“El Exorcista: Creyente” no solo no revive la magia original, sino que reza a la superficialidad y se burla de la profundidad del terror.
Por más tiempo que pase, ¿quién podría olvidar la imagen de una niña bajando las escaleras en cuatro patas? “El Exorcista,” la película que dejó a medio mundo con pesadillas desde su estreno en 1973, marcó un hito en el cine de terror. Su impactante representación de la posesión demoníaca, su profunda resonancia en los miedos colectivos, junto con los efectos especiales innovadores para la época, estableció un estándar para futuras películas de horror. El recientemente fallecido, William Friedkin, no solo aterrorizó a los espectadores, sino que también los dejó reflexionando sobre cuestiones más profundas relacionadas con la fe, el bien y el mal.
50 años después, la secuela, titulada “El Exorcista: Creyente”, dirigida por David Gordon Green, se enfrenta a una avalancha de críticas negativas por varias razones notables que desafían el legado de la película original. Aunque en sus primeros momentos parece encaminarse por un sendero prometedor, con un intrigante arranque y la construcción de una trama sólida alrededor de un personaje principal, la película no logra mantener este impulso. Al avanzar en la historia y acercarse al exorcismo en sí, se sumerge en un terreno más convencional de películas de posesiones, perdiendo gran parte de la profundidad que caracterizó a la original.
En “El Exorcista: Creyente”, una de las críticas más destacadas recae en el desequilibrio en el desarrollo de sus personajes y tramas. Mientras que el conflicto que gira en torno al personaje de Tanner y su familia resulta creíble y logra involucrar al espectador, la parte de la historia relacionada con Katherine, la otra niña poseída, adolece de falta de profundidad, lo que impide generar un nivel de interés equiparable. Esta disparidad en el desarrollo de personajes tiene un impacto negativo en la película, causando que la trama pierda fuerza en momentos clave
Una secuela de mal gusto
¿Qué nos ofrece “El Exorcista: Creyente”? Un espectáculo que parece sacado de una tienda de disfraces de Halloween de bajo presupuesto. En lugar de la tensión psicológica, los diálogos profundos y la lucha intelectual que hicieron grande a la película original, esta secuela nos presenta una especie de versión de terror de una película de superhéroes de serie B. Los rituales se ejecutan de manera tan apresurada y poco convincente que te harán preguntarte si estás viendo una película de terror o una parodia basada en un manual de “Cómo Hacer Exorcismos” para principiantes.
“El Exorcista: Creyente” se preocupa más por los efectos visuales, las voces graves y la violencia gráfica que por explorar la profundidad del guion original. En 1973, esta artificialidad pudo ser impactante, pero en un mundo lleno de horrores reales, uno esperaría una narrativa más profunda en lugar de depender únicamente de trucos visuales. En medio de su desfile de atrocidades narrativas, lo más atractivo de “El Exorcista: Creyente” resulta ser la inclusión de Linda Blair, lo cual evoca un agradable dejo de nostalgia. Entonces, si David Gordon Green no pudo revivir con honores a Michael Myers en la saga “Halloween”, ¿por qué esperar que lograra un milagro similar con el legado de William Friedkin y “El Exorcista”?
En definitiva, “El Exorcista: Creyente” logra lo que parecía imposible: hacer que te molesten los demonios en lugar de temerles. Si la película original era una experiencia aterradora que te hacía cuestionar tus creencias, esta secuela es más bien una comedia involuntaria que te hará cuestionar por qué decidiste verla. Esto se debe a que, en lugar de ser un homenaje, se siente como una burla descarada a la película que la inspiró. En este caso, el verdadero exorcismo que necesitamos es liberarnos del cringe que nos provocó.