El autor de It y El resplandor, Stephen King, reconoció que una decisión del cine evitó un final que había enfurecido a sus lectores.
Stephen King ha visto cómo gran parte de sus libros llegaron a la pantalla con resultados dispares. Pero pocas adaptaciones lo marcaron tanto como Cujo, la película de 1983 basada en su novela homónima. Más de cuarenta años después, el escritor confesó que el cambio de final que hizo el director fue, en realidad, un alivio. “Nunca había recibido tantos mensajes de odio como cuando maté al niño en el libro”, admitió el autor estadounidense, recordando la ola de reacciones que provocó aquella escena.
En la novela original, el pequeño Tad Trenton muere dentro del auto atrapado junto a su madre, víctima del calor y la desesperación mientras un perro rabioso acecha afuera. Sin embargo, el film dirigido por Lewis Teague decidió alterar el desenlace: el niño sobrevive y logra reunirse con su padre. Una diferencia clave que, con el paso del tiempo, el propio King terminó celebrando. “Le agradecí al estudio por no filmar mi final. Fue lo correcto”, contó el escritor, que en aquel momento entendió que algunas imágenes pueden ser demasiado duras incluso para los fanáticos del terror.
La actriz Dee Wallace, protagonista de la cinta, también recordó aquella elección. Según reveló, todos en el set coincidían en que el libro tenía un cierre demasiado devastador. “Todos votamos por no matar al niño al final, como hace Stephen (King) en el libro. Cuando se estrenó la película, él llamó a mi productor y le dijo: ‘Gracias a Dios que no mataste al niño’”, recordó. Esa llamada confirmó que, pese a ser el creador del relato, el autor estaba dispuesto a aceptar que el cine tiene sus propias reglas emocionales.

La historia de Cujo refleja uno de los dilemas más comunes entre literatura y cine: hasta qué punto una adaptación debe ser fiel al texto original. King, que suele ser crítico con las versiones que distorsionan su trabajo —como ocurrió con El resplandor de Stanley Kubrick—, en esta ocasión valoró el cambio. No por conveniencia, sino porque entendió que la empatía del espectador y la tensión narrativa necesitan un respiro, incluso en el terror.
Cuatro décadas después, Cujo sigue siendo una de las adaptaciones más recordadas de su obra. Y esta confesión del artista muestra una faceta menos conocida del “Rey del Terror”: la de un narrador que, aunque disfruta llevar a sus personajes al límite, también reconoce cuándo un final puede quebrar algo más profundo que el miedo: la esperanza.













































