Aprovechando que últimamente el cine de terror está muy en boga, le dedicaremos unas líneas a esta particular sección de la filmografía, pero no vamos a versar sobre Freddy Krueger, ni sobre El Proyecto de la Bruja de Blair, ni sobre El Rito, ni sobre Exorcismo en el Vaticano, ni sobre ninguna de esas películas modernas como El Conjuro, Anabelle, etc. más allá que algunas de ellas nos resulten amenas, en esta oportunidad departiremos sobre la posesión más perturbadora y diabólica jamás filmada, una película archiconocida al mismo nivel que su magnificencia, basada en el libro homónimo de William Peter Blatty, creemos que si de terror hablamos, no podía faltar una reseña sobre nuestra apreciación del mayor clásico del género: El Exorcista. Dirigida por William Friedkin, protagonizada por Ellen Burstyn, Jason Miller, Linda Blair, Max von Sydow, y guionada por el propio Blatty la película norteamericana fue estrenada en el año 1973, con gran acogida y reestrenada en 2013 en versión remasterizada con escenas nunca vistas.
Aterradora y extraordinaria por donde se la mire, haremos una breve sinopsis de esta película sin pretensiones de mayor desarrollo, ya que es un clásico conocido, solo a modo de homenaje. La historia nos traslada a EEUU, Georgetown, Washington D. C. para descubrir los vaivenes en la vida cotidiana de Chris McNeil una actriz recién divorciada, que en plena filmación de una película, cuida entre sus días de trabajo a su hijita Regan McNeil de 12 años de edad. Ante esa relajada vida, de reuniones entre amigos con encuentros distendidos, la niña halla en el sótano de la casa un juego de mesa de la tabla Ouija, y con inocente diversión termina por establecer contacto con un raro “amigo” al que identifica como Capitan Howdy. Pero algo oculto y perturbador hay en esa lúdica invocación…
La alteración en la personalidad de Regan no se hará esperar e irá “in crescendo” hasta llegar a situaciones límites con anómalos comportamientos, actitudes irreverentes sumamente insolentes, con características esquizoides. Ante la incomprensión de estos hechos por parte de los médicos, Chris, atea confesa, decide acudir a la ayuda de un sacerdote, que con la fe un tanto perdida, a causa de la reciente muerte de su madre, y criterio de psiquiatra, el padre Damien Karras, declina la posibilidad de realizar un exorcismo entendiendo que la niña padecería algún tipo de trastorno psicótico.
Observamos a medida que avanza el relato cómo se agrava la situación, y siendo la posesión considerada una posibilidad cierta, el padre Karras recurre a Merrin, para practicar en conjunto un exorcismo autorizado por el Vaticano, que permita liberar a la niña de eso completamente aterrador que tiene dentro de su cuerpo y la manipula; vamos a ver aquí las escenas más espeluznantes jamás vistas sobre poseídos en el séptimo arte. Entre blasfemias, herejías y otras diatribas, varías personas morirán en manos de esa fuerza sobrenatural que agobia a la pequeña desequilibrada. Todo ello narrado de modo impecable, y con musicalización que enlaza perfectamente con la historia.
Pero retrocedamos un poco en este párrafo, ya que no queremos dejar de mencionar que el horror nos va a estremecer desde el comienzo de la película con imágenes de una excavación arqueológica en Al-Hadar, Irak, en busca de objetos de culturas de antepasados, el padre y arqueólogo Lankester Merrin, encuentra la cabeza de una menuda figura con características de amuleto que retrata a un ser muy extraño; ante una desolación que conmueve, dos perros furiosos descargando rabia entre sí, una atmosfera opresiva con sensación de encontrarnos solos ante lo desconocido, y capturas fotográficas excepcionales, en este contexto, el padre se enfrenta cara a cara a una espeluznante figura con rostro de león, cuerpo de hombre, garras de fiera, pene encarnado por una serpiente, y alado, Merrin se inquieta ante semejante aparición; ya en otros tiempos había realizado un exorcismo, la efigie contemplada representa a un espíritu maligno, ¿al mismísimo satanás quizás?, (¿Pazuzu?). Lo cierto es que quedamos aturdidos, el demonio se encuentra entre nosotros, y va camino a trastornar hasta el más rudo de los mortales. Un escalofrío nos invade por todo el cuerpo. Y el cine de terror ya no será el mismo.
En referencia a lo estrictamente artístico vamos a hacer una breve reflexión acerca de qué es “lo bello” con lo cual podremos pensar el cine de terror, acaso ¿puede algo propiamente grotesco, oscuro y tétrico configurar una obra de arte bella?, Las pinturas de Goya parecieran responder de modo afirmativo a la consigna. ¿Pero es el arte la búsqueda de “lo bello”?, ¿y el Séptimo Arte, indaga sobre ello? ¿existe una “verdad” objetiva sobre dicho concepto?. Immanuel Kant identifica en su Crítica del Juicio la idea de “lo bello” con un juicio sobre el gusto, por lo tanto para él no es algo lógico, es una categoría apriori del sujeto que refiere a lo estético y entonces el principio que lo determina es de contenido puramente subjetivo, en dicha esfera se va a construir el arte. Lo bello será una teleología sin fin. Y en ese sentido las obras serán meramente contemplativas, con apreciaciones en el orden de lo personal reservadas a la percepción del espectador. Amparados en la relatividad expuesta podemos sostener que una obra caracterizada por el terror y el espanto puede contemplarse como armoniosa y bella en el marco del arte, conforme a la expectativa del espectador… o expresado en criollo podemos decir que “sobre gustos no hay nada escrito”. Concluimos entonces que El Exorcista se advierte como una película muy bella en cuanto a su ornamentación audiovisual debido a que logra acabadamente su cometido.
El film también nos pondrá en eje del debate la tensión entre “el bien” y “el mal”, ¿estas categorías son una construcción de la cultura o poseen suficiente carga ontológica para aseverar su existencia “en sí”?, o más criterioso aún la oposición entre ciencia secular o creencia religiosa. ¿Será suficiente el acierto positivo para comprender la naturaleza de las cosas o hay aspectos de la existencia humana que trascienden el plano de lo empírico y toda comprensión racional, con lo cual habrá que acudir a la fe para poder afrontarlo?.
Ideas de esas características podremos extraer de este clásico de la filmografía, que dejamos libre de interpretación para que cada espectador haga su propia lectura, ya que lo que realmente importa acá es el terror. Y no hay a nuestro criterio otro film que lo exprese mejor, por lo cual recomendamos a los lectores de Cinéfilos volver a ver este sombrío y macabro peliculón y a los que aún no lo hayan visto todavía también los invitamos, eso sí, que sea por la noche.
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