Un breve análisis de la película ganadora del premio mayor de la Competencia Latinoamericana. Trenque Lauquen, dirigida por la realizadora argentina Laura Citarella.
En Ostende (2011), Citarella (productora en casi todas las películas de El Pampero Cine) explotaba al máximo su visión cinéfila desplegando reminiscencias claras y directas a obras cumbres de la Historia del cine con H mayúscula como La ventana indiscreta (1954) de Alfred Hitchcock. Con aquella intrigante pieza de misterio y reflexividad espacio-temporal, Laura Paredes (protagonista también de Trenque Lauquen) descubre un denso crimen (o algo así) mientras mira por una ventana desde un hotel. En Trenque Lauquen, los principales rasgos de estilo que seducían en la ópera prima del 2011 se repiten, aunque con una mayor sutileza que funciona a modo de recordatorio cómplice para el atento espectador: un juego de guiños y referencias al que se nos invita como si se tratara de un fascinante acertijo.
La trama
Laura (Paredes) está perdida. Ezequiel (Pierri) y Rafael (Spregelburd) la buscan por el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Ella es (casi) bióloga, y aparentemente se perdió en busca de un faltante espécimen vegetal que le quedaba por clasificar para su investigación. Había estado en la localidad de Trenque Lauquen desarrollando ese trabajo, pero ahí mismo se había visto envuelta en una serie de atrayentes misterios. En la primera parte de la película, conocemos uno de ellos: una vieja historia de amor por correspondencia, escondida entre las páginas de vetustos libros de la biblioteca del pueblo. El misterio restante, en la segunda parte del film: una criatura desconocida aparece en la laguna del municipio… En el medio: romances, flashbacks, mitos y vericuetos. La nueva película de Citarella es otra cautivante pieza audiovisual de los pamperos.
El extrañamiento
Trenque Lauquen es un poco más extensa y compleja que las anteriores películas de Laura Citarella. Más personajes, más lugares, más paisajes rurales, más calles, barro, pasto y música ambiental. Hay casi una duplicación de estos aspectos que operan en función de generar un atractivo y pesado clima de extrañamiento. Es que la característica de estilo en los filmes de El pampero consiste en ese conjunto de operaciones estéticas: la constitución del extrañamiento de lo cotidiano como sensación preeminente, pero no como la síntesis de lo ambiguo o incognoscible transpuesto a la dimensión sonora y visual, sino como la necesidad de inventar historias apasionadamente intrincadas a partir de una porción de tierra bonaerense demasiado ordinaria.
De eso se trata: extrañamiento de lo familiar pero no supeditado a la visión psicoanalítica del concepto. El enrarecimiento de lo común y consabido desembarca en Trenque Lauquen como un espectro invisible y tácito que se explicita cuando lo nombran entre ironías, burlas y miedos solapados en un programa de radio local, o en suspendidas y aletargadas charlas de café y cerveza artesanal. Un monstruo en la trenque lauquen (laguna redonda, en lenguaje indígena) del pueblo; un álgido misterio epistolar de dos amantes demasiado condicionados por los eternos dilemas inconcebibles del amor. Eso es extrañamiento.
Los personajes, el misterio
En las imágenes sonoras de Trenque Lauquen reverberan los imaginarios visuales y narrativos de Historias extraordinarias (2008) de Mariano Llinás. Los personajes de estas películas, lejos de acomodarse en los estereotipos de actores sociales pueblerinos delineados por la lógica previsible de un sentido común demasiado porteñizado, se rebelan exponiendo reacciones y gestos propias de una caracterización literaria sacada de un cuento de Roberto Arlt. Si hay en alguna escena romantización y costumbrismo parece ser más parodia que otra cosa.
No son personajes necesariamente comunes y cotidianos. Son, en todo caso, extraordinarios, como exacerba Llinás en su compendio de historias del 2008. Citarella también se atreve a esa yuxtaposición de relatos, a través de saltos temporales y juegos de puntos de vista que llevan a sumergirnos más de lleno en el hilo de misterios y micro-ficciones personales (y ajenas). Todo se mezcla y se entremezcla, a medida que vamos recolectando las pistas que nos permitan vislumbrar algún tipo de resolución oportuna.
