Los creadores de Paquita Salas registran en esta miniserie la vida de La Veneno, una mediática española que rompió los tabúes de género en los noventa en una historia cuya mezcla entre la comicidad y los golpes bajos, entre el cuento de hadas y la visceralidad, la convierte en una pieza fundamental de la cultura LGBTIQ.
“¿Tu que eres? ¿Hombre o mujer?”
“¿Qué yo que soy? Un semáforo, mi alma”
“¿Y de qué vas? ¿De sultana?”
“No sé de qué voy, la verdad: de sultana, de mora, de india… como la Pocahontas, pero con tiburón”
Establecer de qué iba realmente Cristina Ortiz Rodríguez, la explosión mediática andante que estalló en los 90’s en toda España más conocida como “La Veneno”, es un poco difícil. Y mucho más difícil sería también definir qué era, porque más allá de su indudable condición de mujer trans, la presencia y personalidad de Cristina era algo más del tipo de los desastres naturales, un terremoto con tacos que revolucionó la cultura popular. Después de su primera aparición en el programa “Esta noche cruzamos el Mississippi” hasta la publicación del libro “Digo…Ni Puta Ni Santa” y este periodo, junto a una infancia durísima y una adultez aún más difícil, es el marco que utilizan Los Javis, directores de Paquita Salas, para en ocho capítulos rendirle tributo a una de las personalidades que mas visibilizaron la comunidad LGBTIQ, una referente que aún en sus contradicciones y complejidades sirvió de cimiento, junto a tantas otras, para construir una identidad y una cultura propia.
¿De qué va?
La serie arranca en nuestros tiempos, con los primeros momentos de transición de Valeria Vegas, una joven trans con aspiraciones a periodista que por razones de puro azar se cruza con una Veneno ya en pleno crepúsculo de su fama. Refugiada a los cuidados de Paca La Piraña, su mejor amiga, mentora y salvavidas constante y un aquelarre de viejas brujas, la ex diva encuentra en Valeria un interés genuino por su historia y un vehículo fantástico para la audiencia. Esta historia nos transportará a Adra y una infancia dominada por la imagen de una madre castradora y terrible, una adolescencia donde la única forma de sobrevivir fue empoderarse en sus deseos y una adultez que la pondría en un foco para la que nadie estaba preparado.
Con una estética poderosísima que mezcla la furia pop noventera con momentos casi surrealistas, con una preponderancia del neón, el glitter, las canciones de iconos pop como Cindy Lauper o los Pet Shop Boys con escenas de una violencia increíble que parecen salidas de un slasher con una Veneno armada con una hoz a lo “Children Of The Corn”, Los Javis utilizan la duda sobre mito y realidad en el relato de Cristina como un campo de juegos, construyendo una historia más grande que la vida, un mito moderno que se transforma a si mismo todo el tiempo. Con líneas temporales que se van entremezclando y revelando las razones por las que Cristina es quien es, echando luz sobre una personalidad que constantemente busca la atención y el conflicto y que se nos revela, a propósito de sus defectos, como un ser humano completo, real que, junto a sus compañeras, como dice uno de los personajes: “caminaron para que nosotras pudiéramos volar”.
Es interesante el tono de la serie que, obviamente, siendo fuertemente inclusivo y reivindicativo, no cae en actitudes demasiado ceremoniales y en su irreverencia y visceralidad nutre a la serie de una fuerza y una significación todavía mas fuerte. El personaje de Cristina y su infancia, adolescencia y transición como Joselito es brillantemente interpretado por cinco artistas que dotan cada instancia de su vida con una potencia particular y que en la piel de Jedet, Daniela Santiago e Isabel Torres, hipnotizan al espectador con magia y crudeza. Sumado a un elenco increíble y a las actuaciones de Lola Rodríguez como Valeria y Paca como ella misma, Veneno goza además de un texto que combina de forma muy efectiva los altibajos, estrujando lagrimas del espectador con la misma facilidad que les arranca una risa con las guarrerías del aquelarre de Veneno.
Este aquelarre, de mujeres trans que resisten su identidad prostituyéndose en el parque y enfrentándose a pandillas de neonazis, que tienen que soportar ser escondidas por los hombres que las aman y no las aceptan ni se aceptan a si mismos, que son rechazadas de cualquier trabajo por una sociedad que las mira como rarezas, son parte de una revolución de amor que cómo en “Tengo Miedo Torero” de Pedro Lemebel (adaptada recientemente en una película) o “Las Malas” de Camila Sosa Villada, son una unidad, que con rivalidades y diferencias se vuelven inquebrantables.
En una atmósfera que muchas veces parece un cuento de hadas pop y otras veces conmueve por su dureza, Veneno se sostiene como una de las mejores series españolas de los últimos tiempos, una obra que reivindica la historia de una de las exponentes mas grandes de la cultura LGBTIQ y que nos transporta a un pasado no tan lejano para reconocer los avances en la actualidad, en miras de un futuro donde las Cristinas del mundo no tengan que defenderse a pura hoz y veneno para ser quienes son.
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