Luego de varios intentos, Netflix presenta The Sandman, la serie que se consagra como la mejor y más fiel adaptación de la exitosa saga de cómics de Neil Gaiman publicados entre 1989 y 1996.
¿De qué va?
“En el mundo de la vigilia, el que la humanidad insiste en llamar ‘el mundo real’, como si sus sueños no afectaran las decisiones que toman. Ustedes, mortales, se ocupan de sus empleos, sus amores y sus guerras como si la vigilia fuera lo único que importara. Pero existe otra vida que los aguarda cuando cierran los ojos y entran a mi reino. Pues yo soy el Rey de los Sueños… y de las Pesadillas”. Así comienza The Sandman.
Con este preámbulo, se presenta de forma concisa a quien será el protagonista: Morfeo, también conocido como The Sandman. Uno de los 7 Eternos. Entidades inmortales antropomórficas que forman parte del universo en el que se desarrolla la historia. Son distintas manifestaciones relacionadas a la personalidad y la conciencia: Dream (Sueño), Death (Muerte), Desire (Deseo), Despair (Desesperación), Destiny (Destino), Delirium (Delirio) y Destruction (Destrucción).
Conocemos a algunos de ellos durante esta primera temporada.
Quizá uno de los primeros aciertos reside en que el propio autor de las historietas oficia como productor ejecutivo en la serie. Esto, asociado a un gran trabajo en la selección del elenco, y la gran apuesta económica tras la asociación de DC y Warner, explican la mencionada fidelidad, atractivo y potencialidad de esta gran obra.
Trama entretenida, temáticas profundas
La serie, con sus altibajos, logra entretener, fascinar y transportar al público a esa tan bien lograda gama de mundos mágicos e increíbles situaciones llenas de efectos especiales y una notable fotografía. Pero no se deja de lado la inserción de puntos de inflexión reflexiva con temáticas muy bien trabajadas y de forma muy efectiva.
En The Sandman se problematiza e interpela el miedo y nuestra relación con la muerte, las comunicaciones interpersonales, el culto a la honestidad, la lealtad, la amistad, la soberbia, egoísmo, espiritualidad, hipocresía. Se desentraña la forma en que se manifiesta la presencia de los siete elementos representados por los Eternos, más allá del bien y el mal, e interactuando entre sí en diferentes personalidades.
Un elenco a la altura
Nuevamente el desafío era grandísimo y la apuesta arriesgada. Las necesidades en cuanto al staff actoral eran complejas. Personajes que entran y salen de escena, otros con roles protagónicos y exclusivos para determinados episodios. Los que se mantienen durante todo el transcurso de la temporada.
La apuesta mayormente salió bien. Tom Sturridge como Sandman marca el tono de una serie de destacadísimas interpretaciones. Kirby Howell-Baptiste confirma por qué fue la elegida luego de un extenso y meticuloso casting para encarnar a Muerte. Jenna Coleman nos regala una excelente caracterización de Johanna Constantine.
Mención especial para Boyd Holbrook, que después de romperla interpretando a un personaje con muchas complejidades como El Corintio, demostró tener las credenciales necesarias para en un futuro cumplir su anhelo -y el nuestro- de encarnar una nueva versión -post musical- del Joker.
No todo lo que brilla es oro
Algunas interpretaciones fueron malogradas más por guion que por desempeño actoral. Como Lucifer con su versión femenina interpretada por Gwendoline Christie.
Por otra parte, la necesaria compresión de la historia no permitió el esperable desarrollo de personajes que finalmente no tuvieron la fuerza suficiente para conectar con el espectador.
De menos a más
El producto final resulta tremendamente atractivo para quienes conocían los cómics. Pero lejos de enfrascarse en ese nicho, la serie apunta a un público diferente en cada episodio. Se busca masificar el alcance seduciendo a los ‘outsiders’. Pero generalmente cuando se abarca mucho se aprieta poco, y algo de eso también le sucedió a The Sandman en sus primeros episodios.
El primer capítulo promete mucho. A modo presentación, se sientan las bases argumentales sobre las que trascurren interesantes interacciones entre entidades mitológicas, fantásticas y terrenales. La vara queda muy alta en cuanto a la expectativa, pero los episodios siguientes oscilan entre la tensión bien lograda y el tedio. Un punto flojo que de todas formas vale la pena transitar.
Del segundo al cuarto capítulo se resuelve -sin cautivar- lo que presumiblemente podría haberse problematizado durante toda la temporada. En medio de este sorpresivo rápido desenlace de los hechos, algunas escenas incluso presentan pasajes insalvables. Como parte del duelo entre Sandman y Satanás. Escena rescatada por la imposición final de un interesante diálogo.
A esta altura llega el punto en el que nos preguntamos ¿y ahora qué? Por suerte la serie responde positivamente a la intriga da un giro muy positivo.
El capítulo cinco es un punto de inflexión, una bocanada de aire fresco y una obra sublime que perfectamente podría haber sido una película autónoma. Un episodio que nos sacude e interpela, nos consterna y nos devuelve a los niveles de entusiasmo iniciales. A partir de allí la serie da un salto de calidad, originalidad y buen gusto.
¿Todos los comics son adaptables al formato audiovisual?
La adaptación, fidelidad y las licencias que se puedan tomar en la realización, deben estar sujetas a la funcionalidad de la historia en el nuevo formato. Solo así es viable traer una obra literaria de estas características a una plataforma de streaming. En este aspecto, The Sandman tuvo más luces que sombras.
Teniendo en cuenta que la historia nos transporta cronológicamente varios cientos de años hacia el pasado, así como se desarrolla parte de su trama en la actualidad. Y que el universo se expande hacia varios reinos y escenarios más allá de lo mundano. Se puede afirmar que, incluso exceptuando el factor económico, aquí residió uno de los grandes desafíos de producción: ¿cómo crear algo uniforme con todas esas diversidades y complejidades?
La forma de resolverlo fue muy disruptiva. Se transitó en dirección contraria a tomar la uniformidad como premisa. En cuanto a esto, más allá de algunos altibajos, podemos dar otro visto bueno luego de presenciar un auténtico popurrí de estructuras narrativas bajo una misma pauta estética, marcada por la única gran diferencia de estilo con los comics: una opaca y efectiva paleta de colores.
Episodios ambientados en distintas épocas históricas. Protagonistas alternativos. Un paseo por el infierno. Un capítulo íntegramente desarrollado en el interior de un restaurante. Hasta un episodio enteramente animado. Todo formando parte de un gran engranaje argumental.
¿Habrá segunda temporada?
La magnitud de esta realización es tan grande que, pese al éxito de audiencia, la próxima temporada aún se encuentra en duda a causa de los esfuerzos económicos necesarios para su concreción. Algo que fue puesto de manifiesto por el propio Neil Gaiman, en dónde el autor aseguró incluso que, de no renovarse el vínculo con Netflix, podría acercarse a otras plataformas de streaming. Ojalá podamos seguir disfrutando de una historia que aún tiene mucho para dar.