Verano Trippin relata la historia de dos amigas que, en busca de salir de su pueblo, terminan envueltas en una trama criminal.
La directora Morena Fernández Quinteros tomó el riesgo de contar una historia universal, pero de desarrollo complejo, para su ópera prima. Protagonizada por Miranda de la Serna y Zoe Hochbaum, el film emprende una narrativa que parece dirigirse a una clásica “Stoner Movie”, pero que termina recalculando en un thriller lleno de peligro para las protagonistas.
La historia transcurre en un pequeño pueblo de la Patagonia argentina, lugar de orígen de la directora, en dónde dos amigas delinean un plan para escaparse de la monotonía de su día a día y salir a conocer el mundo. Como objetivo principal, las “siamesas” (como las conocen en el pueblo) sueñan con irse a estudiar a Europa.
Un universo “distinto”
Con el fin de calmar a los obsesivos por la continuidad de la lógica, la película marca desde un primer momento el tono con el cuál los eventos se van a desarrollar. Su escena inicial muestra a las “Siamesas” trabajando en el restaurante al paso del padre de Toni (Ariel Staltari) cuando dos policías “Nazis” entran para cobrar su comida por “cuidar” el local.
Desde ese punto de partida, el film se empieza a alejar de la condición cómica de la clásica stoner movie y entra cada vez en el terreno del peligro latente del thriller. Toni (Mirnada de la Serna) y Lena (Zoe Hochbaum) se convencen de empezar a vender marihuana para pagar los pasajes a Europa.
Lo que comienza como una avivada para aprovechar la cosecha de uno de los amigos de las “siamesas” termina con las protagonistas involucrándose en una situación inescapable con los capos de la droga de la zona, entre los que se encuentra el personaje curioso de Lali Espósito.

¿Y dónde quedó mi final?
Como puede pasar con las apuestas, hay errores que terminan brillando más que los aciertos. Y el gran pecado de Verano Trippin es lo inexplicable de algunos elementos clave. El principal, y menos ineludible, es el final. El mismo no está ni cerrado ni abierto y genera un desconcierto poco agradable. Como si a la directora le hubieran sobrado 20 minutos que tuvo que rellenar por contrato o si se quedó corta con lo que le dieron.
Además de eso, el film deja algunas situaciones colgadas que se sienten como marcadas por una nota al pie de página que nunca se devela. La presencia de los Nazis mega explícitos, los intereses románticos, las tensiones de la relación entre las “siamesas”, entre otras.
Una nueva mirada que vale la pena alentar
En un ambiente complejo para la industria, y con la necesidad de seguir explorando, las apuestas como Verano Trippin merecen ser alentadas. Siempre con la crítica constructiva, revisitar los distintos géneros del cine desde perspectivas nuevas y que conformen una nueva evolución del cine argentino, el cuál parece haber encontrado su segunda sede en la Patagonia.
Adaptada al mundo de los mil estímulos, Verano Trippin cuenta una historia de libertad, descubrimiento y la peligrosa seducción de lo prohibido, en casi un perfecto reflejo del deber ser de la juventud. Su gran acierto recae en poder generar distensión, risas, cercanía, incomodidad y miedo.



