Ya está en cines Batman, la nueva película de Matt Reeves con Robert Pattinson y Zoe Kravitz. Acá les contamos qué nos pareció.
Hay una relación intrínseca entre la oscuridad y lo desconocido en las cosas que creamos en nuestra cabeza que se mueven en esa penumbra. Cosas que no pueden morir, cosas horribles que vienen a buscarnos. De ahí se origina la figura de Batman, del temor y la amenaza de lo incierto, de una luz en el cielo de la noche que no es otra cosa que la invocación del peor de los miedos de los delincuentes. Y de las entrañas de esas tinieblas es de donde surge por primera vez el icónico personaje de DC interpretado por el increíble Robert Pattinson, una amenaza que al principio parece un ridículo disfrazado y que en pocos segundos se convierte en una amenaza muy real que escribe un mensaje de violencia con los puños y pronuncia una frase que será una declaración de principios también del director. Una frase que será el inicio de un viaje de tres horas hacia el corazón de Bruce Wayne y de la ciudad de Gotham. “Soy Venganza”
Hay dos sensaciones muy fuertes frente a esta nueva encarnación del Caballero Nocturno en el cine: 1) Es un fan made. Hay tantas decisiones estéticas y conceptuales que parecen haber salteado el control de estudio como si fuera posible que en 2022 la visión del director de un tanque cómo este pasara directamente de la mente del director a una plataforma cómo Youtube pero con un presupuesto millonario y llegando a todos los cines del mundo. 2) Es la versión definitiva del personaje: entre el gótico fantástico de Burton y la sobriedad clínica de Nolan, dejando pasar el camp de Joel Schumacher y lo que sea que es la mixtura extraña que pretendía Zack Snyder, Reeves encuentra un punto medio que parece extirpado de los cómics que más abrazan el crimen y lo sombrío.
Evitando los lugares comunes de la misma historia de origen de siempre, The Batman aborda uno de los primeros años de carrera del justiciero en un tono casi policial donde una serie de crímenes de las figuras más importantes de Gotham lo ponen detrás de los pasos de un asesino serial que no es otro que el viejo y conocido Acertijo, en una versión brutal interpretada por el siempre brillante Paul Dano.
Reeves construye desde el desconocimiento del espectador a un Batman novato e inexperto que todavía no comprende completamente que es lo que significa su presencia para la ciudad, sus habitantes y más importante: el hampa, sin que se sepa muy bien cómo llegó hasta ahí, cómo se convirtió en esto y cual es el mundo que lo rodea y recayendo en un conocimiento obvio del inconsciente cultural que rellena los espacios vacíos con lo que es de público conocimiento. Esto le da un tiempo y un espacio a la trama de concentrarse en el elemento criminal de Gotham sobre el que se sostiene la película y el mito del murciélago, un mundo de familias mafiosas encarnado por un Pingüino que no merece ser opacado por la presencia del otro antagonista.
El trabajo de Colin Farrell detrás de su personaje es impactante. Ayudado, obviamente, por un maquillaje increíble, su caracterización es tan increíble cómo la versión grotesca de Danny De Vito, aquel monstruo circense dark y su ejército de plumíferos lanzamisiles. Acá, su aproximación se funde en la sobriedad y la suciedad de esta Gotham nefasta cómo un mafioso cualquiera, tan irreverente cómo cualquier personaje de Joe Pesci pero visualmente impactante, evocando ligeramente aquellos mafiosos horrendos que formaban parte de la banda de “Big Boy Caprice” en la Dick Tracy de Warren Beatty.
La música
Una parte fundamental de esta nueva visión de Batman es que altera lo ominoso de su banda sonora para introducir otros elementos, con los cimientos puestos sobre “Something In The Way” de Nirvana. El trabajo de Michael Giacchino sigue el legado de Danny Elfman y Hans Zimmer otorgando un acercamiento muy diferente a todo lo que se ha escuchado antes y que no parece tanto una representación del espíritu de la ciudad de Gotham sino del mismo Bruce Wayne.
Es esta tal vez, la encarnación más sufrida, sombría y construida alrededor de una rabia que como sucede con el mundo en el que se desarrolla la historia, todavía no le permiten entender del todo la magnitud del mito detrás del que se esconde su lucha. Es esto y la persecución de gato y ratón que sucede entre Batman y Riddler, lo que sirve a uno de los temas más importantes de la película: la mentira y la lucha por la verdad, cosas que a simple vista parecen ser fácilmente resueltas pero que, a medida que uno va escarbando en la historia de esta ciudad tan metida en la cultura universal se van volviendo más y más intrincadas.
Con escenas de acción espectaculares protagonizadas por un Batman tosco e inexperto que aún no tiene un arsenal de artefactos para cada situación y que se mantiene solo a unos centímetros por encima del peligro al que se enfrenta, Reeves mantiene el listón alto marcado por (la mayoría) de sus antecesores con escenas que tienen el mismo potencial para quedar en la historia de la saga, desde una persecución que hace brillar al nuevo Batimóvil y una en particular que parece inspirada por el cuadro “Nighthawks” de Edward Hooper que representa perfectamente el tono lúgubre y solitario que evoca la película.
El dúo que forman Batman y Catwoman parece natural, alejado de la obligación introductoria que planteaba la última entrega de Nolan y tejido en una realidad donde la vida no vale nada y está constantemente subyugada por el miedo. Con sus obvias diferencias, la relación entre Pattinson y Kravitz no esquiva un origen en la tragedia y el dolor sino que se hace fuerte en esta realidad oscura, cómo debe ser en cualquier romance gótico, transformándose rápidamente en una alianza y un refugio vital para seguir adelante y alzarse más allá de las sombras que parecen cubrirlo todo.
Y si hablamos de relaciones, la de Batman y un joven Jim Gordon es igual de rica y ayuda a la estructura de policial que ahonda en la mayor parte de la cinta. La puntería de Reeves en no hacer de The Batman otra historia de origen explota esta dinámica, basándose en dos personas que recién se están conociendo y midiendo todo el tiempo, basadas en información que vemos en la película o que podemos imaginar. Después de ver morir tantas veces al Tio Ben y a los padres de Wayne, que una película de superhéroes decida centrar ese desconocimiento en parte fundamental de su trama es algo para agradecer entre tanta sobreexplicación, tie-in y universo compartido y nos arranca por un momento de esta necesidad moderna de encastrar cada mito dentro de otro y esperar que funcionen a la fuerza.
The Batman nos transporta a un mundo que parece alejado por completo de las tendencias que se han mantenido durante estos últimos años en el cine de superhéroes con una película que tiene valor por sí misma, cómo entidad propia, sin depender de vínculos con otras sagas y sin siquiera necesitar una escena post crédito. Es un reboot hecho con amor por el personaje pero sin miedo a tomar rumbos diferentes a los que estamos acostumbrados y que inspira esas relaciones inseparables que ya son canon entre director y obra del género cómo James Gunn y sus Guardianes de la Galaxia o el universo del Batman de Nolan, esa necesidad de volver pronto al cine para ver a un héroe y sus villanos, a una ciudad y su historia a través de los ojos de un director que parece haber encontrado la forma definitiva del caballero de la noche.
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