Paul Thomas Anderson explora el peso del individualismo, el amor, el miedo y la dominación en una puja entre revolucionarios y establishment.
Paul Thomas Anderson trae para su décimo primer film una historia que tiene más de 20 años de cocción, pero que da en la tecla justa para el momento histórico de las personas. Una batalla tras otra se embarca en la historia distópica de una familia revolucionaria y su lucha contra un militar que, en medio de la hipérbole y la sátira, explora las contradicciones en las que se alistan los personajes en constante búsqueda de una identidad que les de amor y les quite el miedo a ser dominados.
En esa propuesta más idealista, que puede alejar a los amantes del cine cansados de ser constantemente aleccionados, conviven una escena con tintes cómico-sexuales entre un militar y una revolucionaria, el drama de un hombre que se siente un fracaso constante y una persecución de autos hipnotizante que se apoya en recursos ópticos para generar tensión.
French 75 vs Los Aventureros de Navidad
La película cuenta la historia de Perfidia Beverly Hills (Teyana Taylor) y Bob Ferguson (Leonardo DiCaprio), dos revolucionarios estrella del movimiento radical anti-establishment French 75, dedicado a combatir al Estado asaltando bancos, colocando bombas y liberando inmigrantes indocumentados.
Después de que un golpe sale trágicamente mal, Perfidia –quien es perseguida/protegida por el coronel Steven J. Lockjaw (Sean Penn)– deja atrás a su hijita recién nacida en manos de Bob y desaparece del mapa. Dieciséis años después, la ahora adolescernte determinada y rebelde llamada Willa (la debutante en pantalla grande Chase Infiniti) convive con su padre, quien pasó de ser “Rocket Man” a una padre sobreprotector y con la estética del icónico Big Lebowski.

La familia vive tranquila en un santuario ignoto hasta que el estado vuelve a encontrarlos. Rescatados por separado por los viejos miembros de French 75, Bob emprende un viaje para reencontrarse con su hija.
El individualismo reformando al idealismo
Uno de los móviles de los personajes es su lucha por mantenerse como las imágenes vivas de su ideal. Pero que ello los lleva a entrar en contradicciones constantes y hasta un poco ridiculizantes. Los personajes que mejor engloba esta narrativa son el coronel Lockjaw y Perfidia.
Además de ser los protagonistas de un juego de dominación entre ambos, el cual se apoya en la atracción sexual y los juegos de poder, la revolucionaria y el militar son presos de los estándares que demandan los mundos que quieren habitar. De esta jaula se escapan los impulsos y la autopreservación de ambos, que ven en esta identificación la chance de nunca ser dominados y siempre queridos.
Perfida proviene de un legado de revolucionarios. Mujer negra, usa la violencia física y su sexualidad para imponerse en sus círculos y ante sus enemigos. Postura de Alpha que se evidencia en su vínculo con Bob y Lockjaw, con quienes toma un rol activo en las relaciones sexuales que mantiene con ambos. También se ve reflejado en su postura para con su hija, a quien desiste de cuidar en nombre de la revolución y hasta usa la insistencia de Bob para remarcar que él jamás la va a decir que hacer.




Esta actitud frontal pega toda la vuelta en el momento en el que Perfida asesina a un guardia de banco porque este se negó a oír su voz de alto. Esa pérdida de control se ve reflejada en la cara de desesperación que la revolucionaria expone antes de disparar. Ese temor por mantenerse siempre en poder también sale a la luz cuando Perfida, casi sin dudarlo mucho, sucumbe ante la propuesta de delatar toda la red del French 75 para evitar la cárcel y escapar a México, sin antes remarcarle a Lockjaw que a ella no la controlan.
Por su parte, el coronel lucha constantemente contra su deseo por Perfidia, una atracción prohibida por tratarse de una mujer negra. Este conflicto resurge en el momento en el que Lockjaw intenta ingresar a Los Aventureros de la Navidad, un grupo supremacista de millonarios blancos. Su historial con la revolucionaria es el móvil para que el coronel resuelva el último cabo suelto que puede negar su entrada al grupo: su posible paternidad compartida con Perfidia.
Sergio St. Carlos, el mensaje de esperanza de Paul Thomas Anderson
La pieza clave que terminó de armar el rompecabezas de Paul Thomas Anderson la trajo Benicio del Toro en su soberbia actuación como Sergio St. Carlos, el entrenador de karate de Willa. Su rol más visible es el del facilitador que, a través de su red en la que también ayuda a otros inmigrantes, ayuda a Bob a reencontrarse con su hija. En algunos momentos hasta empujándolo (de un auto) literalmente.
El director decide hacer más evidente este contraste emparejando al Sensei con Bob. El personaje de Leo Di Caprio está en constante conflicto con su identidad. Encontró el amor en una revolución en la que no está genuinamente metido. Por fuera de su habilidad para los explosivos, se ve sobrepasado constantemente por las reglas de los grupos revolucionarios- retratado a la perfección en su pelea con un interlocutor por olvidarse una parte de la contraseña- y cómodo en el rol de padre de una joven ejemplar.




A este personaje se le antepone el Sensei, un hombre que parece siempre estar en control de todo. Tanto desde la espiritualidad, como su habilidad militar, el personaje de Benicio del Toro mantiene la constancia en un personaje que vive para otros. El Sensei entiende que es parte de algo mayor, no que ese ideal sea el que le de el poder para ser superior. Y es por eso que en su última aparición, lo vemos bailar como quien entiende que su función en el universo está cumplida.