La frustración llegará, al no poder armar nunca del todo el bendito rompecabezas, sensación agridulce de decepción que podemos advertir en la expresión desencajada de Rafael, hacia el cierre de la parte I, en la escena más cómica y paródica del film, ambientada en los desolados escenarios de la Municipalidad de Trenque Lauquen, sus calles ciencia-ficcionales y su parque embrujado.
Cinefilia permanente
Las imágenes de las películas de El pampero destilan cinefilia permanente. Alguien puede no considerarse a sí mismo un cinéfilo acérrimo, pero al zambullirse en esos multiversos uno puede palpar esa mezcla de reminiscencias al cine. No referimos necesariamente a ese acomodo en el lugar común del homenaje puro y directo, porque se acumulan capas y subcapas de sutilezas; pero sí hay que reconocer el reenvío a las estrategias dramáticas por excelencia que el cine clásico ha sabido proclamar como paradigma irrefutable.
Todo eso florece en obras como Trenque Lauquen sin caer en la clasificación reduccionista de afirmar que es “una típica peli de cine clásico hollywoodense”. Resulta casi hasta problemático incurrir en este tipo de debates desde la crítica, cuando aún estamos atravesando cierto período de revuelo y conmoción por el estreno de Argentina, 1985, co-escrita por Mariano Llinás (director de la ampulosa La Flor, 2018), ¿líder? creativo de la productora de cine autogestivo ala que hacemos referencia. Porque, precisamente, se ha tildado a la película de Santiago Mitre de extremadamente clásica e internacionalizable. ¿Acaso eso está mal? Merecería un análisis aparte… Para los distraídos, Mariano es hermano de Verónica Llinás (que en sus fugaces apariciones encandila con su magia en la parte II de Trenque Lauquen y también protagoniza la anterior película de Citarella: La mujer de los perros).
Estilo y detectives
Pero entonces, hablando de rasgos de estilo (es decir: modos de hacer estrictamente ligados a una corriente estética o cineasta), podemos enumerar algunos trillados (por eso clásicos) pero siempre eficaces mecanismos expresivos: la voz en off de personaje como hilo conductor que va narrando y proyectando en retrospectiva los acontecimientos con la parsimonia y tensión con la que se cuenta una fábula literaria, los planos subjetivos anclados a la mirada intrusa de un personaje desde encuadres panorámicos a lo “ventana indiscreta” voyeurística, la cita intencionada a obras y mitos como el de Lady Godiva o a Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada (1926) de Aleksandra Kolontái, y largos etcéteras…
El ingenio ambicioso de las Lauras (Citarella y Paredes), mentoras del film, avanza en la trama hasta obligar al espectador a hacer el trabajo análogo cuasi detectivesco que hacen sus personajes. Pero para considerar esas pistas e incógnitas necesitamos tiempo: la película dura más de cuatro horas. Es que Trenque Lauquen ofrece pausas y bálsamos dramáticos para reflexionar y conjeturar… estudiar las variables atendidas para así arrojar alguna posible inferencia al respecto. Esto es crucial: ¿por qué nos cuesta tanto en el cine considerar la importancia de los momentos de pausa, de entre imágenes o paréntesis, como diría Godard? Bueno, es obvio, en la vertiginosa actualidad presentista ya no hay tiempo para evaluar, teorizar e hipotetizar. En ese sentido, este film habilita esa posibilidad, y por eso el/la espectador se puede sentir parte de ese universo. Y sentirse detective.
Menciones finales
Si resta hacer alguna mención final, habría que alabar la repetición constante de la canción “Los caminos” de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete. Por último, agradecer que, si bien se advierten relecturas irónicas a propósito de la tradición propia de “lo pueblerino” (desde micromachismos implícitos hasta contrastes típicos de “mirada citadina versus mirada de pueblo”), no hay moralinas subterráneamente desplegadas.
Hay, por supuesto, una mirada ético-estética (o político-poética) bien marcada, en donde florece también la perspectiva feminista inexorable de este tipo de películas contemporáneas; pero lo más importante es que estamos ante un relato de personajes tan intrigantes como fascinantes que nos invitan al misterio y la ciencia ficción. En una pequeña localidad del sur de la provincia de Buenos Aires. Eso es todo, y no es poco.