptó a pesar de sus defectos , ponderándolo como el mejor esposo, amigo y compañero.
También el tiempo es algo que sobrevuela las relaciones de nuestros interlocutores, Tony no puede forzar el hecho de volver a enamorarse, resignar una pérdida tan dolorosa demanda mayor fuerza de voluntad, sin embargo esto tampoco lo motiva a jugar con los sentimientos ajenos. Parte de ese salto madurativo de una temporada a la otra se refleja en la tensa relación con la enfermera Emma (cuyo nombre es finalmente revelado) donde se opera con suma cautela, sin intención de herir los sentimientos de una mujer que lo venera pero que aún no se siente preparado para amar.
Dotarla de un nombre no es producto del azar, Emma empieza a cobrar entidad e impronta en la vida de Tony, no sólo como cuidadora incondicional de su padre, sino como potencial compañera. Pero está claro que el tiempo no es ahora, seguimos de cerca la lucha interna de un hombre abatido que llora la trágica pérdida del ser que le dio sentido a su existencia. La decisión deliberada de respetar estas transiciones, es uno de los fallos más acertados de la serie.
Dejando abierta la puerta para una tercera temporada, After Life mantiene ese sinsabor amargo que nos dejó la primera parte, no precisamente por la ausencia de mensajes positivos, sino por lo trágico de la temática en cuestión. Perder a quienes amamos es algo irreversible ¿qué clase de consuelo puede resultar conveniente frente a la inmensidad de semejante dolor?
La respuesta sigue siendo la misma y de manera sutil y atinada es deslizada por uno de los personajes más secundarios: “Puedo resumir en tres palabras todo lo que he aprendido de la vida: la vida sigue”. Como una reminiscencia de la temporada anterior, Tony se enfrenta al reto de continuar sin Lisa, no sin llorarla y extrañarla todos los días- lo que incluye ciertos altibajos suicidas-pero los motivos que lo mantienen lúcido siguen siendo tan poderosos que inclusive tienen la capacidad de rescatarlo del abismo más profundo y propulsarlo nuevamente a la vida.
After Life pareciera añejarse como un buen vino, alegando mayor fortaleza narrativa, aludiendo a cuestiones humanas sin caer en golpes bajos y manteniendo intacta la noción de que el amor siempre se erige como energía salvadora que nos transmuta en seres extraordinarios.