El cineasta mexicano, Guillermo del Toro, rechazó de manera tajante la inteligencia artificial generativa.
Guillermo del Toro nunca ha tenido miedo de decir lo que piensa. El director de El laberinto del fauno y La forma del agua fue categórico al hablar sobre el uso de la inteligencia artificial en el cine: “Preferiría morir antes de usarla”, aseguró en una reciente entrevista con el podcast NPR. El realizador, que se encuentra presentando su esperada versión de Frankenstein, reafirmó que su arte no tiene lugar para algoritmos ni atajos tecnológicos. “No me interesa ni me interesará nunca. Tengo 61 años y espero poder seguir desinteresado en usarla hasta que muera”, agregó.
Fiel a su estilo, del Toro no se quedó solo en la negativa. Reflexionó sobre lo que, a su juicio, está en juego cuando se sustituye la creatividad humana por procesos automáticos: “Lo que impulsa la mayoría de los peores rasgos del mundo es la estupidez natural, no la artificial”, sentenció con ironía. Su postura, lejos de ser caprichosa, está íntimamente ligada a la esencia de su cine: mundos creados desde la imperfección, lo táctil y lo emocional. Para él, la humanidad detrás de una obra es lo que la convierte en arte, no el cálculo de una máquina.
Del Toro aprovechó también para trazar un paralelismo entre la inteligencia artificial y su propia película. Frankenstein, explicó, no deja de ser una historia sobre la arrogancia del creador y las consecuencias de jugar con fuerzas que no se comprenden del todo. “Hay muchos que se comportan como Víctor Frankenstein: crean algo sin pensar en lo que eso puede provocar”, advirtió, marcando distancia con quienes impulsan el avance tecnológico sin considerar su impacto ético y artístico.

Su visión no es aislada dentro del cine, pero sí una de las más tajantes. Mientras algunos directores experimentan con IA para acelerar procesos de edición o generar imágenes, del Toro mantiene una fe inquebrantable en el trabajo artesanal. “El valor está en lo hecho a mano, en lo que vibra con humanidad”, insistió, dejando claro que su identidad como cineasta no se negocia. En tiempos donde la eficiencia parece imponerse sobre la inspiración, su mensaje suena casi como un manifiesto.
Con su nueva película a punto de estrenarse, del Toro reafirma lo que siempre fue su sello: la defensa del arte como un acto profundamente humano. En una industria que coquetea cada vez más con la automatización, el mexicano recuerda que el alma del cine no puede programarse. Y que, si de elegir se trata, él prefiere seguir siendo un artesano antes que un operador de inteligencia artificial.














































